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La Feria de Melilla, ocho años lejos de su tradicional cobijo en el Parque Hernández

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Hace ocho años se llevó a cabo el anunciado y nunca materializado traslado de la Feria de Melilla del interior del Parque Hernández a la nueva plaza de San Lorenzo, un espacio multifuncional acondicionado para acoger también la feria. Se ponía fin así a un siglo de la feria en el Parque y a las promesas de los distintos gobiernos de buscarle una nueva ubicación para evitar el deterioro del parque. De hecho se llegó a hablar de trasladarla a la explanada de Rostrogordo. La feria, en su nueva ubicación, ha ganado en limpieza y colorido, aunque a muchos la nostalgia les lleve a recordar la imagen de la magnífica portada ferial a las puertas de un abarrotado parque. Hace ocho años la Feria de Melilla se despedía del Parque Hernández, la Plaza de España y la Avenida de la Marina Española para despertarse, sorprendida, un tanto inquieta y con dudas, en un nuevo espacio. Un nuevo recinto, más moderno y céntrico, un espacio en el que aglutinar tanto las casetas, ahora cobijadas cada una en tiendas con techo y paredes de tela, como las atracciones feriales, flanqueados todos de puestos de quincalla y los cafetines y bares ambulantes de toda la vida.

Traslado
¿El traslado fue un acierto? El tiempo parece darle la razón a los que tomaron la decisión, pero muchos guardaremos un recuerdo nostálgico de la feria constreñida en un parque Hernández que se convertía en protagonista y víctima a la vez, de los festejos patronales. No en vano, a pesar de los pesares, de las ordenanzas municipales, de las multas, de las mediciones melimétricas de espacios y el cuidado sumo aplicado, el parque sobrevivía a duras penas a la presencia de miles de personas y a los vertidos de residuos, alcoholes varios y basuras en general, de nueve días de celebraciones. Prácticamente se necesitaban los doce meses siguientes para que recuperara la normalidad, que las plantas, aunque protegidas, recobraran sus fuerzas y espacios.

La Avenida de la Democracia y el último tramo de la calle General Marina, donde se ubicaban los cafetines, puestos de alimentación y los de "los hippies" donde se vendían bisutería y prendas de vestir, sufrían también de la acción humana.

El único espacio que sobrevivía o al menos se recuperaba con mayor prontitud, era sin duda la Plaza de España, no así sus zonas ajardinadas, que además de las pisadas de los miles de visitantes que acudían a las atracciones, también servían a veces de aseos públicos o papeleras sin control. La calzada de la Plaza de España y la de la Marina Española, en la que se situaban las atracciones, pronto volvían a la normalidad. El Centro de la ciudad no se libraba de la feria, porque era preciso que se cortaran calles, incluyendo la Avenida Juan Carlos y varias paralelas, con lo que circular por estas zonas era complejo.

Pero problemas al margen, la Feria del Parque tenía su encanto. El cielo era el límite. Las casetas no estaban techadas y se separaban por endebles mamparas, ocasionando que la música de una se filtrara o tapara a la de su vecino. Pero la distribución de todas ellas permitía que se creara un original paseo que recorría todo el parque de punta a punta, que invitaba a recorrerlo como paso previo antes de ir a cenar, almorzar o dirigirse a la zona de los ruidosos cacharritos y las estridentes tómbolas.

El paseo permitía echar un vistazo en cada caseta, encontrarse con amigos, convertir en punto de reunión la farola central que sostenía las cadenetas de luces, pero sobre todo, destacaba la portada de feria que cada año rivalizaba con el anterior en diseño, en altura y luces. La portada ferial, similar a la que levantan Málaga o Sevilla, se convertía cada año en seña de identidad de la feria de Melilla. Ahora no es más que un recuerdo, porque en la nueva ubicación no existe portada, sino un gran frontal y arco de luz que da la bienvenida a la Feria, una feria que ya ha superado los cien años de vida.

Nostalgia
En 2008 cambió todo. Se producía el necesario traslado de la feria de Melilla que dejaba el que había venido siendo su recinto, el Parque Hernández, desde los últimos cien años, para asentarse en la Plaza de San Lorenzo. El parque había acogido, de forma tradicional, el desarrollo de los grandes eventos de la ciudad, como las fiestas patronales de septiembre, que no recibieron la denominación de "Feria de Melilla" hasta 1983 a propuesta del melillense Carlos Rubiales en base al nuevo enfoque, exitoso por otra parte, del desaparecido Pepe Imbroda, que logró relanzar la feria de la ciudad.

A los nostálgicos nos quedarán las fotografías, las grabaciones en video de la Feria del Parque, de aquella que recordaremos con sus pro y sus contras, mientras paseamos ahora por la Plaza de San Lorenzo, donde vuelve el olor de las nubes de algodón y las mazorcas en los anafres, el sonido de las sevillanas y las sirenas de las atracciones, los gritos de la chiquillería y las músicas de moda asomándose desde el interior de las casetas, algunas ya incluso con aire acondicionado para hacer más llevadero los calores del largo verano melillense. En cualquier caso, la Feria de Melilla, ya sea en el Parque Hernández o en la Plaza de San Lorenzo, sigue viva.

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Jesús Andújar

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