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LA EMPERATRIZ DE TÁNGER – Sergio Barce. Ediciones del Genal. Málaga 2015, 2ª edición (2006).

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Colaboración en las V JORNADAS CULTURALES del Real Club Marítimo de Melilla, con motivo de la conferencia de Sergio Barce «De Larache a Tánger, un viaje a través de mis novelas» (Melilla, 8 de abril, 2016).

Tuve la ocasión de conocer, personalmente, a Sergio Barce hace un par de años, concretamente en 2014 con motivo del homenaje al hispanista Mohamed Sibari, que había fallecido el año anterior en su tierra, Larache. El acto tuvo lugar en el Centro de Estudios, Hispano Marroquí, de Málaga, organizado por la Asociación Colegial de Escritores de España y la revista Dos Orillas. En Málaga nos vimos por primera vez, pero éramos amigos antes, gracias a internet y a la Literatura.
En ese encuentro Sergio desarrolló su ponencia, Infancia y Literatura de Mohamed Sibari en Larache. A partir de aquí, nos intercambiamos libros y así me dedicó su novela, Una sirena se ahogó en Larache (2011) y su antología personal de relatos, Paseando por el Zoco Chico. Larachensemente (2014), recopilación de relatos muy vinculados a esa ciudad, Larache, que siempre lleva con él como agradable y hermoso lastre.
Los escritores, cuando llegamos a cierta edad, sentimos necesidad de evocar y asirnos a esa infancia, a esa juventud ya lejanas en el tiempo, y recordamos con nostalgia, pero con mucha claridad, lugares que transitamos cuando fuimos pequeños. Cuando nos entregábamos de lleno a disfrutar de los amigos, de los juegos de entonces, de las tradiciones y costumbres, y de lugares que aún somos capaces de recordar con intensidad, porque fueron parte importante de nuestra vida. Y eso es, a mi entender, lo que hace Sergio Barce cuando escribe, sobre todo en las obras anteriormente citadas donde, con un lenguaje asequible y lleno de amor por el terruño, su Larache, y con unas estructuras narrativas muy bien organizadas, va dando vida a ese mundo, que fue el suyo, y que revive para sus lectores con gran fidelidad. Sus personajes son cercanos como Tami, Rachida, Sami, Fatiha o Miguelito. Aparecen calles transitables como la Calle Real, y comercios y cines y barrios. Son los personajes y lugares de, Una sirena se ahogó en Larache, donde se narran sucesos tiernos, rutinarios o dramáticos. Circunstancias de un pueblo que vive día a día su suerte y sus contradicciones.
Lo mismo ocurre con sus diversos relatos larachenses, todos llenos de vitalidad y experiencias. Cito algunos: La luz de Larache, Un paseo por la Medina de Larache, Recuerdo de un pequeño taller de bicicletas o Ramadán en Larache. Son historias sencillas, humanas y, diríamos, para todos los públicos, donde Barce sueña, evoca y se vuelca y se vacía de recuerdos, y nos hace partícipes de esas añoranzas.
Otra cuestión bien distinta nos ofrece en La Emperatriz de Tánger, obra finalista en el XVII premio Vargas Llosa (2012) y en el XXII Premio Andalucía de la Crítica (2015). Es una novela negra, dura, desprovista de candor e ingenuidad; en sus personajes no hay nada de aquellos niños soñadores ni de pandillas entregadas, nada de vidas apacibles. En esta ocasión todos son adultos, inmersos en una sociedad que se mueve entre la droga, la mezquindad, el alcohol y el desenfreno sexual.
La novela está ambientada en Tánger, ciudad en la que convergen varias culturas procedentes de sociedades distintas, la autóctona, la española y algunos escritores extranjeros que llegan a África en busca de nuevas sensaciones que enriquezcan las historias de sus obras literarias. Es la época del Protectorado Español.
El protagonista es Augusto Cobos, un escritor mujeriego, insensible a veces, egocéntrico otras, perseguidor de la fama, empedernido fumador, alcoholizado, enganchado al Kifi, la grifa y otras drogas para salvarse, así, de su propia inseguridad y de sus miedos. Asiduo a burdeles y cabarets, que frecuenta solo o con amigos, con los que también comparte, en ocasiones, un buen té y buenos ratos de ‘sebsi’.
La novela, que cuenta con cerca de 180 páginas, está estructurada en capítulos, casi todos con los nombres de los personajes protagonistas del mismo. Es una narración circular alrededor de una novela y una Olivetti con su historia particular, con la que Augusto va escribiendo y finalizando su obra, que no es otra que La Emperatriz de Tánger. Con la edición de la misma Augusto tendrá su parte de ‘baraka’, pero una vez editada, le abandonará la suerte y será retirada de librerías. Se convertirá en una novela prohibida. En cuanto a la temporalidad, la historia transcurre en pocos meses. ¿Uno, dos? no puedo afirmar, pero sí puedo decir que todos los días llueve sin parar. La lluvia es, por tanto, protagonista en todas las secuencias, el autor nos describe ropas mojadas, zapatos embarrados, incluso hay inundaciones con graves consecuencias para los escritores, que verán sus cuartillas afectadas. Desfilan junto a Augusto Cobos personas despreciables, como Jean-Jacques, Charli Chan; otros odiosos como el capitán Iriarte; algunos más amables como las hermanas Isabelle e Yvonne, el matrimonio Paul y Jane, el inspector Said Barrada o su amigo Pablo, todos ellos irán desenvolviéndose con sus propias historias por ese ambiente lluvioso y oscuro en el que se ve envuelto el protagonista.
Sergio Barce conduce muy bien a sus personajes con descripciones personales muy detalladas y nos adentra en lugares como el barrio Hafa, La Mar Chica, la pensión Fuentes, el cine Alcázar o el hotel Minzah, con una escritura a veces tensa, pero muy equilibrada y a todos los personajes los hará interactuar por callejuelas estrechas, el zoco, la medina, el balneario, casino, la avenida de Bélgica o la de San Francisco. Entraremos de su mano al café París, al Colón o al de Las Campanas. Sus personajes vivirán situaciones relajadas o controvertidas en el Kursaal, el Consulado, en La Casa de España, el Marocco Palace o el cafetín de Isa.
Mención aparte merecen las mujeres más cercanas al protagonista como Yamila, ella abre el primer capítulo de La Emperatriz de Tánger, mujer sumisa, prudente y paciente, que despierta deseos encontrados en Augusto Cobos, ¿la ama? ¿la desea? ¿la utiliza? ¿la necesita? Ni él mismo lo sabe. Carmen es otra de las mujeres que pasará por la vida de Augusto y caerá rendida ante él. Mujer que le será de mucha ayuda, al principio, pero luego será ignorada. Y la joven Miriam, única adolescente de la obra, que enredará al escritor hasta seducirle creándole sensaciones de deseos incontrolados, al mismo tiempo le hará sentirse mal, le creará un gran sentido de culpabilidad. Él mismo se llega a calificar ruin y miserable, al no respetar la juventud de la chica, al sucumbir ante sus encantos. La narración cobra interés e intriga al verse involucrado el protagonista, Augusto Cobos, en un asesinato del que casi no es consciente de que haya ocurrido. Están muy bien resueltas las situaciones de sexo, rencor, admiración desconfianza, inseguridad, odio, intrigas, amistad y angustias de los personajes. También, las miserias humanas.
Es curioso comprobar, a pesar del ambiente de drogas y bajos fondos en los que se desarrolla la historia, que las mujeres que leen La Emperatriz de Tánger de Augusto Cobos, se sienten atraídas por el autor, hasta el punto de buscarle, seducirle y justificarse con la afirmación: “ Es que yo…, quería ser La Emperatriz de Tánger.
A mi entender Sergio Barce, en esta obra, se nos muestra como un consagrado narrador, un investigador fiel que, seguro, nos hará disfrutar muy pronto con nuevas historias llenas de intrigas o encanto, al narrar aquello que lleva dentro y desea mostrar a sus lectores.

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