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In Memoriam

Juan Mario Quesada Carrasco

Juan Mario Quesada Carrasco. Dirección: el Cielo, en donde ahora se halla envuelto en gloria. Juan Mario, fuiste un ser generoso y lleno de bondad que toda tu vida, intachable y demasiado corta, te dedicaste a tu honrado trabajo y entregado por completo a los tuyos: Tu amada esposa Elisa, tus hijos, Eli y Juan Mario, tus nietas, Alba y Paula, el amor a tus padres y hermanos, a tus múltiples amigos que, fehacientes, demostraron asimismo el aprecio que por ti sentían el día de tu despedida definitiva de este mundo.

¿Cientos? Melilla entera se volcó para rendirle un emocionado homenaje al amigo que se marchaba a una nueva dimensión dejando tu mar, tu cielo, aquel paraíso africano que creaste, remanso de paz, rodeado de árboles y flores. Tu barquito marinero que, solo sin su capitán, se balancea sobre las aguas. Tus noches en compañía de los tuyos, como un patriarca, en aquel hermoso edén bajo la luna africana.
Juan Mario, fuiste mi primer sobrino, yo apenas tenía trece años, y no es justa tu partida pero tus pasos de hombre bueno seguirán resonando para siempre en tu querida Melilla. ¡Qué tristes Navidades! Navidades inexistentes que no hemos celebrado añorando tu partida. Pero la vida te depara estos golpes y nada se puede contra el destino.
Como póstumo homenaje, yo quiero dedicarte este poema que, aunque lo escribí para tu primera nieta, Alba, en él está viva tu presencia porque tú fuiste el creador de ese mágico rincón formando el corazón, piedra a piedra alrededor del almendro, para que la niña se sintiera feliz dentro de él. Asómate desde el cielo entre las estrellas, nuevo lucero brillando en la noche, y recíbelo como emocionado homenaje de tu tía Carmen que desde aquí te envía aquel abrazo que con pena no pude darte.

El rincón de Alba

Una puerta verde de esperanza
adornada de flores, guirnaldas de color,
es la antesala, como en un cuento de hadas,
que da paso a un idílico refugio creado para ti.
«El rincón de Alba».

Como Alicia, al cruzar esa puerta,
ilusionada pasas a tu mundo mágico
donde un gigante corazón, hermoso símbolo,
formado piedra a piedra por manos amorosas,
(tu abuelo Juan Mario)
rodea, paladín defensor, el árbol de tu vida:
un almendro en flor.

Nada turba la paz de aquel rincón
creado con amor por quienes bien te quieren.
Paraíso soñado, oasis de un desierto,
donde el cielo es su techo,
amparo azul que lo cobija,
y el aire, el céfiro que lo abanica
bajo un sol, ojo de oro, que acaricia esa tierra.
Como fondo, el rumor de las olas de la cercana playa.
El concierto continuo de inconscientes cigarras.
Y el ladrar cariñoso del entrañable Thor.
Y tú eres la princesa que alegre reinas
entre flores y pájaros que cantan para ti.

Pequeña Alba, si al transcurrir del tiempo
en tu cuento de hadas aparece una nube
y te sientes un día entristecida y sola,
sin dudar un instante acude a tu rincón.
Allí, abrazada a tu árbol,
sintiendo los latidos del corazón de piedra,
casi humano, que palpita por ti,
encontrarás de nuevo la paz y la alegría.
Te sentirás feliz.

Tu tía-bisabuela Carmen.

Dedicado a mi querido sobrino Juan Mario.

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