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De actualidad

Juego sucio

Amén de un posible delito, la filtración de los litigios de José María Aznar con el Fisco ha sido un acto insidioso. Juego político sucio, como lo fue en su día la publicación de la declaración de la Renta de Esperanza Aguirre.

A tenor de lo publicado (OK Diario) la Agencia Tributaria habría sancionado al ex presidente del Gobierno por haber utilizado una sociedad instrumental cuya régimen tributario permite ahorrar el pago de impuestos por IRPF. En años anteriores (hasta que Hacienda cambió de criterio en la interpretación de la ley) Aznar no tuvo ningún problema con la Agencia Tributaria.

Según explicó él mismo en un comunicado, el ex presidente del Gobierno mantenía una discrepancia con el Fisco pero en ningún momento intentó evadir el pago de impuestos. Es comprensible el cabreo de Aznar ante la forma tendenciosa con la que fue presentado su litigio con el Fisco. La noticia fue filtrada de tal manera que llevaba a pensar que el ex presidente del Gobierno había intentado eludir sus obligaciones fiscales. Práctica infamante, de haber sido cierta.

Sería injusto endosar en exclusiva la responsabilidad del cambio de criterio tributario al ministro Cristóbal Montoro. Seamos serios, el Presidente del Consejo de Ministros es Mariano Rajoy. Es costumbre arraigada entre los mandatarios que toman decisiones lesivas para terceros desviar las protestas hacia colaboradores secundarios. Es un clásico muy estudiado por Nicolás Maquiavelo o Baltasar Gracián.

En el caso que afecta al ciudadano José María Aznar, subyace un mensaje subliminal. Algo así como un aviso a navegantes. Al colocar en la picota ante la opinión pública al ex presidente, es más que probable que alguien -dejo al lector su identificación- haya pretendido devolver el golpe por las reiteradas opiniones críticas a la forma de gobernar de Mariano Rajoy por parte de quien todavía es presidente de honor del PP. Sea éste u otro el origen de la filtración, tengo para mí que es juego político sucio. Ilustrativo, por lo demás, de aquél decir atribuido a Winston Churchill según el cual los personajes del gran teatro de la política se dividen en tres categorías: amigos, adversario y compañeros de partido.

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