A pesar de los pesares, y de las interpretaciones interesadas, la realidad de las elecciones en Melilla es que la derecha ha perdido casi cuatro mil votos y cuatro concejales y las opciones que significan cambio han ganado más de cuatro mil votos y cuatro concejales.
Evidentemente no han sido bastantes los votos perdidos por la derecha para que el cambio sea mucho más visible, y previsiblemente Imbroda continuará gobernando la ciudad, aunque sin la mayoría absoluta a la que está tan acostumbrado para hacer la política habitual, que ha llevado a las imputaciones de diversos miembros de su gobierno. Y, los demócratas esperamos, que el control que puede ejercer la oposición, sea suficiente para cambiar las maneras despóticas de ejercer el poder hasta ahora.
Ya se notan, de alguna forma, los cambios: en dos semanas no he escuchado al sr. Marín pedir que metan en la cárcel a ningún otro político de la oposición y ha convertido al sr. Imbroda en un gran conversador, que no tiene ningún inconveniente en cambiar impresiones, incluso con gente que no tiene apellidos de su mismo origen.
Pero, por desgracia, no se acaban aquí los procedimientos de la vieja política, a los ejemplos vergonzosos durante la campaña electoral (insultos, infracciones legales del voto por correo de la última semana, la entrada en acción del nº 6 de la lista del PP y la actuación estelar de la justicia -que a diferencia de Madrid o Valencia- comunica autos en plena campaña, junto a las declaraciones indignas del delegado del gobierno) nos encontramos con el desastre -o algo peor- de la Junta Electoral de Zona que comunica los resultados provisionales 20 horas después de finalizar las votaciones -más o menos como Biafra- y con las cuentas equivocadas: el nº total de votos a candidaturas, más los votos nulos y en blanco, supera en 36 votos a los votantes totales. En fin, eso es lo que hay.
IZIZAWN N MRIC
