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Horizonte de esperanza

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El éxodo vacacional que cada anualidad se produce en este período vacacional, de momento, no ha mermado de forma tan determinante como en ediciones anteriores el acompañamiento ciudadano a los pasos procesionales. El colectivo cristiano se adentra estos días en la Semana de Pasión, un período donde priman los sentimientos cristianos y la religiosidad como es la Semana Santa. Aunque para muchos la lectura se queda en la posibilidad de disfrutar de unos días libres, en muchos casos bien merecidos, sin embargo para otros se trata de una etapa de afianzamiento de la fe católica que gira en torno a los orígenes del cristianismo a través de los hechos que culminaron con la vida terrenal de Jesús y que sentaron las bases de esta religión.

La festividad cristiana se inició el Domingo de Ramos, uno de los más importantes debido a que este día representa la llegada de Jesús a Jerusalem. La historia señala que Jesús llegó montado sobre un borrico y al llegar a la Tierra Santa, sus fieles lo recibieron con fervor y gran entusiasmo, por eso este día. Este hecho es recordado en la salida procesional dominical y en los templos religiosos, con ramas de olivo o de palma, portadas por los creyentes como un símbolo de la fe cristiana.

Envuelta en peculiaridades, por tratarse de una ciudad tan ‘sui generis’ en todas sus manifestaciones, la Semana Santa melillense posee unas características específicas.

La convivencia, en este caso, solidaria de ciudadanos de diferentes etnias y religiones que conviven en estos doce kilómetros cuadrados sobre los que se asienta la ciudad provoca situaciones realmente específicas. El éxodo vacacional que cada anualidad se produce en este período vacacional, de momento no ha mermado de forma tan determinante como en ediciones anteriores el acompañamiento ciudadano a los pasos procesionales tal como se ha podido comprobar durante los dos primeras jornadas de la semana grande para los cristianos residentes en estos trece kilómetros cuadrados sobre los que se aposenta Melilla. Tampoco parece en principio que se vayan a producir especiales dificultades para trasladar a hombros las imágenes, aunque los cofrades animan a todos para no bajar la guardia y solicitan la colaboración de los melillenses en general, tanto bajo los tronos como en las aceras acompañando a las imágenes en sus recorridos procesionales.

En una ciudad tan ricamente plural como Melilla, señalaba el presidente Imbroda, el respeto y apoyo a las tradiciones más reconocibles y enraizadas, se convierte no sólo en una fuente de alegría, sino también en una ineludible obligación por parte de sus responsables públicos. De ahí que la celebración de la Semana Santa se inscriba en el seno de esa cumbre de señas de identidad locales que se deben proteger, amparar y promover.

Está claro que la Semana Santa melillense es patrimonio de todos, cristianos y no cristanos y una bandera, por tanto, de su tolerancia. Desde hace años, en Melilla nos encaminamos hacia una sociedad global que, manteniendo sus particularidades, se encamina hacia una gran identidad cultural que se eleva por encima del muro y mira hacia un horizonte de esperanza anhelado por todos.

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