Que en Melilla sea necesaria una mayor vigilancia policial de lo que es normal en otros lugares de España para garantizar la limpieza del proceso electoral debería avergonzarnos como sociedad. No sólo a los partidos que concurren a los comicios, sino también al conjunto de los ciudadanos por permitir que la sombra de la duda o la sospecha debilite las garantías de algo tan trascendental como un proceso electoral Que en Melilla sea necesaria una mayor vigilancia policial de lo que es normal en otros lugares de España para garantizar la limpieza del proceso electoral debería avergonzarnos como sociedad. No sólo a los partidos que concurren a los comicios, sino también al conjunto de los ciudadanos por permitir que la sombra de la duda o la sospecha debilite las garantías de algo tan trascendental como un proceso electoral. El problema es que siempre hay quien está dispuesto a aprovecharse de la necesidad ajena, como ocurre en el caso de las mafias que trafican con inmigrantes y se lucran de su desesperación. Este caso no es equiparable a la posibilidad de que pueda darse una presunta compra de votos por parte de alguna formación política, pero igualmente confluyen en él factores como la desesperación del necesitado y los pocos escrúpulos de quien está dispuesto a sacar tajada, aunque sea a costa de pudrir algo tan valioso como un sistema democrático que tanta sangre, sudor y lágrimas costaron a los españoles hace algunas décadas.
Hoy precisamente termina el plazo para solicitar el voto por correo, y no es descartable que puedan darse situaciones de nervios en torno a la sede de Correos, como ya ha pasado en comicios anteriores en Melilla. Esto no es normal, como tampoco lo es el robo de 13 sobres con solicitudes de voto postal a una funcionaria de Correos en la Cañada el sábado pasado y que ha sido denunciado por varios partidos políticos. Esto ha dado lugar a escenas tan dantescas como las que se están dando estos días, con carteros escoltados por policías y patrullas custodiando de manera permanente la oficina postal del Barrio del Industrial. Y a todo ello se une otra constante en las elecciones en Melilla, como es la incógnita de por qué hay tan elevado índice de votos por correo sin que exista razón lógica que lo justifique cuando la mayoría de quienes piden esa opción son residentes en Melilla a los que, teóricamente, nada impide ir a votar a pie de urna, salvo que existan razones de fuerza mayor, como ocurre con el caso de electores que no pueden desplazarse por motivos de salud o porque tengan algún viaje programado.
Las dudas sobre el voto por correo no son nuevas en Melilla y es necesario acabar ya, de una vez por todas, con una situación que se remonta a cerca de una década. Quizá el próximo juicio sobre el caso voto por correo, que estalló en 2008, pueda ayudar a zanjar las presuntas irregularidades que alguno/s en Melilla podrían estar llevando a cabo con esta opción de voto a distancia que se habilitó no para que alguien venda su derecho a decidir y otros estén dispuestos a comprarlo, sino para facilitar el sufragio a quienes no pueden ir a la urna y engrandecer nuestra democracia.
