Imagínese noches a la luz de un farol o de una vela que se consume como el amor al que ilumina en una de esas citas, casi clandestinas, de pasiones encendidas con la punta de unos dedos que hacen ir más allá. Cristina del Valle, con su privilegiada voz trajo este viernes en el escenario de la Plaza de Armas, el aroma lento de la seducción traspasando la frontera que echando leña al fuego siempre pide más nivel. Los que siempre los hemos seguido notamos la ausencia de Alberto Comesaña, ese cincuenta por ciento de Amistades Peligrosas y ya ex en lo personal y profesional. Es difícil imaginarse en la música española unos noventa sin la impronta erótico – elegante de este dúo que interpretaba la subida por una escalera sintiendo unas caderas o como, sin temor a nada, se pueden perder unas manos dentro de una falda. Amistades trató en sus letras, como pocos, las relaciones hombre mujer desde el sexo explicito o la cruda realidad del abandono afectivo o del trabajo exclusivo de cuidar hijos, casa o marido, de aquellos que unidos frente al que dirán se siguen haciendo daño. Cristina dejando el escenario de la Vieja Melilla se acercó, a las gradas improvisadas, para levantar a un público con un “me quedaré solo” que al final volvió a sonar, en versión bachata, para seguir pidiendo más calor o con “Africanos en Madrid”. Tanto bien hizo Amistades a nuestra sociedad que fueron capaces de abordar temas sociales como aquel a quien vieron “siempre infatigable, tras el pan y la sal y que a pesar del pecado de ser ébano, sangre y marfil, al mirar bajo su piel, hay un mismo corazón”. La preocupación por la mujer surge en varias letras, al abordar el drama del aborto en lagrimas de metal donde el violador acecha o el lamento de aquellas que si callan o hablan solo les queda llorar para pedir Cristina quitar un velo “que mata sueños y así poder hablar sin miedo y ser igual que otras, sin vivir en un destierro”. En “Más circo y más pan” surge otra fase de crítica para Amistades, donde un “alcalde se viste de amable mientras la prensa está en la despensa” y a los súbditos solo les cabe callar, ya que “el que parte nunca reparte parte del pastel”. Sin cortarse ante nada ni ante nadie, Amistades Peligrosas han sido ejemplo de lo políticamente incorrecto, y han abordado letras religiosas con una clara orientación entre el bien y el mal. Sus directos, como el del viernes, contagian la energía de una Cristina del Valle que hace fusión étnica con un pop más que reivindicativo. La Plaza de Armas que siempre supone un buen espacio debió ser sustituido para Amistades Peligrosas por un olvidado y magnífico Auditórium Carvajal, el cual en este verano 2015 no ha tenido ni un solo concierto. Las barreras arquitectónicas de la Plaza de Armas no deben impedir que las personas con movilidad reducida se queden sin poder disfrutar de unos espectáculos que se organizan para todos. Cristina del Valle y sus músicos bajaron el telón de la “Música a la luna” en este año comunicando con mensajes, denunciando lo que debe ser cambiado y haciéndonos reflexionar.
