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CARTA DEL EDITOR 22/7/2015

El gasto esclaviza y la austeridad libera

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“Una administración pública que, como la local melillense, no paga sus facturas, empujando al borde de la ruina a los pocas empresas privadas que todavía perviven en nuestra ciudad, una administración local que tiene a su disposición un presupuesto anual consolidado, incluyendo empresas públicas de nada menos que 250 millones de euros, no puede seguir actuando como lo ha hecho durante los últimos años”

Interpretan que Hesíodo, filósofo griego del, más o menos, año 700 a. C. fue uno de los primeros y más grandes exponentes de la arrogancia contra el poder. Quizás ese fuera su gran mérito, aunque es aún más conocido por haber sido, junto con Homero, el padre de la extraordinaria mitología griega. Quedémonos, pues, con eso de la arrogancia contra el poder, algo hoy tan escaso.

Varoufakis, el ya defenestrado ministro griego de economía, solo se parece a Hesíodo en que es griego, aunque entre la Grecia del 700 antes de Cristo y la actual hay, aproximadamente, el mismo parecido que entre un huevo y una castaña, o sea, ninguno. Sin embargo Varoufakis también hizo uso, y abuso, de una notable arrogancia contra el poder. Una extraña arrogancia, si se tiene en cuenta que su país debe a la Unión Europea, o sea, a sus ciudadanos, la enorme cifra de 200.000 millones de euros (de de ellos 26.000 millones a España, gracias a una de las innumerables torpezas de Zapatero, sobre todo). Una arrogancia aún más incomprensible, e ineficaz, si se considera que proviene de un pedigüeño cuyo país no puede sobrevivir (él sí) si no le dan aún más dinero. Un dinero imprescindible para que los pobres ciudadanos griegos puedan salir del corralito (en el que les han metido sus gobernantes, que no los ciudadanos españoles, alemanes, franceses, suecos, etc, que son los que pagamos), cobrar sus pensiones, alimentarse mínimamente y hacer frente a otras cosas básicas. Es evidente que el coste de dejar quebrar a Grecia es menor que el de rescatarla, aún dando por perdidos los más de 200.000 millones de euros ya puestos y que podemos dar por perdidos, pero me temo que Grecia va a ser de nuevo rescatada, de forma que, cuando ya sea notoriamente imposible evitar pagar lo que debe, Grecia saldrá de la Unión Europea y del euro dejando una deuda, que jamás lograrán pagar, de 250.000 millones de euros, en vez de los 200.000 millones de ahora. Eso sí, la ingente cantidad de burócratas y políticos (Pablo Iglesias entre ellos) que cobran, mucho, de la UE seguirán cobrando.
¿Cómo se soporta todo este monumental disparate? Básicamente emitiendo deuda pública de los diferentes países de la Unión y "obligando" a comprarla a sus principales bancos (¿quien, si no, iba a comprar deuda pública griega, por ejemplo?). Y, leo a uno de los grandes gestores de fondos que hay en el mundo, que eso de que la deuda de un país, la deuda pública, no tiene riesgo "es una imbecilidad, es la deuda que más riesgo tiene, porque se paga con impuestos, recortes y menos crecimiento". En resumen, solucionar deuda con más deuda es meternos más de lleno en el desastre. Y los políticos no van a solucionar eso porque, como dice Jean-Claude Juncker, "todos (los políticos) sabemos lo que hay que hacer, lo que no sabemos es cómo ser reelegidos si lo hacemos". O sea, que no lo harán, o al menos no lo harán con la suficiente firmeza.

En el ámbito melillense y una vez resuelta, con mayor o menor brillantez según se quiera contemplar el vaso medio lleno o medio vacío, la incógnita de quién iba a ocupar la presidencia de la CAM, y despejada también al incógnita de qué Consejería y qué cargo iba a desempeñar la persona que, con su voto, posibilitó la elección con mayoría absoluta de Juan José Imbroda, permanece la incertidumbre sobré quienes y cuántos van a ser los próximos consejeros. De momento sólo se sabe que, según el pacto Imbroda-Velázquez (porque un pacto PP-PPL, con el segundo absorbido por el primero sería un pacto de uno con uno mismo, un absurdo, como decía el viernes Gloria Rojas) va a haber menos consejerías, algo sin duda positivo, aunque estoy seguro de que la disminución no llegará al nivel que Melilla precisa, que es de un máximo de tres consejerías. Demasiada gente se iba a quedar descontenta, si no es colocada bajo la inmensa manta de la administración pública.

Lo que sí sabemos es que ni Miguel Marín ni María Antonia Garbín van a ser consejeros, aunque sí van a seguir siendo diputados. En aras de un extraño pacto, Marín y Garbín han sido apartados del Gobierno, aunque les han adjudicado otras funciones y, muy dentro de lo que se considera políticamente correcto, ambos han dado un paso atrás asumiendo, con toda humildad, fidelidad a Imbroda y elegancia, su paso a una relativa, y quizás corta, reserva en la acción. Pero lo curioso, y triste, es que ambos, Marín y Garbín, han sido dos de los consejeros más trabajadores y comprometidos que el "Gobierno Imbroda" ha tenido. Han sido dos de los que más han luchado y, como es habitual en esta injusta sociedad que todavía padecemos, lo han pagado, en vez de ser premiados por ello.

Lo que sí podemos exigir también (otra cosa es que nos hagan caso) es que la Consejería de Economía de la Ciudad funcione, que se ponga a la cabeza de ese área alguien que sepa y la haga funcionar. Porque una administración pública que, como la local melillense, no paga sus facturas, empujando al borde de la ruina a los pocas empresas privadas que todavía perviven en nuestra ciudad, una administración local que tiene a su disposición un presupuesto anual consolidado, incluyendo empresas públicas de nada menos que 250 millones de euros, no puede seguir actuando como lo ha hecho durante los últimos años.

Dice Daniel Lacalle, un brillante economista que es una figura en la City londinense, para orgullo de España, en su libro "Viaje a la libertad económica" subtitulado "Por qué el gasto esclaviza y la austeridad libera", que la libertad es mucho más social que el intervencionismo. Y lo menos que le podemos pedir a un Gobierno que se autodefine como liberal, el PP de Rajoy, en España, e Imbroda, en Melilla, es que ponga en práctica políticas liberales, de libertad, no comunistas, de intervención en todo. Y que recuerde lo que escribió Benjamín Franklin: la sociedad que entrega parte de su libertad a cambio de algo de seguridad no merece ninguna de las dos, y perderá ambas.

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