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El perfil del preso yihadista en las cárceles españolas es casado, con hijos, poca formación, en su mayoría de Argelia o Marruecos, y sin antecedentes generales

Melilla, entre las autonomías donde más presencia hay de yihadistas

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El juez central de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional, José Luis Castro, durante su intervención en un seminario sobre yihadismo y terrorismo organizado por la Universidad Camilo José Cela en Madrid, informó esta semana de que, si bien hace años Madrid era la ciudad en la que se daba más presencia de elementos radicales, ahora se producen el doble en Cataluña, sin obviar la presencia en la Comunidad Valenciana y Andalucía, además de Ceuta y Melilla. En cuanto al perfil de los 81 presos yihadistas en España, el juez Castro dijo que son casados, con hijos, poca formación, en su mayoría de Argelia o Marruecos, y sin antecedentes generales. El 80 por ciento tienen edades comprendidas entre los 25 y los 35 años de edad, es decir, se trata de personas jóvenes que en muchos casos son la primera generación de inmigrantes que llegan a España. En eso se diferencian de los presos yihadistas de otros países del entorno como Francia o Reino Unido.

En estos países la mayoría de presos islamistas son en su mayoría representantes de la segunda o tercera generación de inmigrantes con intereses diferentes a los de sus padres, que básicamente tenían una necesidad económica.

El preso islamista español viste en la cárcel ropa de acuerdo con sus creencias islámicas, se dejan crecer la barba y llama la atención el perfecto estado de las uñas de sus manos, que pese a todo lucen callos igual que en la frente debido al rezo. Casi siempre portan un 'tasbih', un objeto parecido al rosario para dirigir sus oraciones.

En sus celdas casi nunca falta un Corán y suelen estar decoradas con frases de ese libro sagrado para el Islam. El juez ha citado el caso de un interno yihadista que acudió al Tribunal Constitucional para protestar debido a que sus horas de rezo siempre se veían interrumpidas por la obligación de hacer la revisión de celdas y recuento de internos.

A la hora de hacer proselitismo en prisión, una de las actividades a evitar por parte de la Administración, estos presos nunca se interesan por personas que tengan largas condenas pendientes, sino por aquellos que cumplan penas no superiores a los tres años y que puedan salir libres pronto con instrucciones de continuar sus actividades radicales en el exterior, incluyendo alguna acción terrorista.

En la mayoría de los casos, los presos islamistas carecen de formación académica. A muchos de ellos se les puede considerar incluso analfabetos, ha apuntado el juez, según el cual, la mayoría no habla español, sino árabe o francés.

De los 81 presos islamistas repartidos por las prisiones españolas, sólo 19 tienen una sentencia de condena firme mientras que hay 62 en situación de prisión preventiva. En cuanto al modo de estancia en prisión, hay 15 en primer grado (aislamiento), tres en segundo grado (el régimen más común) y uno con régimen mixto al tener una condena firme y otra causa pendiente de juicio. Sólo están clasificados los internos ya condenados.

Ocho de cada diez presos yihadistas son extranjeros, siendo Argelia y Marruecos las nacionalidades más comunes seguidos de sirios y pakistaníes. Tres de cada cuatro estaban en España en una situación regular, es decir, españoles, nacionalizados o con permiso de trabajo.

Menores
Al dato de los 81 presos islamistas hay que sumarle otros cinco menores de edad con expedientes de reforma abierto. Tienen entre 14 y 17 años y son tres chicas y dos chicos. Fueron detenidos cuando se preparaban para viajar a Siria o Irak para unirse a grupos yihadistas. Dos de ellos están en libertad y sólo uno cuenta ya con sentencia firme. Los otros cuatro esperan su sentencia para principios del año que viene.

A la hora de hablar sobre la radicalización experimentada por las 13 mujeres (un 16 por ciento), el juez José Luis Castro ha trazado un paralelismo con los primeros años de ETA cuando, según ha dicho, se daban casos de mujeres que se unían a la banda por amor a alguno de sus miembros y se veían arrastradas.

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Redacción

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