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El pregonero Luis Alpuente ruega a la Virgen de la Soledad ayuda para “combatir la violencia y el terror”

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"Ayúdanos a combatir la violencia y el terror, a preservar el respeto entre nosotros y que los atroces crímenes que se derivan de injustificados fanatismos, den paso a una comunidad plural en donde reine el respeto y el entendimiento mutuo". Con estas palabras encaminaba Luis Alpuente el acto de desagravio a la Virgen de la Soledad, en la siempre sobrecogedora noche del Viernes Santo; una velada en la que Guillermo Merino, en representación de la Junta Joven de la Cofradía, pidiera a la Señora de Melilla que no abandone "a los que te necesitan, que bendigas esta cofradía, a aquellos que ya no están con nosotros, y a los melillenses que te arropan y acompañan en esta noche de dolor y reflexión". El reloj de la fachada del Palacio de la Asamblea marcaba las once de la noche del Viernes Santo melillense cuando se abrían las puertas del Sagrado Corazón para el inicio de la salida procesional de la Soledad de Nuestra Señora, rememorando así aquel cercano aún Viernes Santo de 1980 cuando la Soledad volvió a salir en procesión posibilitando la recuperación de la Semana Santa melillense. Se ponía fin a la paralización decretada por el Obispado de Málaga en 1973. El encargado ayer de dar las tres llamadas a la puerta del templo para que se abriera y diera paso a la salida del trono fue Antonio Espínola.

Junta Joven
La virgen completó su triste recorrido por las calles de su ciudad, atravesando el angosto callejón que lleva su nombre desde 2001 que, un año más, apareció alfombrado por miles de pétalos de flores elaborado por los jóvenes de la Cofradía, homenajeándola en silencio. Los costaleros colocaron uno a uno, en la pequeña hornacina, a modo de ermita de la virgen en esa calle, claveles de color blanco, formando un gran corazón. Algunos de los presentes pudieron acercarse, meterse bajo el trono y portar a la Señora de Melilla durante unos minutos.

En esta ocasión fue Guillermo Merino el encargado de dar lectura a la carta de la Junta Joven de la Cofradía, a la virgen: "Virgen de la Soledad, Mi Señora. 365 días de serena e inquietante espera para poder estar contigo y ofrecerte, humildemente, esta alfombra que con tanta pasión y cariño elabora tu Junta Joven. Para ofrecerte nuestro amor, respeto y entrega. Alzo la mirada y te contemplo.

El corazón se me encoje al ver las lágrimas de tu rostro, tus manos cansadas sujetando una muestra de la tortura, tu mirada perdida en la sinrazón de los hombres, tu manto, tu rosario meciéndose al ritmo de los varales. Te han arrancado lo que más querías, han partido tu corazón con una daga y han castigado tu amor con una cruz de madera sin saber lo que hacían. Y, por ello, te pido perdón, Madre. No puedo pedirte que no estés triste. No puedo pedirte que alivies tu dolor y lo repartas entre nosotros porque sé que no lo harías. No quiero protagonizar una noche que no es la mía, pues esta noche mi voz debe ser la voz de toda tu Junta Joven, Madre.

Pero es inevitable que los recuerdos me invadan y verme de la mano de mi padre junto a tu trono antes de los aldabonazos y de tu salida del templo y sentir como apretaba la mía, al contemplar tu rostro. Ni una palabra, ni un gesto, pero sé lo que sentía y hoy, más que nunca, sé lo que sentía. Desde entonces te he acompañado en tu callejón, con mi túnica, mi cirio, con el cansancio típico de un niño que vela, pero esa noche sólo quería estar cerca de ti, Madre.

Ahora me voy haciendo mayor y cada Viernes Santo, espero poder acompañarte de nuevo junto a la Junta Joven, anhelando ese día en el que mi hombro, bajo tu manto, pueda sentir el peso de tu dolor y tu tristeza, Madre. ¡Mira a tu alrededor! No cabe un alma en este bendito lugar, faltan varales para que Melilla entera pueda mecerte. ¡Estamos aquí, contigo, Mi Señora de la Soledad! Estamos aquí para demostrarte que no lo consiguieron Madre, que el amor y la palabra triunfaron sobre el odio, la osadía, las lanzas y la mezquindad de los hombres. Que nada fue en vano, Madre. Ahora, te ruego que no abandones a los que te necesitan, que bendigas esta cofradía, al capataz, a tus portadores, a los que en tu casa se quedan esperando tu recogida, a las mantillas que acompañan tu tristeza, a aquellos que ya no están con nosotros, a los melillenses que te arropan y acompañan en esta noche de dolor y reflexión, y a esta Junta Joven que vive por ti. ¡Esta noche, Madre, sólo quiero estar cerca de ti! ¡Viva la Virgen de la Soledad!".

Varias voces rompen el silencio de la noche con sus saetas a la Virgen, con las que acompañarle en su dolor. La Virgen entra silenciosa y sola a una oscura Avenida, donde un río de cirios parece marcarle las orillas del camino a seguir, mientras un tambor destemplado quiere ahogar las lágrimas de la Madre. La cofradía de la Soledad repartió más de dos mil velas entre el público. A la una de la madrugada, en la oscura noche melillense y envuelta en un mar de luciérnagas, la virgen recibe frente la tribuna de autoridades y la fiscalía el acto de desagravio, el pregón del perdón que en nombre de los melillenses le ofreció Luis Alpuente Ortega, cofrade con raigambre en la Cofradía de la Soledad.

Desagravio
"Buenas noches Madre. Buenas noches Soledad. Gracias por haber elegido mi voz para dirigirme a ti en esta noche de dolor. Que responsabilidad el desagraviarte en una noche tan triste y oscura y que mi voz sea el reflejo del perdón y súplica de tantas personas que sienten devoción por ti y que hoy se unen a tu soledad. Llega el momento y tres aldabonazos anuncian el silencio, anuncian la oscuridad, anuncian tu soledad. Envuelves nuestras calles del llanto amargo por la muerte de tu hijo. Bajo el silencio, el paso lento, el respeto, el dolor y por ello queremos pedirte perdón desde el amor que nos profesas.

Y desde ese amor Madre, desde ese amor que tu hijo nos enseñó, esta noche venimos a desagraviar tu dolor. Dolor sumido en las miserias humanas que inundan nuestro día a día y por lo que queremos suplicarte perdón y ayuda. Ayúdanos a dar cabida a las cosas buenas para que se alojen en nuestros corazones y a vivir como si fuese el último día de nuestra vida. Ayúdanos a combatir la violencia y el terror, a preservar el respeto entre nosotros y que los atroces crímenes que se derivan de injustificados fanatismos, den paso a una comunidad plural en donde reine el respeto y el entendimiento mutuo.

Ayúdanos Madre, a encontrar en nuestras familias el pilar que guíe nuestros pasos. Que la soledad que hoy te inunda no tenga lugar en nuestra vida y que cojamos de la mano a aquellos que lo necesiten. Ayúdanos a proteger a nuestros hijos y a educarlos en el respeto y en aquellos valores que nos has enseñado. No permitas que nuestros odios y enfrentamientos personales superen el bienestar y el interés de aquéllos que ven en nuestros pasos el ejemplo a seguir en sus vidas.

Ayúdanos Madre, a tender la mano a aquellos que lo han perdido todo y ayúdanos Madre a ser mejores personas y a conseguir un mundo mejor, sin violencia, sin terror, sin maldad, sin egoísmos, sin envidias, sin pobreza, sin todo aquello que llevó a tu hijo a la Cruz y por lo que esta noche sientes tu soledad.

Tenemos fe Madre, tenemos fe en que guíes nuestras vidas no con la vista, sino con el corazón. Tener Fe, es levantarse cuando uno se ha caído, es arriesgar todo a cambio de un sueño, de un amor, de un ideal. Tener Fe es conducirse por los caminos de la vida de la forma en que un niño toma la mano de sus padres. Es que dejemos nuestros problemas en manos de Dios y nos arrojemos a sus brazos antes que al abismo de la desesperación. Fe es que descansemos en Él para que nos cargue, en vez de cargar nosotros con nuestros problemas.

Gracias Madre. Gracias Soledad. Gracias por creer en mi alma. Creo en mis palabras, en mis abrazos y mis miradas, en quien soy y por lo tanto, en quien a pesar de las derrotas no tengo intenciones de dejar de ser. Creo en mi sueño, en mi esfuerzo, en el destino, en mi historia, en la vida y en la magia con la que toca todas las cosas, creo en un mundo maravilloso que espera recibir mi gota de ayuda, y por supuesto: creo en el amor y en ese modo indescriptible de recorrer el camino de la vida en la fe y en la esperanza de una vida y un mundo mejor.

Camina despacio Madre, camina en soledad bajo el silencio y el respeto de los que hoy te acompañamos. Derrama tus lágrimas sobre nuestro perdón e ilumina el camino hacia tu templo. Cúbrenos con tu manto en las miserias de la humanidad y guíanos en la fe y en el amor. En tu Soledad, en la nuestra, tu hijo te espera. Buenas noches Madre. Buenas noches Soledad".

Tras la oración del pregonero, volvió el silencio a la noche melillense, roto sólo por el tambor que acompañó a la Soledad en su mar de luciérnagas hasta volver a su templo, al Sagrado Corazón, cerrando así la triste noche del Viernes Santo, pero con el corazón esperanzado y listo para la noticia feliz de la resurrección.

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Jesús Andújar

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