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El Candil

Como Niños

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Y reíamos nos a mandíbula batiente cuan dos jóvenes infantes sin problema de exámenes, aunque llenos de banales picardías, y liberamos nuestras diversiones ocultas, esas que en familia son serias y entre amigos guasa de nosotros mismos.

Pero lo pasamos ¡bomba!, en medio del Parque Hernández, al lado de la hermosa araucaria excelsa, esa que da sombra al poeta Miguel Hernández. Nos reíamos de nuestras “retrancas” tanto Clemente como yo, él con sus nudos de huevos verdes y plátanos enanos aunque de dedos con uñas largas ¡eso sí! De Canarias oriundos y enclavados en su finca ¿almeriense?; donde a aquél mirlo se le ocurrió cobijar sus huevos. Yo al principio creí que era el nido de Hulk o de la Masa, por eso de ser verdes sus huevos (la cáscara). Nido que amparado por los dedos de los racimos de la platanera no contaba con el depredador propietario, curioso él más que “asesino”. En fin, que de allí pasamos (a carcajadas) al loro y del loro al chapuzón del chino Huawey, contaminado por envío de euros desde la Peni a Melilla que, por cierto no llegaron a tal destino, sospechando nosotros que por arte de birlibirloque fueron detectados por algún crupier y desviándolos a Panamá, les dejo con tres palmos de narices. Y es que las ciencias adelanta una barbaridad (de don Hilarión en la Verbena de la Paloma) y dado que ya entonces era el mantón de la China, será seguro que los euros estén bailando un chotis en brazos de un Bárcenas cualquiera.

Así que, entre carcajadas por nada hacíamos terapia de relajamiento, pero como diría Paco Roldan con su mucha “retranca”, hay que verlo para creerlo. Así que, satisfechas nuestra juventud con la mayor distensión que da la risa en la distinción de cuando ella es tonta (la risa) y contagiosa al pensar de tanta intención. Pero eso sí, lo pasamos ¡bomba! Y hablamos de descendientes y a Clemente se le caía la babilla, joven sí, pero abuelo distinguido. Yo, envidioso por el chuleo que se traía él presumido, sigo pensando en el nido de los huevos verdes, aunque no sé porqué, no son negros o blancos, o quizá beige o jaspeados, ¡No! Los de mi amigo Clemente tienen que ser verdes. Al menos pienso que serian más acordes si fueran caquis ¡digo yo!
Miré a la araucaria excelsa, y dándola las gracias por su cobijo asombrado, dirigí un Ripio a Hernández que había escuchado nuestra juerga y entre ráfagas de viento, nos despedimos. De pronto me vuelvo y le digo ¡Clemente! Dale recuerdos al loro… y es que Clemen también tiene loro. Un abrazo y en la próxima hablaremos de elecciones ¿Pero hay elecciones otra vez? Jajaja Hablaremos del loro…

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