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Fin a años de incertidumbre

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Con la compra del edificio de Correos, la Ciudad Autónoma ha evitado no solo que se perdiera este edificio, sino también que se pudiera especular con él y sumarlo al patrimonio de los melillenses para que éstos no pierdan una parte de su historia por una dejadez que hubiera sido imperdonable Esta semana se ha zanjado en la Asamblea la compra del antiguo edificio de Correos, un inmueble emblemático, situado en un lugar muy estratégico, como es el centro de Melilla. Junto al Teatro Kursaal y a los pies del Parque Lobera, en pleno Triángulo Modernista, el edificio llevaba cerrado desde hacía seis años ya. Se trata, por lo tanto, de un asunto que se ha dilatado demasiado en el tiempo, como prácticamente todo en Melilla, primero por la pasividad del anterior Gobierno socialista para decidir el futuro del edificio, y después por la dura negociación que ha habido que llevar a cabo para rebajar las pretensiones de su propietaria, la sociedad estatal de Correos y Telégrafos.

No ha sido fácil, como ya dijo hace unos días el consejero de Fomento, Miguel Marín, que ha sido uno de los que han liderado esta negociación desde que arrancara en el año 2012. Pero al final la Ciudad Autónoma ha podido llegar a un acuerdo para no desembolsar más dinero del valor real del edificio, casi 3,1 millones de euros, evitando que esa histórica construcción pueda caer en manos con intereses más bien especuladores. O en manos con poca sensatez, como las que, por ejemplo, permitieron que el Banco de España, que es otro edificio emblemático ubicado nada más y nada menos que en la Plaza de España, se destinara después de tres años vacío a un uso ilógico como es una clínica militar. El Gobierno de la época, a cargo de Zapatero, no explicó nunca el porqué de esa operación que años después sigue sin tener ni pies ni cabeza, primero por la cantidad de lugares en las que podría haberse instalado dicha clínica militar, y segundo por las prisas con las que fue cerrada la operación antes de que se produjera el relevo de color político en Moncloa.

El caso es que el edificio de Correos lleva cerrado al menos cinco años, ya que esta sociedad estatal decidió trasladarse al Industrial en 2009. Una construcción antigua como es el caso, cerrada, sin vida y sin mantenimiento, acrecienta su riesgo de deterioro. Con su compra, la Ciudad Autónoma ha evitado no solo que se perdiera este edificio, sino también que se pudiera especular con él y sumarlo al patrimonio de los melillenses para que éstos no pierdan una parte de su historia por una dejadez que hubiera sido imperdonable. Su futuro uso universitario no hace más que poner la guinda a la operación, por la vida que se dará al centro, de la misma forma que se conseguirá en el Polígono con la rehabilitación del antiguo Mercado Central para un centro multidisciplinar.

La oposición no ha visto con buenos ojos esta compra, como ha pasado con casi todas las actuaciones que se han llevado a cabo en los últimos años, y abogaba por seguir perdiendo el tiempo, que ya corría en contra del edificio, que podrá ser recuperado como ya se ha hecho con otros históricos de Melilla, como es el caso del Teatro Kursaal o las fachadas modernistas que, poco a poco, van recuperando su esplendor. Como ya ocurriera con el recinto del Pueblo, que también se está recuperando para orgullo de los melillenses.

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