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Carta del editor.

El coronel sí tiene quien le escriba

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Un tercer hecho esperanzador para Melilla es la llegada del nuevo coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en nuestra ciudad, Antonio Sierras Sánchez. Tuve la ocasión de hablar el martes pasado con él y tengo la satisfacción de poder decir que me causó una extraordinariamente buena impresión, por su preparación y, sobre todo, por su actitud.

Comentando, como casi todo el mundo, sobre la extraña y hasta a veces ridícula situación política española, un buen amigo melillense me decía que los españoles tienen razón al reclamar un cambio profundo: menos corrupción, menos monopolios, más democracia -incluyendo la interna de los partidos políticos-, en resumen, cambios en la estructura básica de la sociedad. Estoy profundamente de acuerdo con esa visión de la realidad española (y melillense, por supuesto), como lo estoy sobre lo que mi amigo añadía: pero esos cambios estructurales de la sociedad española no deben ser en el sentido que quieren imponer muchos socialistas, casi todos los podemitas, los comunistas, los separatistas aislacionistas, etc., porque esos cambios no harían sino empeorar aún más la situación actual y muy especialmente la de los españoles más desfavorecidos.

Compré hace algunas semanas, y estoy empezando a leer ahora, un libro con el sugestivo antetítulo de Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza y el no menos atrayente título de Por qué fracasan los países. Lo escriben dos economistas destacados, Daron Acemoglu, profesor en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, y James A. Robinson, profesor en la Universidad de Harvard y experto en política y economía latinoamericana y africana. Se preguntan y analizan, para contestar a la pregunta/título, qué es lo que determina que un país sea rico o pobre, y llegan a la conclusión de que lo que determina esa diferencia entre la riqueza y la pobreza proviene básicamente de la política económica que dictaminan los dirigentes de los países, y así ha ocurrido en todos los períodos de la historia, como demuestran Acemoglu y Robinson en el apasionante estudio que es su libro.

Los autores ponen un ejemplo, el de una ciudad formada por dos ciudades fronterizas: Nogales, en Arizona (EEUU) y Nogales, en Sonora (México). El mismo clima, las mismas riquezas naturales, el mismo tamaño, pero una, la de Arizona, rica, y la otra, la de Sonora, pobre. Los autores del libro utilizan el ejemplo del multimillonario Carlos Slim para explicar la razón de la diferencia entre las dos Nogales: "Las instituciones económicas que hicieron que Carlos Slim fuera quien es son muy distintas de las de Estados Unidos. Para un emprendedor mexicano, los obstáculos de entrada son cruciales en todas las etapas de su carrera profesional. Estos obstáculos incluyen licencias caras que obtener, burocracia con la que lidiar, políticos y titulares de otros cargos que obstaculizan el camino, obstáculos que pueden ser insuperables". Carlos Slim se hizo rico gracias al monopolio, Bill Gates gracias a la innovación y la lucha competitiva. En Estados Unidos hay muchos Gates. En México sólo hay un Slim. El PIB per cápita de Estados Unidos es de 56.421 dólares (estimación de 2015). El de México, 18.370 dólares, más de tres veces menor.

Aquí, muy cerca, tenemos un ejemplo parecido: Melilla (España) y Nador (Marruecos), con una frontera de por medio que separa dos entornos entre los que existe la mayor diferencia de renta per cápita del mundo (España tiene un PIB/per cápita de 34.899 dólares, Marruecos de 7.931, casi cinco veces menor). Pero existe una diferencia fundamental con respecto al caso de Nogales y es que en Melilla cada vez es más difícil emprender algo, mientras que en Nador, donde era tan difícil hacerlo, hoy es cada vez más fácil. La conclusión es que Melilla cada vez se parece más a Marruecos, algo que podría considerarse muy positivo si se debiera a que, apoyado por Melilla (como podría y debería haber sido), su entorno marroquí se hubiera desarrollado firme y rápidamente, pero desgraciadamente ocurre lo contrario y la relativa igualdad se produce, sobre todo, porque Melilla, una ciudad burocratizada hasta la náusea, dependiente cada vez más del "comercio atípico" y de las subvenciones, no cesa de empobrecerse.

Pero no quiero terminar esta Carta con un mensaje pesimista de inevitabilidad de la mejoría. Prefiero destacar algunos aspectos positivos de lo que ha ocurrido en nuestra ciudad durante esta última semana. Por ejemplo, la presentación, el martes, de Trasmediterránea en su buque Fortuny de las mejoras tecnológicas, los nuevos servicios on line que la compañía, tan ligada a Melilla y tan importante para los melillenses, va a ofrecer a sus clientes a partir de ahora, algo que en sí ya es importante, pero que lo es aún más porque demuestra que Trasmediterránea está decidida a emprender una nueva etapa de su ya larga vida de 100 años, una etapa basada en el servicio a los pasajeros con la intención última de que el viaje sea, además de una necesidad, un disfrute, lo que los nuevos tiempos exigen y premian.

Un segundo ejemplo esperanzador es la sentencia dictada por el magistrado Mariano Santos, de la Audiencia Provincial de Málaga sección Melilla, sobre una denuncia política, insisto, política, contra un funcionario técnico, Enrique Mingorance, por presuntas irregularidades administrativas en la contratación de un arquitecto, que se quisieron convertir en un delito, algo penalmente castigable. El magistrado escribe, dentro del tono enrevesado característico de casi todos los fallos judiciales, una frase extraordinariamente importante: "no podemos trasladar al derecho penal toda irregularidad administrativa", aunque finalmente concluye que no hubo, tampoco, irregularidad administrativa alguna. La denuncia, política, no iba tanto contra el funcionario como contra el político, Miguel Marín en este caso, y es lógica la alegría de este, manifestada en su rueda de prensa del miércoles. Pero eso, con ser importante, no es lo fundamental, porque lo fundamental es que esas denuncias políticas, esas intervenciones estruendosas, esas sucias e intolerables burlas públicas de algunos funcionarios a los que pagamos para que nos protejan, todo eso que tantísimo daño ha ocasionado a la sociedad melillense entera, empieza a desmontarse judicial y finalmente. Es de desear que pronto vaya ocurriendo, como sin duda ocurrirá, lo mismo con otros "casos" de falsas denuncias y extrañas "investigaciones" políticas. Melilla lo necesita para salir del sopor y el temor que actualmente la paraliza.

Un tercer hecho esperanzador para Melilla es la llegada del nuevo coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en nuestra ciudad, Antonio Sierras Sánchez. Tuve la ocasión de hablar el martes pasado con él y tengo la satisfacción de poder decir que me causó una extraordinariamente buena impresión, por su preparación y, sobre todo, por su actitud. Para Melilla -después de todo lo que ha pasado y de algunas intervenciones de algunos guardias civiles, incluyendo las de ese capitán de cuyo nombre no quiero acordarme, esas reseñas ilegales practicadas a quienes ni estábamos ni estamos detenidos, la quema de mi coche en la puerta de mi casa tras publicar este diario unas denuncias de unos guardias civiles sobre otros, etc.- es muy importante, yo diría que fundamental, que haya un jefe de la Guardia Civil con prestigio ya ganado, como es el caso de Antonio Sierras, y con voluntad de servicio y respeto constitucional, como él tiene. Probablemente ni siquiera él se da todavía cuenta de hasta qué punto es importante su puesto para nuestra ciudad, pero, Antonio, créeme si te digo que, en base a mi experiencia, de ti va a depender, en buena medida, que las cosas vayan bien o sigan yendo mal en nuestra ciudad. Por supuesto que te deseo, públicamente, la mejor de las suertes. Parafraseando a García Márquez, con una sola variante, puedes estar seguro de que, si actúas como creo que lo vas a hacer, el coronel sí va a tener quien le escriba.

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