El hilo sublime y generoso que cojo con pudor para tejer, como buenamente puedo, la Historia y la Memoria, de nuestros Héroes, intento hacerlo con el estilo epistolar, que hoy, debido a la tecnología de las teclas de un ordenador, ya casi no se usa. De todas maneras, yo intento bordar sus nombres con el color del amor de nuestros corazones. La “Carta” de hoy la escribe un soldado de Infantería, y dice así:
“Queridos melillenses: Soy Francisco Díaz Pérez, y soy soldado del Rgto. de Infantería Príncipe nº 3. Nací en una casa junto al Río Olga, en Navia, un pueblo de Asturias. Tengo 24 años, y estoy casado con Claudia Fernández. Les estoy escribiendo desde el Osario del Panteón de Margallo, donde me encuentro desde que los moros me mataron, el 28.09.1909, en el Zoco el Had. A mi lado está Vicente de la Escuadra de la Iglesia; también es de la 3ª del 4º Bon. del mismo Rgto. del Príncipe. Vicente, es un zamorano de la misma edad que yo, pero está soltero. Él murió a las 9 de la mañana, del 22.11.1909, en el Hospital de Sangre de la Alcazaba. Cuando lo trasladaron a este Osario me dijo que su muerte fue debida a una herida en el vientre, cuya infección, los médicos no pudieron hacer nada. Tengo que decir que lo hirieron el mismo día, y lugar que a mí, pero al pobrecito, su agonía de fiebres, le duró casi dos meses. Vicente, a pesar de ser un labrador, aparentemente huraño, tiene los modales de un hombre educado. Me dice que hace unos días, ayudó a pasar por entre las tumbas, a una joven, que caminaba desorientada, con el aspecto muy demacrado, de apenas veinte años, con un bebé en sus brazos; y al preguntarle quién era, y si podía ayudarla en algo, ella le dijo que se llamaba, Eleuteria Chafino Vélez, y que su esposo era el Teniente Graduado, Capitán D. Enrique Fernández de Castro; perteneciente al 1º Bon. del Rgto. de Infantería Fijo de Ceuta. Dijo también que murió de tisis, el 29.03.1861, y su hijo, que era el que llevaba en los brazos murió en el parto, al día siguiente; dándole infinitas gracias, a las autoridades, porque ambos fueran enterrados juntos, en el mismo ataúd. Vicente cree que, a pesar de esa cruel enfermedad, como es la tisis, ella murió, debido a la pérdida de sangre que tuvo cuando dio a luz a ese niño, que siempre lleva pegado a su pecho, con el vano afán de amamantarlo. Yo la vi una vez, como un alma en pena, cuando buscaba a su marido, para enseñarle su precioso hijo. Hace pocos días nos hemos enterado que el matrimonio de ese Capitán, y su joven esposa, se celebró en Ceuta, ciudad donde ambos eran naturales. Tanto Vicente como yo les rogamos, que la mejor flor que nos brinden, sea una sencilla oración, que Dios siempre acoge; o unas palabras escritas que alguien pueda leerlas; y que sean igualmente ofrecidas a la joven esposa del Capitán Fernández de Cuevas, y a su recién nacido, y fallecido, hijo. Reciban ustedes un cordial saludo con el abrazo cariñoso de dos soldados de Infantería”.
Como autor de estas “Cartas”, yo solamente deseo que se conmueva algo el espíritu de lo español, que existe en cada melillense de buena fe, solo eso; porque debemos saber, y entender, que el Panteón de los Héroes, bello, como poderoso, es el que alberga los restos, con sus almas, de miles de muertos, defensores de nuestra Melilla, que es la ciudad de la luz española en África; y a veces de sombras hostiles, que le dan algunos vecinos “amigos”; y lamentablemente, con la anuencia, y aprobación de algunos, que dicen ser, compatriotas nuestros.
