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¿Son los jardineros de Melilla lo suficientemente sensibles y profesionales?

Esta mañana paseando por la zona ajardinada del nuevo paseo marítimo de Horcas Coloradas, me llamaba la atención algo alrededor de los arbolitos allí plantados que me hizo acercarme lo suficiente para descubrir de qué se trataba: un nudo de acero estrangulando a un árbol joven, es más, un cable de acero incrustado en la madera tierna de un árbol que progresivamente ha ido creciendo y creciendo mientras el cable ha permanecido inmóvil a su alrededor. Lo que no es exclusivo de este único árbol, pues se puede encontrar en diversos ejemplares en dicha zona, incluso en otras zonas de la ciudad. Y que conste que entiendo que estos cables se ponen con la intención de que el árbol quede sujeto al suelo frente a fuertes vientos. Sin embargo qué duda cabe que esta técnica debe ir revisándose cada cierto tiempo con el fin de que no se produzca lo que precisamente se ha producido.
Y a pesar de que este descubrimiento me produjo y produce un considerable dolor, por el comportamiento humano siempre dañino hacia los arboles de la ciudad, lo cierto es que no es lo que más me ha llamado la atención. Lo que realmente me indigna ha sido descubrir que los árboles habían sido recientemente podados, (bueno para esto necesito un capítulo entero, puesto que los arbolitos han sido una vez más podados de forma exagerada e innecesaria, cuando allí no molestan a nadie y se podrían dejar crecer, con lo que podríamos disfrutar de su precioso follaje. Pero mientras en esta ciudad los jardineros y sus superiores piensen que podar es imprescindible, en vez de saber que sólo es optativo, pasarán cosas como en esta).
En fin, seguro que más de un lector se preguntará por qué la poda de los arbolitos me ha producido muchísimo más indignación que el hecho de que estaban siendo estrangulados lentamente por un cable incrustado en su tierna madera. Pues muy fácil, una vez más vuelvo a constatar aquello que llevo años denunciando en esta ciudad: los jardineros deben ser trabajadores no sólo formados profesionalmente, sino trabajadores especialmente sensibles, jamás trabajadores a los que se contrata para tapar un hueco con el primero que llegue.
¿Y por qué digo esto?, pues porque los jardineros que han estado en la zona hace tan sólo unos días para podar estos pobres árboles, tuvieron que percatarse igual que yo me he percatado esta mañana, de que hay varios árboles que están en peligro por culpa del estrecho cable de acero que los estrangula. Sin embargo realizaron exclusivamente la labor que su superior les había encomendado, dejando a los pobres y tiernos arboles, unos seres vivos indefensos, tal cual los encontraron, es decir aprisionados y apretados por un cable que se clava en la madera al mismo ritmo de crecimiento que tiene previsto cada árbol. ¿No es esto una falta de sensibilidad o de desidia exageradamente acusada?
Una vez más lo pido y no me cansaré de hacerlo: por favor tengan consideración con los arboles, son seres vivos que están indefensos en nuestras manos, esto significa que están indefensos ante la falta de profesionalidad, de sensibilidad, de ternura y de amor por la naturaleza. Los jardineros no son carpinteros, es decir no trabajan con madera muerta, los jardineros trabajan con madera viva, con árboles. Por eso es tan importante que no se les contrate al azar. Es preciso que la contratación de estos profesionales se realice como la que se realiza con el personal que trabaja con enfermos, niños o ancianos, es decir personas formadas en relación al puesto que se ofrece. A nadie se le ocurriría contratar en la residencia de ancianos a un peón de albañilería, a un arquitecto para una guardería o a un cocinero para un quirófano. Pues en lo que respecta a los árboles y plantas, es exactamente igual.

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