Abocados estamos, hasta el momento, a afrontar unas nuevas elecciones que, en base a las encuestas, no van a aportar grandes cambios al panorama actual, pero van a desgastar tanto la imagen de los políticos del país como las arcas públicas y, como señalamos en anteriores ocasiones, van a incrementar el hastío que en numerosos sectores ciudadanos acumulan hacia la clase política. Meridianamente claro dejaron las bases de Podemos el pasado lunes su oposición a un pacto entre PSOE y Ciudadanos. De hecho, el 88,23% de los militantes de la formación morada rechazó, tras la consulta efectuada por la cúpula de la formación política, a un posible pacto de gobierno con el socialista Pedro Sánchez y su acuerdo con Albert Rivera de la formación naranja. Un tanto por ciento que ascendía hasta un 91,79 % de respaldo a la propuesta de gobierno defendida por Podemos y sus confluencias. Unos datos que hacía públicos el lunes en Zaragoza el secretario de organización de Podemos, Pablo Echenique y que en Melilla causaban gran satisfacción entre los seguidores de Pablo Iglesias según señaló Gema Aguilar, líder de Podemos en la ciudad.
Unos resultados que vienen a complicar y a remarcar el empecinamiento de Iglesias en no querer sentar a Sánchez en el sillón presidencial de La Moncloa. Y para empecinamiento el de Pedro Sánchez hacia Mariano Rajoy con el que no ha consentido no ya negociar, sino incluso hablar con el consiguiente desprecio que su cerrazón conlleva hacia los más de siete millones de ciudadanos que han votado al Partido Popular y que descarta absolutamente la gran coalición. Por tanto y, salvo las sorpresas de última hora que siempre puede deparar la política, parece que todo lleva a la segunda opción menos mala, como sería la de un nuevo paseíllo de los españoles ante las urnas.
Un bloqueo de la situación política, que ha llevado a Felipe VI a tomar la iniciativa de llevar a cabo una nueva ronda de contactos. El objetivo, como en las anteriores, conocer si existe un responsable de alguna de las cuatro grandes formaciones políticas con posibilidades de encabezar una investidura o en caso contrario disolver las Cortes. La cita, los días 25 y 26, últimas fechas para realizar la convocatoria de la Cámara Baja y las dos votaciones establecidas en la Constitución. En consecuencia, se agota el tiempo para un posible pacto.
Esta intervención real, que el monarca ha introducido en el calendario de forma voluntaria, para algunos es una forma de llamar la atención a los políticos de su fracaso para ponerse de acuerdo y de su incapacidad para resolver el sentir que con sus votos determinó el pueblo español el pasado 20 de diciembre.
Abocados estamos, hasta el momento, a afrontar unas nuevas elecciones que, en base a las encuestas, no van a aportar grandes cambios al panorama actual, pero van a desgastar tanto la imagen de los políticos del país como las arcas públicas y, como señalamos en anteriores ocasiones, van a incrementar el hastío que en numerosos sectores ciudadanos acumulan hacia la denominada clase política.
Y, en otro ámbito, aunque está claro que no es, ni de lejos, la solución ideal para remediar el paro que en la ciudad se eleva a cerca de 12.000 personas, el anuncio realizado ayer tanto por el portavoz del ejecutivo local Daniel Conesa y la directora provincial del SEPE, Esther Azancot, de que el próximo junio arrancarán unos planes de empleo que proporcionarán trabajo a 1.192 parados durante nueve meses, es un alivio para estas familias. A pesar de que estas medidas no proporcionan ninguna solución estable ni a la situación laboral ni al futuro económico de la ciudad, no dejan de ser una válvula de escape para un número ingente de ciudadanos que pasan por un día a día de real angustia, a la que las próximas contrataciones introducen un temporal respiro.
