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Los terremotos en Melilla

¿Qué se puede hacer frente al riesgo de terremotos?

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Melilla es una localidad que se encuentra dentro de un área de riesgo de terremotos, como lo está también la vecina Al Hoceima o Nador, en el sur de Alborán, y Málaga-Granada en el norte de esta misma cuenca. En Melilla, los terremotos son registrados desde los primeros momentos de la llegada de los españoles, de modo que sabemos que el 1/3/1579 se produjo un terremoto que destruyó viviendas, iglesias e incluso murallas. Con toda seguridad, han habido otros terremotos anteriores, no registrados en escritos históricos, pero posteriormente se han conocido multitud de ellos en todos los siglos de historia española en Melilla, aunque con magnitud 6 o superior, son más contados, pero no raros, conociéndose datos de este tipo de terremotos en los años 1660, 1682, 1792, 1847, 1848, 1887, 1899, 1916, 1926, etc. Muchos de estos terremotos también se sintieron en Al Hoceima, de donde posiblemente viniera la mayoría de ellos.

Algunos terremotos, provocaron fenómenos tan llamativos como el cierre de la Bocana de la Mar Chica (año 1848) y también su apertura (año 1887). Precisamente en Al Hoceima se han registrado recientemente dos fuertes terremotos, acaecidos en el 26/5/1994 (magnitud: 6,0 Mw) y el 24/2/2004 (magnitud: 6,4 Mw), con daños materiales de consideración. El último, sentido por toda la población de Melilla, tuvo lugar a las 4:22 de la madrugada del día 25 de enero del 2016, con una magnitud de 6,3 Mw, produciendo daños materiales valorados en 11.900.000 euros, especialmente en inmuebles, aunque en la escala de intensidad MSK no pasara de ser “ligeramente dañino”, con una serie de réplicas posteriores que han producido una lógica preocupación en la población. Debe advertirse que algunos de estos temblores posteriores, considerados por la población como “réplicas”, como el producido cinco días después, el 31/1/2016, no es una réplica sino otro terremoto, pues su epicentro estaba a más de 120 km del anterior, aunque seguramente se produjo por simpatía del primero, ya que en la misma zona hay otras fallas que se pudieron activar con el primer temblor.
En resumidas cuentas, vivimos en un área de peligrosidad sísmica. Es un hecho que lo avala el registro histórico y la ciencia geológica, que establece que la cuenca de Alborán, originada en tiempos relativamente recientes (9 millones de años) es un área de convergencia entre las placas euroasiática y africana, cuyo contacto se encuentra en el fondo del mar de Alborán, produciendo un empuje (en un frente de varios kilómetros de profundidad) que determina un movimiento calculado en 5 mm/año en dirección NW-SE, que produce una deformación de la corteza terrestre y como consecuencia de ese empuje o tensión en dirección NW-SE, se produce una extensión o distensión en sentido perpendicular, es decir NNE-SSW (Fig.1), que es justamente la dirección que tienen las fallas extensionales (en un área de unos 400 km) donde se producen pequeños deslizamientos laterales bruscos “a saltos” que originan sismicidad (pequeños saltos son preferibles, pues liberan poco a poco la energía acumulada por esta tensión), en el mar de Al Hoceima, y cuya vibración se transmite por todo el mar de Alborán, incluida Melilla, localidad, una de las mayores localidades próximas.
Como todo el mundo sabe, no podemos hacer nada para impedir los terremotos, y la capacidad para predecirlos con la exactitud que necesita la población para una eventual evacuación, es prácticamente nula, por más charlatanes que se crean tan iluminados como par profetizarlos. Ante esta situación, y dado que sabemos que se van a producir los terremotos (aunque no cuándo), lo único que podemos hacer es diseñar y aplicar planes de prevención frente a los posibles daños, instrumentos que teóricamente deberían tener todas las poblaciones en zonas de riesgo sísmico, como ha hecho la Comunidad Valenciana con el Decreto 44/2011, mediante el cual se impulsa la creación de un Plan Municipal frente al Riesgo Sísmico en aquellos municipios situados en zonas de peligrosidad sísmica. Existe también un Plan Estatal de Protección Civil ante el Riesgo Sísmico, con carácter director, que debe ser homologado por las comunidades autónomas y concretado a nivel municipal. Estos planes obligan a las autoridades municipales a detectar los edificios vulnerables (antiguos, en ruinas o deficientemente construidos), el cumplimiento de las normas sismo-resistentes en todos los edificios, tanto en la composición del hormigón, como el sistema de vigas, evitar los voladizos, los bajos vacíos con pilares a diferentes alturas, etc. Debe reflejar también, desde Protección Civil, una red de autoprotección en comunidades vecinales, que localicen los lugares más vulnerables y los más seguros ante una vibración y al mismo tiempo sean la plataforma de difusión de normas de comportamiento ante un terremoto intenso, especialmente en colegios, donde es aconsejable realizar al menos un simulacro anual. En el caso de Melilla, la vigilancia constante del estado de todo el sistema de adornos de fachadas, muchos de inspiración modernista, y otros edificios del patrimonio histórico, es de obligado cumplimiento, pues incluso sin terremotos, solo por la meteorización y el viento, se conocen desplomes que amenazan a cualquier viandante. Por otra parte, la antigüedad de su parque residencial la convierte en una ciudad muy vulnerable ante un sismo de magnitud superior a 6 Mw.
Pero por encima de todo, dado que la peligrosidad no sólo depende de la magnitud de un terremoto, sino del grado de exposición de la población, se debe realizar una planificación urbana inspirada en los principios de reducción de la vulnerabilidad, lo que cuestionaría los crecimientos excesivamente densos (aún menos en zonas de sustrato detrítico o de relleno), la creación de barrios con infraviviendas, la escasez de espacios abiertos o verdes, la cercanía a almacenes de materiales tóxicos, la excesiva explotación de acuíferos (que podrían disparar fenómenos de hidrosismicidad, como ocurrió en Lorca) y vigilar la realización fracking, almacenamiento de gas y de prospecciones o extracción de combustibles fósiles en zonas tan fuertemente tectonizadas como la cuenca de Alborán, que en realidad debería ser declarada internacionalmente como Zona Libre de Prospecciones y Extracciones.

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