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Impunidad

La impunidad de la que gozan los menores por una Ley demasiado blanda no es justa para el resto de la sociedad, que merece vivir de forma tranquila y con la garantía de que si sufre las consecuencias de un lamentable acto delictivo, se hará justicia de verdad Uno de los grandes debates que se establecen en nuestro país es el de la impunidad de la que gozan los menores de edad cuando cometen hechos delictivos. La Ley del Menor no castiga con la misma severidad que el resto de las leyes por el hecho de que los condenados no han cumplido los 18 años de edad. Y así es como algunos de los menores conflictivos, a sabiendas de ese paraguas protector que le otorga una ley demasiado blanda, se aprovechan para cometer sus fechorías, en ocasiones graves, como por desgracia hemos visto en algunos casos que han generado una gran alarma social en España.
En Melilla esa impunidad la conocemos bien por el problema de los menores extranjeros no acompañados, los MENAS, que conscientes de que la Ley está de su parte, no cejan en su empeño de salir de los centros de acogida y vivir en las calles para intentar colarse en los barcos que los lleven a Europa como polizones. Esa obsesión no la abandonan desde hace ya algunos años, y aunque no son todos, como las autoridades se encargan de recalcar siempre que sale este tema, lo cierto es que la cifra, cercana al centenar, es elevada. Aunque fueran menos, la situación seguiría siendo preocupante porque no dejan de ser niños y adolescentes cuyo desarrollo personal sufre enormes carencias afectivas y educativas, además de tener sus necesidades desatendidas. Ello deriva, como muchos melillenses saben, en comportamientos delictivos e intimidatorios que siguen generando cierta alarma social, aunque no tan elevada como hace unos meses. No se trata de criminalizar al colectivo, sino de exponer una realidad que preocupa a los ciudadanos, ante la que las instituciones no pueden responder, y que ahora se está repitiendo en Madrid con una oleada de robos violentos que ha llevado a la Comunidad de Madrid a pedir socorro a la Fiscalía. Los menores extranjeros no acompañados que están provocando esta situación proceden de Melilla y de Tánger, y como exponen los propios trabajadores del centro de menores del barrio de Arturo Soria, “la solución es complicada debido a que gozan de una gran impunidad”, de modo que “a las pocas horas de ser detenidos vuelven al centro”, sembrando el temor entre los propios funcionarios.
El pasado miércoles, otro menor fue el foco de la noticia por agredir al candidato del PP y presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. El hecho es grave y probablemente su edad, 17 años, le haya empujado a cometerlo al saber que la pena que le podría caer será mucho más baja que la que tendría si fuera adulto, aunque entre ambas situaciones apenas le separen unos meses. En definitiva, está claro que la Ley del Menor es un enorme agujero en la precaria Justicia que tenemos en España y provoca, a su vez, no pocos problemas como el de los MENAS. Esa impunidad no es justa para el resto de la sociedad, que merece vivir de forma tranquila y con la garantía de que si sufre las consecuencias de un lamentable acto delictivo, se hará justicia de verdad.

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