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Miguel Calderón pide a la Virgen de la Soledad que seamos capaces de seguir su ejemplo de entrega

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(Autor: Guerrero)

"Soledad, mi soledad. ¿Seremos capaces? ¿Ayudaremos a los que nos necesitan? ¿Te imitaremos en la ayuda? Esas nuestras buenas intenciones de siempre, ¿seremos capaces de realizarlas?", se preguntaba Miguel Calderón Gallardo en el acto de desagravio a la Virgen de la Soledad, en la siempre sobrecogedora noche del Viernes Santo; una velada en la que Fernando Pérez Martínez, en representación de la Junta Joven de la Cofradía, pidiera a la Señora de Melilla "no te recojas madre, debido a que no quiero que pases una noche más ahogada en tu soledad; quiero hacer otra vez la salida procesional, y que toda Melilla te vuelva a acompañar en tu día más triste". El reloj de la fachada del Palacio de la Asamblea marcaba las once de la noche del Viernes Santo melillense cuando se abrían las puertas del Sagrado Corazón para el inicio de la salida procesional de la Soledad de Nuestra Señora, rememorando así aquel cercano aún Viernes Santo de 1980 cuando la Soledad volvió a salir en procesión posibilitando la recuperación de la Semana Santa melillense. Se ponía fin a la paralización decretada por el Obispado de Málaga en 1973. La encargada ayer de dar las tres llamadas a la puerta del templo para que se abriera y diera paso a la salida del trono fue Nuria Quiles.

Junta Joven
La virgen completó su triste recorrido por las calles de su ciudad, atravesando el angosto callejón que lleva su nombre desde 2001 que, un año más, apareció alfombrado por el bello diseño confeccionado con serrín de colores por los jóvenes de la Cofradía, homenajeándola en silencio. Los costaleros colocaron uno a uno, en la pequeña hornacina, a modo de ermita de la virgen en esa calle, claveles de color blanco, formando un gran corazón. Algunos de los presentes pudieron acercarse, meterse bajo el trono y portar a la Señora de Melilla durante unos minutos.

En esta ocasión fue Fernando Pérez Martínez el encargado de dar lectura a la carta de la Junta Joven de la Cofradía, a la virgen: "Hoy, viernes santo, es el día más triste del año. Yo desearía, junto a miles de melillenses, acompañar a la madre de Dios en su llanto. Aquí, en la noche en la que la muerte se lleva a tu hijo, compartiremos todos los que estamos aquí reunidos tu tristeza. La misma tristeza que se ve reflejada en la cara de todas esas personas que se sienten perseguidas por llevar la cruz de guía como estandarte, la misma tristeza de aquellos que han perdido a un familiar o amigo, pero aun así, todos los que hemos perdido a alguien, sabemos que desde el cielo hay una estrella que nos cuida, y por eso, como cada noche de viernes santo, Melilla, tu ciudad, se oscurece, pero tranquila Madre, ya la Junta Joven se encargará de iluminar la avenida para hacernos recordar que hay una estrella en el cielo que no deja de brillar", manifestó.

El joven pregonero tuvo palabras de reconocimiento para las mujeres de la cofradía que hacen posible que la Soledad salga a la calle, así como al capataz de trono que les dirige y al hermano mayor, así como a todos los que han hecho posible que este joven cofrade sea el encargado de dar lectura a esta carta a la Soledad, la Madre de Dios que conoció gracias a sus padres y que le llevó a desear desde pequeño poder ser portador de su trono, un sueño que ya es una realidad. No olvidó a sus compañeros portadores y a los que cedieron su puesto a los más jóvenes, como "Joaquín Cánovas, que aunque sé que esta decisión no habrá sido fácil, recuerda, te suceda quien te suceda, tu puesto siempre estará ahí, en ese varal izquierdo".

Pero esta noche de Viernes Santo ha tenido la posibilidad de acompañar a la Soledad, de mirarla a los ojos y decirle: "Madre, hoy no estás sola, que hoy estoy yo, y aquí están todos los que te quieren, todos los que a oscuras siguen tu paso". "Madre, quiero que vuelques tu mirada en estas personas que te acompañan y quiero que veas en su rostro el dolor, el sufrimiento y el llanto, y con eso vas a comprender que hoy no estás sola Madre".
"Me gustaría confesarte que en el tramo final empezando a hacer el giro entre Calle Cervantes y Ejercito Español, mis pasos están cansados, pero cojo fuerzas y camino más deprisa para coger sitio en uno de los bancos para verte entrar en tu casa. Al momento de mirarte, se me viene la misma frase año tras año: no te recojas madre, que no quiero que pases una noche más ahogada en tu soledad. Quiero hacer otra vez la salida procesional, y que toda Melilla te vuelva a acompañar en tu día más triste…no te recojas madre. Pero aun así sé, que eso no puedes hacerlo, pero en el silencio que caracteriza esta noche junto al salve Regina, allí, estarán tus portadores elevándote al cielo al compás de ¡viva la Virgen de la Soledad!"
La Virgen entra silenciosa y sola a una oscura Avenida, donde un río de cirios parece marcarle las orillas del camino a seguir, mientras un tambor destemplado quiere ahogar las lágrimas de la Madre. La cofradía de la Soledad repartió más de dos mil velas entre el público. A la una de la madrugada, en la oscura noche melillense y envuelta en un mar de luciérnagas, la virgen recibe frente la tribuna de la fiscalía el acto de desagravio, el pregón del perdón que ofreció Miguel Calderón Gallardo, cofrade de raigambre en la Cofradía de la Soledad.

Desagravio
"Soledad, mi soledad, Señora de la noche, del silencio, de la obscuridad, del sufrimiento, de la espera. ¿Por qué yo, señora? Sabes de mis dudas y vergüenzas. Pero también sabes que no me podía negar. Por eso, ahora, te pido más que nunca fuerza para ser digno de este momento, para agradecerles a mis hermanos en la Soledad, a esta, mi familia de siempre, esta oportunidad. Sabes que por muchas razones importantes en mi vida, esta noche tenía que estar a tu lado.

Nací, junto a ti. Respiré incienso y cera casi antes de nacer. He tenido la gran suerte de disfrutar de ti como pocos. Madre, no sabría describir mis sensaciones, como sé que no puedo vivir sin ti, lejos de ti. Señora de la guardería, del portador, de la camarera, de la mujer de mantilla, del penitente, del que te acompaña en tu recorrido, del que te espera en la acera. Soledad, mi soledad, Señora del que tan solo te ve esta noche y le vale. Señora del que está a tu lado todo el año. Señora del que sufre, del enfermo, del emigrante, del drogadicto, del parado, del que no tiene, del que tiene y no comparte, Soledad, mi soledad. Señora, mi señora.

La luz se apaga, todo se hace obscuridad. Pero madre, aparece ese pábilo de vela que se enciende, y enciende otra, y otra y otra… Y se ilumina, madre. Sí, se ilumina el camino. Aparece tu senda iluminada. Gracias. Gracias madre. Gracias por esa senda iluminada. Gracias por la amistad y mis amigos. Gracias por mi familia. Y gracias por el amor. Soledad, mi soledad. ¿Seremos capaces? ¿Ayudaremos a los que nos necesitan? ¿Te imitaremos en la ayuda? Esas nuestras buenas intenciones de siempre, ¿seremos capaces de realizarlas? ¿No nos reiremos del que sufre? ¿Asistiremos al enfermo? ¿Acompañaremos al anciano? ¿Compartiremos con el que no tiene? Señora, mi soledad, Lo vamos a intentar. Sabes de nuestros fallos, errores, y mal hacer, de nuestras debilidades y carencias. Pero madre, Señora de la soledad, lo vamos a intentar. Señora, mi soledad, ayúdanos. Protégenos. Que siempre seas nuestra esperanza y guía. Que seamos dignos de llamarnos y sentirnos hijos tuyos y poder llamarte madre. Que tú te sientas orgullosa de estos tus hijos. Y Cristo, Nuestro Cristo de la paz siempre a tu lado, nos ayude y proteja. Soledad. Mi soledad.

Capataz… ¡¡Inicia la marcha! ¡Da el toque de atención! ¡Portador, a tu sitio! Recuerda, ella y tú, nada más. ¡Un toque! ¡Dos! ¡Tres! Portador, ¡Va por ti, Melilla! Capataz, portador, ¡al cielo con ella! Soledad, ¡te queremos!"
Tras la oración del pregonero, volvió el silencio a la noche melillense, roto sólo por el tambor que acompañó a la Soledad en su mar de luciérnagas hasta volver a su templo, al Sagrado Corazón, cerrando así la triste noche del Viernes Santo, pero con el corazón esperanzado y listo para la noticia feliz de este Domingo de Resurrección.

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Jesús Andújar

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