Para alcanzar un pacto, es necesario negociar. Y para negociar, es imprescindible que las dos partes cedan en sus pretensiones iniciales, algo que por ahora no se está viendo. Los partidos de la oposición que estén dispuestos a pactar con el partido mayoritario deberían tener también en cuenta su saldo de votos y su situación para relajar sus pretensiones Queda poco más de una semana para que la Asamblea de Melilla abra oficialmente una nueva legislatura, la sexta desde su existencia. Una etapa radicalmente distinta a la que ha habido en los tres últimos mandatos, en los que la mayoría absoluta conseguida por el PP no hacía necesario llegar a acuerdos de gobierno. Eso no significa que hubiera una dictadura, como algún partido político de la oposición ha querido dar a entender todos estos años. Tener esa opinión es no aceptar los resultados electorales, ni saber interpretar lo que los melillenses quieren decir con sus votos, que es la mejor manera que tienen de expresar su opinión cada cuatro años.
Los melillenses ahora han dicho que quieren un escenario político en el que el gobierno esté condenado a entenderse con otros partidos para tomar sus decisiones y gestionar los intereses generales de la ciudad. Tal y como ha quedado configurada la Asamblea, tres son las opciones posibles: o el PP gobierna solo con su mayoría simple, lo que le obligaría a estar pactando actuaciones durante cuatro años, o gobierna en coalición con otro partido, o bien el Ejecutivo pasa entonces a la unión de los cuatro partidos que han registrado menos votos que el PP individualmente, pero entre todos lo superan alcanzando la mayoría absoluta.
En estos momentos no parece clara ninguna de esas tres posibilidades y todo está en el aire a juzgar por los movimientos en el ámbito político de Melilla. Pero independientemente de cuál sea la que finalmente suceda el 13 de junio, lo que está claro es que el futuro Gobierno tendrá que guiarse por el diálogo y los acuerdos ante la ausencia de una mayoría absoluta como sí ha habido durante los últimos 12 años. Este panorama, que ya se ha dado en otras ocasiones anteriores en la Asamblea, puede ser incluso saludable para la vida política de Melilla si se gestiona bien, pero para ello hacen falta muchas dosis de responsabilidad y predisposición entre las opciones políticas a las que los melillenses han dado representación parlamentaria.
Lo primero se está viendo ya en mayor o menor medida, como refleja el cambio de tono que están empleando los diferentes candidatos respecto al que tenían no ya en la campaña, donde casi todo vale, sino en la anterior legislatura, cuando las diferencias entre el PP y el resto parecían insalvables. Hoy esa distancia y tensión ha disminuido con creces, al menos aparentemente, como ayer se pudo ver por ejemplo en la reunión de Imbroda con la diputada electa Paz Velázquez. La enemistad entre PP y PPL ha sido una de las señas de identidad del anterior mandato, pero en el próximo parece que podría haber entendimiento, parcial o total, porque ambos partidos están dando pasos para conseguirlo aunque de momento no hayan llegado a un acuerdo.
Ahí es donde entra en juego la predisposición a la que aludíamos antes. Para alcanzar un pacto, es necesario negociar. Y para negociar, es imprescindible que las dos partes cedan en sus pretensiones iniciales, algo que por ahora no se está viendo. Los partidos de la oposición que estén dispuestos a pactar con el partido mayoritario deberían tener también en cuenta su saldo de votos y su situación política para relajar sus pretensiones, en algunos casos muy elevadas, aunque eso tampoco significa que tengan que regalar sus votos al PP a cambio de nada. Los líderes políticos no deberían quedarse simplemente con la anécdota de la reunión y la foto, sino que deben mirar más allá y actuar con la responsabilidad necesaria para que los cuatro próximos años Melilla no tenga que caminar continuamente en arenas movedizas con el riesgo de terminar hundiéndose en el fango.
