"¿Debe el Estado hacer uso de todos sus recursos frente al desafío soberanista catalán? Pregunta-encuesta del diario La Razón a la que el 94% de los que responden lo hacen con un sí. La respuesta no extraña, lo que extraña es que, hasta ahora, se haya hecho tan poco para responder al inocultable e inocultado desafío soberanista"
Estoy estos días en Madrid, castigado por la gripe o el catarro y en una ciudad castigada por las inauditas ocurrencias de Carmena y en perpetua contemplación atónita de lo que está pasando en nuestro país.
Como estoy bastante parado en mi casa madrileña -que compré hace cuarenta años, aclaración para los "expertos" en diligencias a la búsqueda de delitos que sólo existen en su extraña, o claramente delictiva, mente- me dedico, para variar, a leer. Y leo una interesante pregunta que hace Angel Expósito en ABC: ¿Tu invertirías en España con un gobierno, como el de Cataluña, presidido por Puigdemont? Teniendo en cuenta que Cataluña representa, más o menos, el 20% del PIB nacional, lo cual es mucho, es seguro que la respuesta de la mayoría de los potenciales inversores sería un no. Y sería aún más negativa si conocieran mejor al nuevo presidente de la Generalidad, el tal Carles Puigdemont, un activista descontrolado y hasta ahora intocado, un independentista irrecuperable, un grave peligro para Cataluña, en primer lugar, y para toda España, también.
"Los partidos se han transformado en un gran negocio y en gigantes agencias de colocación para enchufar a parientes, amiguetes y paniaguados", escribe el eterno Luis María Anson -pertinaz defensor del imposible pacto PP-PSOE- que recordaba en su artículo a Fiodor Karamázov, quien decía, desde el inmovilismo, a sus hijos jóvenes: "Se vive muy a gusto en este lodazal. No quiero ninguna salvación". Fiodor terminó asesinado por uno de sus hijos, pero eso es otra historia, que sería conveniente tener en cuenta, sin embargo. Lo actual es que, efectivamente, los partidos españoles se han convertido en gigantescas agencias de colocación de, en general, ineptos, y que el inmovilismo se sigue imponiendo al cambio. Melilla es un buen ejemplo de ello.
¿Debe el Estado hacer uso de todos sus recursos frente al desafío soberanista catalán? Pregunta-encuesta del diario La Razón a la que el 94% de los que responden lo hacen con un sí. La respuesta no extraña, lo que extraña es que, hasta ahora, se haya hecho tan poco para responder al inocultable e inocultado desafío soberanista. El último episodio, el de la toma de posesión de Puigdemont y su fórmula de prometer, sería de chiste, si no fuera tan grave, por lo que significa de confirmación del desafío y burla de la legitimidad democrática. La respuesta del presidente del Gobierno, en funciones, ha sido elevar consultas al Tribunal Constitucional y a la Abogacía del Estado. ¿Suficiente respuesta? Me parece que no, que eso no es lo que esperan, ni desean, la inmensa mayoría de los españoles.
Menos grave, aunque no menos ridícula, ha sido la fórmula empleada por algunos de los nuevos diputados nacionales del partido Podemos. Tiene razón Arcadi Espada cuando escribe en El Mundo: "La estrategia comunicativa de Podemos se basa en el anecdotismo, que consiste en la usurpación de la realidad a manos de la simpleza". Simpleza sin límite lo del bebé de la diputada Bescansa. Simpleza antidemocrática es intentar convertir un Congreso -cuyas formas tienen que cambiar, y mucho- en un refugio de perroflautas.
También leo "La reina del azúcar", el libro de Dolores García Ruiz cuya acción transcurre, casi íntegra, en Melilla. Viene bien a nuestra ciudad que se hable de ella para algo que no sea conflicto y Dolores demuestra conocer bien Melilla y quererla. El libro, muy femenino, es algo premioso al principio y más interesante e ingenioso en la segunda parte, pero, en cualquier caso, muy de agradecer por los melillenses y muy interesante para recordar cómo era Melilla a principios y mediados del siglo pasado y lo que significaron personajes como Abd-el- Krim, por ejemplo.
Obviamente leo todos los días MELILLA HOY y veo que, dentro de la concepción teatral de las investigaciones de cierta Guardia Civil, ahora le ha tocado el turno a la Operación Tosca, pieza separada, al parecer, de la Operación Ópera (al fin y al cabo Tosca no es más que, como Turandot, La boheme, Rigoletto o Aida, una de las tantas grandes óperas que existen). Lo curioso y triste es que, como resaltaba el Editorial del jueves nuestro periódico, una justicia lenta no es justicia. Las investigaciones sobre la Operación Opera empezaron en 2009, hace ya casi siete años. El Caso Voto por Correo se remonta a las elecciones generales de marzo de 2008 y todavía no ha habido juicio. Y prefiero no hablar de la barbaridad del llamado, por la oposición política liderada por el monopolista de la luz en Melilla, Caso Campo de Golf, que tanto daño ha hecho al golf y a personas absolutamente inocentes. Sin duda: una justicia lenta no es justicia.
Leo que por fin se han presentado los presupuestos de la Ciudad para este año 2016 que, lógicamente, se debían de haber presentado a finales del año pasado. Son algo más de 243 millones de euros, cantidad grande que, bien empleada, podría dar mucho de sí en Melilla, donde es cierto tanto que se hacen muchas cosas como que se podrían hacer muchas más. Me han hecho gracia las explicaciones sobre la tardanza en presentar el presupuesto, meras excusas para no reconocer que no se soluciona el problema de la Intervención, un gravísimo problema para los melillenses cuya falta de solución, después de tantos años de padecer el problema, resulta ya absolutamente inexplicable.
También sigue sin solucionarse el caso del terrorismo callejero que padecimos los días 22 y 24 de octubre del año pasado. Hemos enviado una carta al Delegado del Gobierno pidiéndole que ponga en práctica las mediadas que considere convenientes para acelerar la solución de esos atentados, la identificación de los instigadores y la protección de los que fuimos víctimas, de nuevo amenazados.
