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Felicidades en el Aid el Fitr

Una celebración, por tanto, que se completa con esas reuniones familiares que fortalecen la unión y los buenos sentimientos hacia uno mismo, hacia los más cercanos y hacia los demás. Una de las fechas claves en el devenir melillense es, sin lugar a dudas, la celebración del mes de ayuno sagrado de Ramadán. Por tanto cuando hace prácticamente un mes arrancaba una manifestación de fe que además de la prohibición para ingerir alimentos y bebidas de sol a sol, conlleva otras abstenciones en el ámbito de los pensamientos impuros o en la práctica de relaciones sexuales, se iniciaba un período de singulares connotaciones para la ciudad en multiples aspectos.

La trascendencia que la etapa del ayuno tiene para el día a día de los ciudadanos es progresiva ya que el colectivo de musulmanes melillenses aumenta de forma progresiva con respecto a los demás comunidades y además porque el cumplimiento de esta práctica, de marcado contenido religioso en la actualidad, en términos porcentuales, roza prácticamente el 100% de la población de origen bereber.

A pesar de que resulte repetitivo aludir a la multiculturalidad, así como a la armoniosa y ejemplar convivencia de las diferentes etnias con representación en la ciudad, es imposible no hacer mención de esas características en jornadas como la que Melilla va a vivir hoy con el inicio del ya tradicional y multitudinario rezo que congrega en la explanada del campo de fútbol colindante con el Acuartelamiento Millán Astray, que acoge al Tercio Gran Capitán I de La Legión, a cientos de musulmanes.

Seremos testigos una vez más de una ciudad cerrada a cal y canto a la actividad comercial y empresarial, con un margen porcentual realmente escaso de establecimientos abiertos al público. Un hecho, que para los visitantes resulta anecdótico mientras que los melillenses lo vemos habitual como parte del costumbrismo en estas jornadas especiales del año. Pero al mismo tiempo, tanto visitantes como residentes disfrutaremos de una Melilla festiva, relajada que presentará una imagen donde imperen las familias vestidas con sus mejores galas y esas bonitas chilabas blancas que imprimen un toque especial en calles, plazas y parques. Una día, por tanto, festivo que pone fin al mes de ayuno del Ramadán, un período de sacrificio, al no poder ingerir alimentos ni sólidos ni líquidos durante las horas en las que luce el sol. Pero, sin embargo, una etapa que a pesar de la dureza que conlleva el cumplimiento del precepto, en la mayoría de los casos en lugar de afrontarlo como algo difícil o una pesada carga, resulta justo lo contrario ya que los musulmanes lo enfocan como una limpieza tanto física como espiritual y, en definitiva, algo muy positivo, como una especie de regeneración interna que se utiliza para reflexionar y reconducir aspectos personales ya que el ritmo del trabajo diario no deja tiempo para recapacitar sobre lo verdaderamente importante que da sentido a la existencia.

Una celebración, por tanto, que se completa con esas reuniones familiares que fortalecen la unión y los buenos sentimientos hacia uno mismo, hacia los más cercanos y hacia los demás. Muchas felicidades, de nuevo, para todo el colectivo musulmán.

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