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Carta del Editor

El sistema no funciona, o de guatemala a guatepeor

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“Que el ambiente sea cada vez más sucio, que la táctica de denunciar por todo y a todos sea cada día más frecuente, que algunas "diligencias" sean tan escandalosamente falsas y malintencionadas, que algunos jueces mantengan procesos tan largos unas veces como extrañamente cortos en otras, que haya tantos, tantísimos imputados, tal cantidad de detenidos en operaciones peliculeras y ningún condenado tras años de ruidosas y aireadas "Operaciones", que todo eso, y mucho más, ocurra es tan injusto como escandaloso, además de dañino para toda la sociedad, para todas las personas afectadas hasta la exasperación por la injusticia y por una paralización de la administración pública sin precedentes” Oigo en la radio hablar sobre la educación en España. El tono general de las intervenciones es que en nuestro país hay buenos educadores y que los alumnos tienen inteligencia suficiente para aprender, pero que el sistema no acompaña, obstaculiza en vez de ayudar, ralentiza en lugar de acelerar, aburre y no ilusiona, desmoraliza y no motiva. Si oigo hablar a los empresarios españoles, grandes, medianos y pequeños, oigo lo mismo, que tienen ganas de invertir y de trabajar, que España es un gran país o, como mínimo, un buen país para desarrollar empresas y proyectos, etc, pero que el sistema no acompaña, obstaculiza, ralentiza hasta la exasperación, aburre, desmoraliza, etc, etc. Si leo a los que dedican a la sanidad, más de lo mismo: mucho se intenta, bastante se consigue, pero el sistema… Si aplico mi propia experiencia en el ámbito deportivo, y no digamos nada si lo hago con mi experiencia en el campo del golf (que ahora han conseguido que se encuentre en una situación lamentable), la conclusión traspasa lo triste y entra de lleno en lo patético. Y algo parecido dicen los que se dedican profesionalmente a la actividad deportiva: el sistema no funciona. Lo mismo dicen, por supuesto, todos los partidos políticos, menos los que están en algún tipo de poder, y casi todos los analistas políticos que, por cierto, son legión.
El sistema es una palabra que, como casi todas las del idioma español, viene del griego y del latín, de sym, junto, e histemi, poner, o sea el sistema es un conjunto de reglas o principios sobre una materia enlazados entre sí, o un conjunto de cosas que ordenadamente relacionadas entre sí contribuyen a determinado objetivo. Por lo tanto, si el objetivo no está claro o se persiguen objetivos incompatibles entre sí resulta claro que el sistema no puede funcionar bien, porque no puede contribuir a un objetivo que no está determinado.
Pongamos, a título de ejemplo, la administración pública, que es algo creado y costeado por las personas, convertidas en ciudadanos, o sea, personas con derechos contemplados en una norma general que acostumbra llamarse Constitución, para dar servicio a esos ciudadanos que la crean y la costean, con gran esfuerzo, por cierto. E incluyamos en el concepto amplio de administración pública a los partidos políticos, los sindicatos, las organizaciones empresariales, las ONGs subvencionadas, las fuerzas y cuerpos de seguridad de los diferentes estados, y así. Y supongamos que el conjunto de todas esas organizaciones, creadas para proporcionar servicios, actúa como si fueran los ciudadanos, que las pagan y mantienen, los que les tienen que dar servicio a ellas. Supongamos que un funcionario que cobra para investigar con objetividad algo, una denuncia falsa, por ejemplo, en vez de hacerlo se dedica a falsear datos, ocultar declaraciones, tergiversar documentos, mentir, martirizar psicológicamente a los declarantes tratándoles no ya sólo como imputados, sino como culpables irredentos. Ese funcionario ha destrozado el sistema, el objetivo sobre el que el sistema se basa, se costea, se mantiene y se justifica. El sistema, así, no puede funcionar, y ese es el sentir general de los españoles ahora: que el sistema no funciona o funciona mal.
Nos hallamos en plena Semana Santa, unos días que deberían ser de meditación y descanso. Unos días que muchos melillenses aprovechan para salir de la ciudad, que es, sin serlo, una isla, dejando Melilla como si fuera un semidesierto, a pesar de lo cual, y con esfuerzos muy meritorios, se ha conseguido que una tradición tan ligada a la cultura española como son los desfiles procesionales se siga manteniendo. Contemplados por más o menos gente en las calles, pero manteniéndose. Somos lo que somos, en gran medida, por lo que heredamos (sin tener que pagar impuestos de sucesiones ni nada de esos indignantes impuestos que nos obligan a pagar) y mantener nuestras tradiciones es lo que nos hace vivir. Conviene no olvidarlo.
Pero nos encontramos, también, cada vez más cerca de ese 24 de mayo en el que se celebrarán unas elecciones locales que si en general son muy importantes para Melilla, en esta ocasión son casi vitales. Que el ambiente sea cada vez más sucio, que la táctica de denunciar por todo y a todos sea cada día más frecuente, que algunas "diligencias" sean tan escandalosamente falsas y malintencionadas, que algunos jueces mantengan procesos tan largos unas veces como extrañamente cortos en otras, que haya tantos, tantísimos imputados, tal cantidad de detenidos en operaciones peliculeras y ningún condenado tras años de ruidosas y aireadas "Operaciones", que todo eso, y mucho más, ocurra es tan injusto como escandaloso, además de dañino para toda la sociedad, para todas las personas, para todos los españoles y, muy especialmente, para todos los melillenses, afectados hasta la exasperación por la injusticia y por una paralización de la administración pública sin precedentes.
Si lo que algún partido de la oposición pretendía era eso, como todo lo indica o , por señalar con mayor precisión, si el partido cuya cabecera electoral va a ser el político tonto cum laude que es Julio Liarte pretendía esa paralización y, como declara su presidente y condenado Ignacio Velázquez (ya que estoy condenado yo, a ver si consigo que condenen a todos los que se oponen a mis designios), crear la sensación de que en Melilla todo lo que hace el Gobierno de la Ciudad es un caos, pues nada, enhorabuena, ya lo han conseguido. A costa de todos los ciudadanos melillenses y de muchas situaciones injustas, pero eso, según ellos, son daños colaterales. Y así, el daño, que no es colateral sino vital, se mantendrá y prolongará, siempre que la mayoría de los melillenses en vez de votar con la razón el 24 de mayo lo hagan bajo el influjo del despecho y la desilusión. Porque salir de guatemala para entrar en guatepeor no es una solución ni inteligente ni práctica.

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