Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

Carta del Editor

Enrique Bohórquez López-Dóriga

Escribía Arcadi Espada el pasado jueves: "Debo hacer un anuncio importante: Pedro Sánchez ha perdido las elecciones. Me acuerdo de Paco Godía. Tenía el testamento del caudillo Franco encima de la mesa. Y decía: 'Yo estoy dispuesto a olvidar que hubo una guerra civil. Estoy dispuesto a olvidar, incluso, que la ganamos. Pero en modo alguno aceptaré que la perdimos'. De acuerdo. Puede aceptarse que el PP no ha ganado las elecciones. Incluso que todos las han perdido. Pero es imposible sostener que el PSOE las ha ganado". Por mucho que Pedro Sánchez, ese perdedor, insista, añado yo. España es un gran país, con una gran historia, pero la LOGSE y sus consecuencias de casi analfabetismo funcional, sumado a la pasividad estructural sobrevenida y aplaudida por políticos y medios de comunicación numerosos, han destrozado a buena parte del pueblo español. Si no, no se explica cómo un pueblo, el nuestro, el español, haya podido votar de la manera en que lo ha hecho el 20 de diciembre.
Daniel Lacalle, ese genio de la economía, lo explicaba extraordinariamente bien en un artículo que publicó este periódico el pasado jueves, titulado "La importancia del liberalismo". El comunismo y el totalitarismo, estos movimientos guerra-civilistas y populistas -decía Daniel- son la revancha de la mediocridad y se nutren fundamentalmente de personas de clase media acomodada, no de la gente que sufre o por la crisis. No tratan de"generar prosperidad para reducir la pobreza… Se trata de gestionar el asistencialismo, de crear muchos más comités y mucha mayor burocracia. Es la revolución del burócrata".
Daniel recomendaba, con toda la razón, que nosotros, los ciudadanos (we, the people, como empieza la Constitución norteamericana), en los que reside la soberanía nacional española, debemos "desenmascarar al cínico populista que se aprovecha de la tergiversación de palabras como pueblo y democracia" y recordar que no debemos "permanecer callados e inmóviles ante el asalto a nuestras libertades" ni pensar que "el asalto al poder del populismo es imposible, porque 'España no es Venezuela', que es exactamente lo mismo que decían en Venezuela, 'No somos Cuba' ".
Es imposible, absolutamente imposible, aumentar el gasto público indefinidamente, pensar que el dinero es gratis, no pagar y gastar más. Lo dice Daniel Lacalle, lo digo yo, lo dice cualquier ama de casa, lo dice toda persona que se detenga un momento a pensar y lo debería decir cualquier político que no mienta (aunque de esos hay pocos). Lo triste es que esos políticos que mienten, en esta civilización del espectáculo (como escribía Mario Vargas Llosa en uno de sus libros, con ese título), son votados por muchos y lo pavoroso para todos, repito, todos, los españoles es que esos políticos populistas, mentirosos, de promesas fáciles de hacer e imposibles de cumplir, puedan llegar a gobernar en nuestro país.
Ya sé que, como dice, una vez más con todas razón, Daniel Lacalle es deber de un liberal, y yo creo que de cualquier español bienintencionado, "ofrecer esperanza, oportunidad y mostrar que los principios básicos que defendemos no sólo tienen cabida en una sociedad solidaria y abierta, sino que son los que defienden la convivencia y la sostenibilidad del estado de bienestar". Y también sé que no han sido ni Mariano Rajoy, ni el Partido Popular en general, los que se han caracterizado por ofrecer esperanza e ilusión, e incluso los que no han sido capaces de aplicar políticas pragmáticas, de defensa de la propiedad privada, del imperio de la ley y los derechos individuales (los únicos que de verdad existen), más bien al contrario, el PP se ha caracterizado por rendirse, sin luchar, ante políticas falsamente progresistas, por martirizar y despreciar a los amigos mientras se rogaba a los enemigos, con el triste balance de perder amigos y mantener los enemigos como tales y más fuertes, con la terrible situación política, y previsiblemente económica, que ahora, tras el 20/D, hemos cosechado y vamos a padecer.
La revolución del burócrata. No la de los pobres. Esta es la situación en la que nos encontramos. No sólo en España en general, porque Melilla es un caso especialmente notable de esa revolución, y triunfo, del burocratismo, del vamos a gastar sin cuento. Más enchufados, más comités, más planes de empleo, más despilfarro público, más cargos políticos. Que aquí hay multitud de funcionarios que no firman nada, que declaran que ni lo hacen ni lo van a hacer, pues más funcionarios o empleados públicos que, tras declarar que ellos tampoco se van a comprometer por escrito, sigan haciendo lo mismo. Más madera para ser quemada, como pedían los hermanos Marx. Más dinero para ser destruido, porque, creen, el dinero público es interminable, basta con subir y subir impuestos a los desvalidos ciudadanos… Hasta que exploten, de indignación y pobreza. Y mientras, palos y pegas a los amigos, dádivas y enchufes a los enemigos. Más madera, con los resultados que ya estamos viendo.
Pero lo que no veo, por citar un ejemplo, es que se avance al ritmo adecuado en el deseable castigo a los terroristas callejeros que, quemando e intentando amedrentar, atentaron contra la libertad de expresión. Empieza a ser más que preocupante la situación, porque si la falta de castigo judicial ante el terrorismo y la delincuencia, provenga de donde provenga, se va a convertir en norma, es que ambos, terrorismo y delincuencia, campearán a sus anchas y, entonces, comprobaremos que todavía estamos peor de lo que ya vemos que estamos. Empezando por el delegado del Gobierno en nuestra ciudad y pasando por el decano de los jueces: esto no puede continuar así.
A pesar de todos los pesares, mis mejores deseos para que el próximo año sea bueno para los melillenses y mi esperanza de que, entre todos y luchando, sin dejarnos vencer ni engañar, superemos los obstáculos que está revolución de los burócratas, que este revanchismo de los mediocres, nos han creado.

FRASE:
“España es un gran país, con una gran historia, pero la LOGSE y sus consecuencias de casi analfabetismo funcional, sumado a la pasividad estructural sobrevenida y aplaudida por políticos y medios de comunicación numerosos, han destrozado a buena parte del pueblo español. Si no, no se explica cómo un pueblo, el nuestro, el español, haya podido votar de la manera en que lo ha hecho el 20 de diciembre”

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€