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Marcos Rober nos trae la historia de este militar español y persona clave, que ostentó la jefatura de la Junta de Defensa en la Guerra Civil

De Asturias a África: ‘el Rincón’ del general Miaja en Melilla

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El concejo de Llanes, en Asturias, se extiende de oeste a este entre el río Sella y la frontera con Cantabria, justo en el río Deva. El revoltoso mar cantábrico por el norte y los Picos de Europa por el sur terminan por configurar una región que, a pesar de lo que uno pueda pensar hoy en día, no fue un terreno fácil para la vida de la población aldeana hace un siglo, pues muchos de ellos tuvieron que emigrar a otras partes del territorio nacional y lo que fue mucho más duro y complicado para algunos, a la América hispana. Esta tierra, junto al resto de Asturias, fue un terreno abonado a la emigración por motivos de trabajo para muchos españoles aunque no todos emigraron por esa circunstancia. Así, entre quienes tuvieron que salir de su tierra por distintos motivos también se cuentan algunos militares como José Miaja Menant, natural de Oviedo aunque, el destino, quiso que fuera a parar a tierras africanas a comienzos de siglo XX, en un momento en el que España intentaba hacer valer sus derechos sobre el territorio rifeño cercano a Melilla. Pero dejemos África por un momento y volvamos a los verdeantes paisajes asturianos. Entre la sierra de la Borbolla, cercana al mar y la pequeña cordillera del Cuera, en el mismo concejo de Llanes, se encuentra un pequeño pueblo llamado Colombres, una de aquellas localidades de la que salieron decenas de asturianos camino de América en uno de los procesos migratorios más importantes de finales del siglo XIX y comienzos del XX en nuestro país. La mayoría eligieron como destino las tierras mexicanas, Argentina y Cuba, entre otros lugares.

Muchos de ellos se quedarían para siempre en esas tierras americanas pero otros, los llamados popularmente como indianos, volvieron a Asturias, en concreto a este concejo de Llanes, de donde habían salido unos años antes y ya, con la fortuna amasada, decidieron construir algunas viviendas que, el paso del tiempo, ha transformado en auténticas joyas de la arquitectura indiana en el norte de España, auténticos palacetes cuya imagen salpica aquí y allá los extraordinarios paisajes asturianos. Recorrer estos pueblos y paisajes es un verdadero regalo a los sentidos y a uno de ellos fui a parar en la bonita villa de Colombres una fresca mañana, en concreto a la quinta Guadalupe, lugar donde se ubica el magnífico museo de la inmigración y el archivo de indianos. A lo largo de varias salas el visitante puede hacer un recorrido histórico de la emigración asturiana a América. Y paseando entre aquellas amplias habitaciones y vestíbulos que un día pertenecieron a la casa del conocido indiano Iñigo Noriega, casi sin querer, tropieza el visitante con una pequeña salita dedicada al general José Miaja Menant, quien presidiera la Junta de Defensa de Madrid durante la guerra civil. Una de las primeras imágenes del general que el curioso viajero se topa en la sala es una fotografía de Miaja de julio de 1932 en Melilla, ciudad en la que asciende a general de brigada y donde recibe de manos de sus compañeros el bastón de mando con puño de oro, como correspondía entonces el ascenso a este grado.

Como es indudable, la curiosidad del visitante no hace más que acrecentarse pues el museo dedica esa sala no solo a un general sino a un asturiano que también tuvo que emigrar a México, tras la guerra civil, cierto, en otras circunstancias, pero emigrante al fin y al cabo. Pero el primer viaje de Miaja no fue a América sino a África, en concreto a Melilla, pues fue aquí donde comenzó su carrera militar tras una breve estancia de varios meses en su tierra natal. La pregunta obvia que cualquier amante de la historia se hace en estas circunstancias es saber si queda algo del legado de Miaja en Melilla, de su paso por la ciudad, pues aquí realizó prácticamente la mayor parte de su carrera militar, aquí se casó con la hija de un compañero de su regimiento y aquí nacieron la mayor parte de sus hijos, cinco de los siete que tuvo. Y es que la vida del general Miaja estuvo atada a la ciudad y su entorno desde fechas muy tempranas. A pesar de que su primer destino, en 1899 fue en Asturias, muy pronto solicitó destino a Melilla, donde llega en 1900.

Miaja asciende en 1911 a comandante por méritos de guerra, en concreto el 20 de septiembre de. Un par de años antes, en septiembre de 1909, había sido uno de los oficiales españoles que participaron en la toma del pico de Basbel, en el Gurugú. En la actualidad puede verse en el museo militar de Melilla la bandera izada en lo alto del temible monte, firmada por los oficiales participantes en la toma, entre ellos Miaja, con el grado de capitán. Miaja salió de Melilla unos años, por poco tiempo tras el siguiente ascenso, en concreto a Extremadura aunque volverá a la ciudad. Ya desde muy pronto tuvo la idea de comprar una pequeña casa de campo pues pensaba jubilarse en Melilla, según relata una de sus hijas, Mara Luisa, en un pequeño relato escrito desde México muchos años más tarde (‘Sombras y luces del ayer, éxodo de recuerdos’). Esa casa, que aún existe, la llamó el propio Miaja ‘Mi Rincón’ aunque los hijos pequeños preferían llamarla ‘La Huerta’. Y así es como ha llegado hasta nuestros días, como Huerta Miaja, que es como la han conocido siempre en la ciudad los más mayores.

Pero volvamos a aquellos días del pasado, en concreto a 1932, momento en que Miaja asciende a general. La Gaceta de Madrid de 22 de julio de aquel año publica el ascenso por Decreto de 30 de junio. No aporta muchos datos, a saber, fecha de nacimiento de Miaja, destinos ocupados, Regimientos en los que prestó servicio y cargos ocupados, entre ellos la Agrupación de Batallones de Cazadores de África de la zona Oriental. También nos informa La Gaceta de las distinciones que ostenta y por último, en una escueta nota final afirma que “se halla bien conceptuado”. Aquel ascenso llevó de nuevo a Miaja a la península aunque en su fuero interno pensaba volver a Melilla, jubilarse y disfrutar de su pequeño rincón en esta ciudad norteafricana. Todo parecía estar bien planteado salvo que, como sucede en numerosas ocasiones, el destino nos tiene reservados otros menesteres.

La segunda República avanzaba a trompicones, como los malos estudiantes y el tradicional cainismo español hacía estragos entre los partidos políticos con enfrentamientos que, hoy en día, nos parecerían absurdos. En 1936 estaba todo preparado para sufrir uno de los mayores fracasos colectivos de la reciente historia de España. Según cuenta la hija de Miaja, María Luisa, los tres hermanos pequeños fueron a pasar el verano a Melilla, con su madre, para disfrutar de la casa de campo que había comprado el padre unos años antes. Según relata María Luisa, ‘La Huerta’ era muy grande y rústica, con mucho campo, árboles frutales, jardines llenos de flores y muchos animales. Y ahí estaba la familia cuando, un 17 de julio de 1936 se produjo la sublevación militar de sobras conocida. El general Miaja estaba en Madrid, sus hijas pequeñas y la mujer en Melilla y el resto de la familia en la península excepto un hijo que era militar y también se encontraba en la ciudad y una hija mayor, casada con un militar también en Melilla y que disfrutaba esos días en ‘La Huerta’ junto al resto de la familia.
‘Huerta Miaja’ ya no se llama así, de hecho, en la actualidad, está algo escondida tras unos decrépitos almacenes y una pequeña arboleda junto a un arroyo que desciende desde las primeras estribaciones del Gurugú hasta la ciudad. Pero si es visible un lateral de la vivienda, encalada de blanco, es perceptible desde la conocida en Melilla como pista de carros, o si uno mira de frente desde la entrada del campo de golf. El pasado otoño me acerqué un día para saber si aún vivía alguien ahí. Al llamar a la puerta los ladridos de un perro me recordaron que haría bien en quedarme donde estaba hasta que llegara el dueño del inmueble. Me recibió Estela Brecia, una de las hijas de Manuel Brecia, quien fuera propietario de ‘La Huerta’ desde los años setenta del siglo pasado. Me recibió con amabilidad y me invitó a pasar y recorrer ‘La Huerta’, la casa de campo de Miaja. De hecho, me contó la historia de la casa y me mostró algunas partes de la misma que siguen tal y como estaban en un inicio, a pesar de que durante bastantes años dicha casa de campo fue un reformatorio, pues ese es el destino que le dio la administración franquista tras acabar la guerra civil. Pero volvamos al año 1936.

Cuenta María Luisa en sus pequeñas memorias que el día 19 de julio de 1936 ya había sido detenida la familia. Sería al mediodía más o menos de aquel día cuando llamaron a la puerta de ‘La Huerta’ y fueron detenidos todos. El hijo militar de Miaja junto a su yerno, también militar, fueron internados en el campo de prisioneros de Zeluán. A las niñas y las mujeres las llevaron en un primer momento a la Comandancia General, donde estuvieron retenidas junto a la familia del general Romerales, más tarde fusilado. Miaja se encontraba en Madrid y fue afecto a la República, de hecho ostentaría el cargo desde febrero de 1937 de comandante del Ejército del centro además de presidir la junta de defensa de Madrid. Mientras tanto ‘La Huerta’ fue requisada. A los pocos días la mujer e hijas de Miaja junto a la esposa de su hijo, fueron llevadas a la cárcel de Victoria Grande. En total pasaron cinco meses en aquella prisión hasta el 20 de diciembre de 1936. Antes de acabar el año se realizó un canje de prisioneros entre los dos bandos y la familia de Miaja pudo abandonar Melilla. Según parece la entrega se produjo en el consulado de Francia en la ciudad. Allí llevaron al hermano militar y al yerno de Miaja desde Zeluán. Recibieron un salvoconducto y pudieron salir de España, de Melilla y del protectorado español pues su primera parada fue Oujda. La siguiente, ante la imposibilidad de volver a España fue Egipto y más tarde Francia, desde donde partirían a México. Tardaron dos años en poder reunirse con el general Miaja. Ellos fueron los últimos en disfrutar de ‘La Huerta’.

Estuve cerca de media hora charlando con Estela, la actual propietaria, junto a sus hermanos, y fue ella quien me explicó que aquella casa de campo acabó convertida en un reformatorio hasta su cierre en los años setenta del siglo pasado. Fue entonces cuando su padre pudo hacer valer sus derechos sobre esa propiedad y adquirirla para su familia. Él fue quien realizó unas cuantas obras de mejora aunque lo cierto es que ‘La Huerta’ ya no era la misma, pues se habían hecho unas cuantas reformas. Aún quedan algunos restos de antiguas estructuras que fueron de un reformatorio que, por otra parte, nunca tuvo buena fama en la ciudad, pues había denuncias de maltratos hacia algunos chicos, pero eso es otra historia. Estela me dejó hacer alguna fotografía e incluso pude entrar en la vieja casa del general Miaja, a dos pequeños saloncitos decorados con baldosas de colores, originales. Pasee por aquellos suelos que, un día, fueron el cuarto de juegos y la estancia de Miaja y sus hijos en Melilla. Disfruté de los jardines de la vivienda y contemplé los pequeños campos y huertos anexos al inmueble. Y pensé que no debió ser un mal sitio para pasar un verano, tal y como cuenta María Luisa en sus memorias.

El ‘Rincón de Miaja’ sigue en pié aunque puede que por poco tiempo, pues la intención de la familia es vender la propiedad. En fin, el destino, una vez más, parece condicionar la vida de ‘La Huerta’, la misma que un día fuera testigo del sonar de golpes en la puerta, un fatídico día de aquel caluroso verano de 1936, ya anclado en la memoria de quienes, como el general Miaja, nunca pudieron volver a ese pequeño rincón africano, el ‘Rincón de Miaja’.

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