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Imaginación

Fadela Mohatar podría plantearse para próximas ediciones darle un vuelco al acto donde el jurado hace pública la identidad del ganador del Premio Internacional de Poesía, buscándole los atractivos necesarios para hacerlo más popular y próximo al ciudadano. Con más de cuatrocientos poemarios, en concreto 423, llegados a Melilla procedentes de la casi totalidad de las comunidades autónomas españolas, el pasado año se batía el récord de participación del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla. El considerable número de obras llevó incluso a la organización a retrasar el fallo del jurado, que tradicionalmente tenía lugar en octubre, al mes de noviembre, para poder leer todos los poemas. En todos los casos se producía un deseo común por parte de los autores de alcanzar, de un lado, la publicación de la obra poética en la Colección Rusadir y, de otro, conseguir el atractivo premio económico que ya está cifrado en la nada desdeñable cifra de 18.000 euros.

En esta edición, la trigesimoséptima, con los 397 poemarios recibidos la participación se situa en segundo lugar de un ranking que en los primeros años del 2000 estaba en torno a los dos centenares. En concreto, en 2001, 253 libros situaron la edición en el cuarto puesto de la clasificación en cuanto al número de obras presentadas en la historia de un premio cuyo record se batió en el año 1982 cuando se recibieron 377, mientras que el 81 fue el más flojo con 191.

Es posible, que la poesía esté ahora superando un período en el que no atravesaba sus mejores momentos, pero también es cierto, como venimos señalando ya en los últimos años, que la rutina se ha apoderado de la cita poética melillense que, a pesar de seguir ocupando, con sus 18.000 euros, uno de los primeros lugares del ranking en dotación económica, también es cierto que tanto los preámbulos como la propia gala poética en la que se da a conocer el fallo del jurado han ido perdiendo interés hasta convertirse ya en un acto en que la desidia la ha situado en el ámbito de lo tedioso, al no introducir prácticamente ninguna novedad en su formato.

De ahí que aunque acaba de aterrizar al frente del área cultural y, por tanto, habrá que concenderle un margen de tiempo para que se asiente en una área, la cultural, con muchas ramificaciones, Fadela Mohatar podría plantearse para próximas ediciones darle un vuelco al acto donde el jurado hace pública la identidad del ganador. Buscarle los atractivos necesarios para hacerlo más popular y próximo al ciudadano porque, a pesar de que la poesía sea un género minoritario, con imaginación podría complementarse el acto con otras manifestaciones artísticas que le imprimieran mayor interés.

Antaño, el “Ciudad de Melilla” tuvo un gran esplendor y, lo más importante, una significativa trascendencia promocional para la ciudad, ya que la gala tenía una gran repercusión mediática en el resto del país. De ahí, la imperiosa necesidad de introducir un revulsivo en el Premio de Poesía. Y, está demostrado que no siempre es cuestión de dinero, ya que éste se puede suplir con esfuerzo y con imaginación.

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