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Vida Universal

El ser humano, un actor que se cree su papel

El cuerpo es la expresión del alma. El alma y el cuerpo a su vez impregnan el ambiente que les es próximo. Tal como es el exterior del hombre, cómo se comporta, cómo y con qué se alimenta, eso muestra quien y qué es. Los rasgos y cualidades del carácter de los hombres se manifiestan en la alimentación de éstos, ya que el hombre elige su alimento según su orientación espiritual o material. Por eso lo que comes y como comes muestra quien eres. Tu peinado y vestimenta también muestran quien eres, y tu ambiente más próximo, el hogar, también refleja tu estado interno.

Un hombre orientado espiritualmente nunca se mortificará. Para llegar a la ética y moral supremas ordenará primeramente todos sus pensamientos y verá todo lo positivo, también en lo aparentemente negativo. Se esforzará en ver a su prójimo como su hermano y le tratará de manera bien intencionada. Reconocerá también en todas las formas de vida, tanto en el animal como en la planta, la vida espiritual que mantiene todo lo que vive. En consecuencia sus sentidos se dirigirán hacia dentro y la nobleza de su alma empezará a brotar y madurar. Al orientar los pensamientos y sentimientos de manera positiva, el hombre cambiará poco a poco del alimento burdo como la carne y el pescado, a los alimentos que le ofrece la naturaleza. Este cambio no se realizará de un día para otro, sino paulatinamente. Aquí habría que decir que lo importante no es el cambio externo de la alimentación, para volverse o permanecer sano, sino que lo realmente importante son los pensamientos, que deben ser ennoblecidos y con ellos el hombre, para convertirse así en lo que es en lo más interno: un ser espiritual en envoltura terrenal.

Al cambiar los pensamientos mediante un sentir, pensar y hablar desinteresado, el hombre también adquirirá en la mesa una postura erguida y respetuosa ante los alimentos. En la medida en que sus pensamientos se vuelvan ligeros y armoniosos, de forma correspondiente será apoyado por fuerzas armoniosas cósmicas, y así el hombre material, burdo e incontrolado se trasformará en una persona con pensamientos armoniosos, cuyo cuerpo será traspasado en la mayor medida por la fuerza del espíritu, adquiriendo ligereza y flexibilidad internas. Como consecuencia de ello, el hombre tomará alimentos más ligeros, suavemente aderezados, evitando cada vez más la sal y las especias fuertes.

Cuanto más duro sea el hombre en su forma de pensar y vivir, y trate sin consideración a su prójimo, tanto más fuerte y picante, o sea, pesado, será también su alimento. Y cuanto más ligeros sean los pensamientos y más animado, armonioso y dinámico espiritualmente sea el hombre, tanto más ligera será su alimentación. Una persona tal reducirá cada vez más el consumo de alcohol y nicotina y finalmente tomará solo un vasito de vino cuando esté reunido con personas sociables y afables. No ansiará el vino o la bebida alcohólica, sino que la tomará sin estar deseoso, de forma correcta según las reglas de la ética y moral espirituales.

El hombre es lo que piensa, no lo que sale de su boca. Los hombres son como actores en un escenario, donde a veces el hombre representa muy bien su papel, identificándose tanto con él que finalmente cree que es en realidad lo que representa. Pero en verdad en muchas situaciones oprime sus sentimientos humanos, llegando por lo tanto a ser esclavo y actor de sí mismo. Pero a cada actor le llega algún día la hora en que sale de su papel y demuestra a sus semejantes, quienes hasta ahora le habían aplaudido, quien es en realidad. Los hombres que hablan desde dentro de su máscara, los que cubren sus sentimientos y pensamientos, se enmascaran solo antes sus semejantes.

El que se forma espiritualmente a través del reconocimiento y la realización, el que se esfuerza verdaderamente en reconocerse a sí mismo, el que aplica la disciplina y la concentración internas y externas, da los primeros pasos en el camino a la espiritualidad. Sólo la disciplina y la concentración externas no son todavía señales del verdadero sabio. La postura interna hacia todos los hombres y cosas es la verdadera disciplina interior y la concentración profunda.

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