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El rincón de Aranda

Cartas Desde La Purísima LI

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Antes de nada debo recordar a ustedes, queridos lectores, que estas humildes “Cartas”, ya fueron publicadas en este periódico en el año 2009. Las actuales, a petición de algunos amigos lectores, están corregidas y aumentarlas. Y también, parafraseando a lo que Jesucristo manifestó, cuando sus discípulos le preguntaron, si consideraba justo pagar tributo al gobierno dijo: “Pagad pues al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”, (Mateo 22:21). O sea que yo, procurando ser justo en mis agradecimientos, quiero dar a cada uno lo que le corresponde.
Entonces, al comenzar a escribirlas, mi amigo José Luís Blasco me preguntaba si yo recordaba, que hacía varios años me publicaron, como un verso suelto, la primera. Él como buen historiógrafo, y archivador, la buscó entre sus papeles, y ahí estaba ella, “charlando”, junto a los Héroes, desde entonces. Bueno, yo creo que con un poco de paciencia, salpimentado con cariño, y un buen chorreón de humilde literatura, puede que nos “encajemos” de nuevo, en la nº 100; porque nuestros Héroes, desde hace décadas, ya se lo estaban mereciendo; a pesar de las historias, todas ellas de brillante color humano, lleven a retazos, el oscuro color del luto por la Patria.

La “Carta” de hoy la escribe un Sargento, de Infantería y dice así:
“Queridos melillenses: Me llamo Mauro Izaga y Ruiz de Loizaga. Soy Sargento de Infantería del Bon. Madrid nº 2; y les estoy escribiendo desde el Osario del Panteón Margallo, aquí en La Purísima. Nací, hace 23 años en Otxandio, en la provincia de Vizcaya. El día 27.07.1909, caí muy malherido en el Barranco del Lobo, y el 31 del mismo mes, fallecí en la clínica de la Alcazaba, que más bien era un hospital de sangre. Tengo junto a mí, a dos soldados de mi batallón: Uno es madrileño, y el otro de Villafranca de la Sierra, un pueblecito de Ávila. El de Madrid, cayó muerto en el mismo lugar, y día en que me hirieron a mí. Me dice que ha sido cochero, desde que era un muchacho, con apenas quince años; y tiene 26, y aún es soltero. El de la provincia de Ávila es jornalero, y un experto en trovos. Muchos de sus compañeros le solicitaban que escribiera unos versos para dedicárselos a sus novias; y él lo hacía sin nada a cambio. Dice que en un pueblo cercano al suyo, Bonilla de la Sierra, leía poesías de Lope de Vega, y algunas de su propia cosecha. Aquí los tengo a los dos, sentados en las escaleras, que muchos visitantes llaman las del “Ángel”. Desde hace algunos años, se ven muchos soldados, con distintos uniformes, y creemos que son los que murieron en los pasados siglos, en las murallas que circundan Melilla la Vieja; como José Tamarit, soldado voluntario del 2º Bon. de la Real Artillería, que murió aplastado por una cureña, mientras montaba un cañón en la misma. Nos dice que fue el 21.07.1719. Fíjense, que ahora podría contar con doscientos años, mientras que nosotros, apenas llegamos a los treinta. Aunque esta carta les parezca corta, queridos lectores, siento decirles que no tenemos más remedio que dejarles. Rogamos, si alguna vez visitan este camposanto, recen una oración, y se despidan con una sonrisa al hacerlo. No saben ustedes lo que nos reconforta la oración, y esa pequeña sonrisa de aliento; ya que es lo único que poseemos. Un fuerte abrazo, con todo nuestro cariño”.

Como habrán comprobado, estos Héroes, como todos los que les escriben, tienen sus heridas, con agujeros rojos, y secos, por donde la vida, hace años, se les escapó a borbotones; pero de sus cuerpos, a pesar de quedar indefensos, las almas, que cada uno llevamos adheridas, las de ellos, jamás los abandonaron; como un clavel a su perfume, siempre atado, o como las enredaderas a los muros sin sol. Por eso intento, que mi ramo de flores virtual, que deposito, en cada una de ellas, sea entregado en el altar del “Lauro Patrio”, donde todos descansan en la eternidad. Quizás parezca un tanto romántico pero, a veces, creo ver a mis padres pasear, junto al acantilado de La Purísima, degustando un helado de “La Ibense” en la mano, charlando con sus vecinos de la eternidad. Así lo quisieron ellos en vida, descansar en La Purísima, junto a los Héroes.

PIE DE FOTO:
Heladería La Ibense de Melilla en el año 1943

FRASE:
Quizás parezca un tanto romántico pero, a veces, creo ver a mis padres pasear, junto al acantilado de La Purísima, degustando un helado de “La Ibense” en la mano, charlando con sus vecinos de la eternidad. Así lo quisieron ellos en vida, descansar en La Purísima, junto a los Héroes.

El rincón de Aranda

Cartas Desde La Purísima LI

Juan J. Aranda

Antes de nada debo recordar a ustedes, queridos lectores, que estas humildes “Cartas”, ya fueron publicadas en este periódico en el año 2009. Las actuales, a petición de algunos amigos lectores, están corregidas y aumentarlas. Y también, parafraseando a lo que Jesucristo manifestó, cuando sus discípulos le preguntaron, si consideraba justo pagar tributo al gobierno dijo: “Pagad pues al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”, (Mateo 22:21). O sea que yo, procurando ser justo en mis agradecimientos, quiero dar a cada uno lo que le corresponde.

Entonces, al comenzar a escribirlas, mi amigo José Luís Blasco me preguntaba si yo recordaba, que hacía varios años me publicaron, como un verso suelto, la primera. Él como buen historiógrafo, y archivador, la buscó entre sus papeles, y ahí estaba ella, “charlando”, junto a los Héroes, desde entonces. Bueno, yo creo que con un poco de paciencia, salpimentado con cariño, y un buen chorreón de humilde literatura, puede que nos “encajemos” de nuevo, en la nº 100; porque nuestros Héroes, desde hace décadas, ya se lo estaban mereciendo; a pesar de las historias, todas ellas de brillante color humano, lleven a retazos, el oscuro color del luto por la Patria.

La “Carta” de hoy la escribe un Sargento, de Infantería y dice así:
“Queridos melillenses: Me llamo Mauro Izaga y Ruiz de Loizaga. Soy Sargento de Infantería del Bon. Madrid nº 2; y les estoy escribiendo desde el Osario del Panteón Margallo, aquí en La Purísima. Nací, hace 23 años en Otxandio, en la provincia de Vizcaya. El día 27.07.1909, caí muy malherido en el Barranco del Lobo, y el 31 del mismo mes, fallecí en la clínica de la Alcazaba, que más bien era un hospital de sangre. Tengo junto a mí, a dos soldados de mi batallón: Uno es madrileño, y el otro de Villafranca de la Sierra, un pueblecito de Ávila. El de Madrid, cayó muerto en el mismo lugar, y día en que me hirieron a mí. Me dice que ha sido cochero, desde que era un muchacho, con apenas quince años; y tiene 26, y aún es soltero. El de la provincia de Ávila es jornalero, y un experto en trovos. Muchos de sus compañeros le solicitaban que escribiera unos versos para dedicárselos a sus novias; y él lo hacía sin nada a cambio. Dice que en un pueblo cercano al suyo, Bonilla de la Sierra, leía poesías de Lope de Vega, y algunas de su propia cosecha. Aquí los tengo a los dos, sentados en las escaleras, que muchos visitantes llaman las del “Ángel”. Desde hace algunos años, se ven muchos soldados, con distintos uniformes, y creemos que son los que murieron en los pasados siglos, en las murallas que circundan Melilla la Vieja; como José Tamarit, soldado voluntario del 2º Bon. de la Real Artillería, que murió aplastado por una cureña, mientras montaba un cañón en la misma. Nos dice que fue el 21.07.1719. Fíjense, que ahora podría contar con doscientos años, mientras que nosotros, apenas llegamos a los treinta. Aunque esta carta les parezca corta, queridos lectores, siento decirles que no tenemos más remedio que dejarles. Rogamos, si alguna vez visitan este camposanto, recen una oración, y se despidan con una sonrisa al hacerlo. No saben ustedes lo que nos reconforta la oración, y esa pequeña sonrisa de aliento; ya que es lo único que poseemos. Un fuerte abrazo, con todo nuestro cariño”.

Como habrán comprobado, estos Héroes, como todos los que les escriben, tienen sus heridas, con agujeros rojos, y secos, por donde la vida, hace años, se les escapó a borbotones; pero de sus cuerpos, a pesar de quedar indefensos, las almas, que cada uno llevamos adheridas, las de ellos, jamás los abandonaron; como un clavel a su perfume, siempre atado, o como las enredaderas a los muros sin sol. Por eso intento, que mi ramo de flores virtual, que deposito, en cada una de ellas, sea entregado en el altar del “Lauro Patrio”, donde todos descansan en la eternidad. Quizás parezca un tanto romántico pero, a veces, creo ver a mis padres pasear, junto al acantilado de La Purísima, degustando un helado de “La Ibense” en la mano, charlando con sus vecinos de la eternidad. Así lo quisieron ellos en vida, descansar en La Purísima, junto a los Héroes.

PIE DE FOTO:
Heladería La Ibense de Melilla en el año 1943

FRASE:
Quizás parezca un tanto romántico pero, a veces, creo ver a mis padres pasear, junto al acantilado de La Purísima, degustando un helado de “La Ibense” en la mano, charlando con sus vecinos de la eternidad. Así lo quisieron ellos en vida, descansar en La Purísima, junto a los Héroes.

El rincón de Aranda

Cartas Desde La Purísima LI

Juan J. Aranda

Antes de nada debo recordar a ustedes, queridos lectores, que estas humildes “Cartas”, ya fueron publicadas en este periódico en el año 2009. Las actuales, a petición de algunos amigos lectores, están corregidas y aumentarlas. Y también, parafraseando a lo que Jesucristo manifestó, cuando sus discípulos le preguntaron, si consideraba justo pagar tributo al gobierno dijo: “Pagad pues al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”, (Mateo 22:21). O sea que yo, procurando ser justo en mis agradecimientos, quiero dar a cada uno lo que le corresponde.

Entonces, al comenzar a escribirlas, mi amigo José Luís Blasco me preguntaba si yo recordaba, que hacía varios años me publicaron, como un verso suelto, la primera. Él como buen historiógrafo, y archivador, la buscó entre sus papeles, y ahí estaba ella, “charlando”, junto a los Héroes, desde entonces. Bueno, yo creo que con un poco de paciencia, salpimentado con cariño, y un buen chorreón de humilde literatura, puede que nos “encajemos” de nuevo, en la nº 100; porque nuestros Héroes, desde hace décadas, ya se lo estaban mereciendo; a pesar de las historias, todas ellas de brillante color humano, lleven a retazos, el oscuro color del luto por la Patria.

La “Carta” de hoy la escribe un Sargento, de Infantería y dice así:
“Queridos melillenses: Me llamo Mauro Izaga y Ruiz de Loizaga. Soy Sargento de Infantería del Bon. Madrid nº 2; y les estoy escribiendo desde el Osario del Panteón Margallo, aquí en La Purísima. Nací, hace 23 años en Otxandio, en la provincia de Vizcaya. El día 27.07.1909, caí muy malherido en el Barranco del Lobo, y el 31 del mismo mes, fallecí en la clínica de la Alcazaba, que más bien era un hospital de sangre. Tengo junto a mí, a dos soldados de mi batallón: Uno es madrileño, y el otro de Villafranca de la Sierra, un pueblecito de Ávila. El de Madrid, cayó muerto en el mismo lugar, y día en que me hirieron a mí. Me dice que ha sido cochero, desde que era un muchacho, con apenas quince años; y tiene 26, y aún es soltero. El de la provincia de Ávila es jornalero, y un experto en trovos. Muchos de sus compañeros le solicitaban que escribiera unos versos para dedicárselos a sus novias; y él lo hacía sin nada a cambio. Dice que en un pueblo cercano al suyo, Bonilla de la Sierra, leía poesías de Lope de Vega, y algunas de su propia cosecha. Aquí los tengo a los dos, sentados en las escaleras, que muchos visitantes llaman las del “Ángel”. Desde hace algunos años, se ven muchos soldados, con distintos uniformes, y creemos que son los que murieron en los pasados siglos, en las murallas que circundan Melilla la Vieja; como José Tamarit, soldado voluntario del 2º Bon. de la Real Artillería, que murió aplastado por una cureña, mientras montaba un cañón en la misma. Nos dice que fue el 21.07.1719. Fíjense, que ahora podría contar con doscientos años, mientras que nosotros, apenas llegamos a los treinta. Aunque esta carta les parezca corta, queridos lectores, siento decirles que no tenemos más remedio que dejarles. Rogamos, si alguna vez visitan este camposanto, recen una oración, y se despidan con una sonrisa al hacerlo. No saben ustedes lo que nos reconforta la oración, y esa pequeña sonrisa de aliento; ya que es lo único que poseemos. Un fuerte abrazo, con todo nuestro cariño”.

Como habrán comprobado, estos Héroes, como todos los que les escriben, tienen sus heridas, con agujeros rojos, y secos, por donde la vida, hace años, se les escapó a borbotones; pero de sus cuerpos, a pesar de quedar indefensos, las almas, que cada uno llevamos adheridas, las de ellos, jamás los abandonaron; como un clavel a su perfume, siempre atado, o como las enredaderas a los muros sin sol. Por eso intento, que mi ramo de flores virtual, que deposito, en cada una de ellas, sea entregado en el altar del “Lauro Patrio”, donde todos descansan en la eternidad. Quizás parezca un tanto romántico pero, a veces, creo ver a mis padres pasear, junto al acantilado de La Purísima, degustando un helado de “La Ibense” en la mano, charlando con sus vecinos de la eternidad. Así lo quisieron ellos en vida, descansar en La Purísima, junto a los Héroes.

PIE DE FOTO:
Heladería La Ibense de Melilla en el año 1943

FRASE:
Quizás parezca un tanto romántico pero, a veces, creo ver a mis padres pasear, junto al acantilado de La Purísima, degustando un helado de “La Ibense” en la mano, charlando con sus vecinos de la eternidad. Así lo quisieron ellos en vida, descansar en La Purísima, junto a los Héroes.

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