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CARTA DEL EDITOR

La trampa del 27-S

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“Es también esperanzador que en la presidencia del PP catalán haya habido un cambio para intentar terminar con la deriva hacia la nada en la que el partido se había embarcado. El nuevo presidente, Xavier Garcia Albiol, ha exclamado, tras la presentación de la propuesta de modificación urgente de la ley reguladora del Tribunal Constitucional, que "la broma se ha terminado", reconociendo, sin pretenderlo, que hasta ahora se había tomado a broma lo que no dejaba de ser, desde el principio, una pesadilla, ignorada por la vacuidad del Gobierno español”

El 27 de este mes de septiembre no se espera que ocurra nada especial en Melilla, donde casi todo, pasada o al menos amortiguada la enorme tormenta político- funcionarial-judicial que nos sacudió durante un año, más o menos, hasta la celebración de las elecciones locales, todo va volviendo a la normalidad y casi todo el mundo político está donde estaba, con algunos movimientos colaterales, con más calma y teniendo enfrente un horizonte relativamente lejano, de casi cuatro años más, que contribuirá a la estabilidad emocional, espero.

Cierto es que se podría haber aprovechado la tormenta para acometer algunos de los profundos cambios que nuestra ciudad necesita imperiosamente, pero -como ya dije en algunas de mis Cartas anteriores- con los mismos, o casi los mismos, mimbres es imposible hacer un cesto nuevo. Confiemos, porque no nos queda otra alternativa, que con mayor estabilidad, menos acosos desproporcionados, mayores esfuerzos, la experiencia de saber quién es quién que las tormentas recientes han puesto de manifiesto y mejores intenciones de gobierno y oposición, se pueda iniciar una nueva etapa de nuestra historia en la que el hacer prime sobre el no hacer, en la que los tibios sean tratados con tibieza y los miserables con desprecio, en la que los miembros de la administración pública, todos y a todos los niveles, comprenden que están al servicio de los ciudadanos, y no al revés. Y cosas así, como el sentido común -el menos común de los sentidos- demanda en una democracia y en un clima de imprescindible libertad.

Donde sí se espera que ocurra algo especial el 27-S es en Cataluña. Bien definido está ese día como "La trampa del 27-S", una trampa electoral a la que el presidente constitucional de la Generalidad catalana ha llevado a todos los españoles, mientras nuestro Gobierno miraba para otro lado (no hacía) o minusvalorarla la importancia de lo que, durante tanto tiempo, tantos años, estaba pasando allí, en esa Comunidad. Ahora, por fin y con prisas, ha decidido el Gobierno actuar de verdad y se ha propuesto modificar de manera urgente, con su mayoría parlamentaria, la ley que regula los atributos del Tribunal Constitucional, de manera que lo que este decida, como ocurre en todos los países de nuestro entorno, se tenga que cumplir, no como Mas y los separatistas catalanes han hecho hasta ahora, en todos sus ámbitos competenciales.

Coincido con los que opinan que el problema no es, como dice la oposición, que el Estado actúe ahora. La cuestión es que no lo haya hecho hasta ahora, tan tarde. Que el Tribunal Constitucional pueda suspender a Artur Mas y a los miembros de su gobierno por desobediencia si declaran la independencia de Cataluña entra dentro de cualquier principio básico de Derecho, la obligatoriedad de hacer cumplir las leyes y el castigo a quienes no las cumplen. Pero también es cierto que el Gobierno que preside Mariano Rajoy no debería intentar descargar toda la responsabilidad en tribunal alguno, sino que ha de recordar que el Gobierno mantiene su capacidad de disolver la autonomía, de acuerdo con el artículo 155 de nuestra Constitución. Olvidando, o no aplicando, esa capacidad, no consigue sino reforzar la tesis de que todos nuestros responsables políticos, todos, desde la Transición hasta ahora, han actuado con una inadmisible e incomprensible lenidad.

Lo alentador es que desde fuera del Estado se están empezando a recibir importantes apoyos. Quizás el más importante ha sido el de la canciller alemana, Angela Merkel, que se ha pronunciado, con su habitual claridad, contra el independentismo dentro de cualquier país de la Comunidad Europea, desmontando así la propagada mentira auspiciada por Mas y la inmensa mayoría de los medios de comunicación catalanes de que tras su independencia Cataluña seguiría formando parte de la CE. El primer ministro británico, David Camerón, con su reciente experiencia de la legalmente abortada independencia de Escocia a cuestas, se unió asimismo el pasado viernes al coro de los mandatarios europeos que avisan a los Más y compañía independentista de que, así, actuando ilegalmente, se quedarán fuera de la UE. También ha sido importante que la patronal catalana, Fomento del Trabajo, hasta ahora silente, se haya pronunciado avisando de los graves e inevitables problemas económicos que la independencia generaría para el conjunto de los catalanes.

Es también esperanzador que en la presidencia del PP catalán haya habido un cambio para intentar terminar con la deriva hacia la nada en la que el partido se había embarcado. El nuevo presidente, Xavier Garcia Albiol, ha exclamado, tras la presentación de la propuesta de modificación urgente de la ley reguladora del Tribunal Constitucional, que "la broma se ha terminado", reconociendo, sin pretenderlo, que hasta ahora se había tomado a broma lo que no dejaba de ser, desde el principio, una pesadilla, ignorada por la vacuidad del Gobierno español. Pero, en fin, habrá que acogerse, a diferencia de lo que han hecho todos los partidos políticos de la oposición -en mi opinión con manifiesta torpeza- al tan utilizado dicho de que más vale tarde que nunca. Porque, como bien resumía ayer en nuestro periódico Carlos Entrena en una de sus magníficas "Nota en libertad", "se ha convertido en una práctica común el incumplimiento de leyes y sentencias y el anuncio de políticos de la desobediencia a las leyes aprobadas democráticamente… Y cada incumplimiento es un paso atrás en el sistema democrático y una violación de los derechos de los ciudadanos afectados". Algo obviamente inaceptable, que nunca debería haber sido aceptado.

Resumía magistralmente Antonio Machado su vida con uno de sus célebres versos: "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla/ y un huerto claro donde madura el limonero/ mi juventud, veinte años en tierra de Castilla/ mi historia, algunos casos que recordar no quiero". Me duele ahora recordar la Barcelona en la que estudié la carrera y en la que, más tarde, hice, en el Instituto Superior de Estudios Empresariales, el curso de Alta Dirección, del que fui elegido presidente por profesores y alumnos, la mayoría catalanes. Me duele, ahora, recordar esos tiempos pretéritos, esos casos.

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