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Carta del Editor

¿Cuántos enchufados hay en Melilla? ¿Habrá repetición electoral?

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Hay casos verdaderamente curiosos. Como el de una empresaria local cuyo marido y su familia son declarados enemigos del Gobierno local y de sus dirigentes, un Gobierno al que denuncia y en el que, sin embargo, pretende ser enchufado vía la aplicación torticera de la legislación laboral. La empresaria -que insulta gravememente a varios testigos de un juicio y que se jacta de su estrecha amistad con varias fiscales locales- sin embargo, o quizás por eso, recibe encargos y contratos, extraños contratos, de un organismo de la administración local por supuestos trabajos que cualquier empleado público podría, y sin duda debería, hacer.
Así, con la primera de las dos preguntas, empezaba y se titulaba mi Carta del domingo pasado, pero uno de esos duendes de los periódicos, vulgo error, mantuvo el título de la semana anterior (El coronel sí tiene quien le escriba) y descafeinó la pregunta (¿Cuántos enchufados hay en Melilla?) que ahora repito y sobre la que voy recibiendo respuestas, que se pueden resumir en que hay varios miles, varios miles de enchufados, se entiende, lo que significa un muy elevado porcentaje de la población con empleo de nuestra ciudad y es una verdadera catástrofe, de largo alcance y difícil solución, para el presente y el futuro de Melilla. Insisto en que sólo la participación ciudadana, activa y sin miedos, puede cambiar esta situación, por lo que vuelvo a hacer un llamamiento a esa participación imprescindible.

Hay casos verdaderamente curiosos. Como el de una empresaria local cuyo marido y su familia son declarados enemigos del Gobierno local y de sus dirigentes, un Gobierno al que denuncia y en el que, sin embargo, pretende ser enchufado vía la aplicación torticera de la legislación laboral. La empresaria -que insulta gravemente a varios testigos de un juicio y que se jacta de su estrecha amistad con varias fiscales locales- sin embargo, o quizás por eso, recibe encargos y contratos, extraños contratos, de un organismo de la administración local por supuestos trabajos que cualquier empleado público podría, y sin duda debería, hacer. Un caso más, uno entre miles, pero que destaco porque es el último que me han contado y, como conozco a los beneficiados y al vago -y muy probablemente cosas peores- que aspira eternamente a ser colocado en la administración pública, me ha llamado especialmente la atención. Y aclaro que el mal del enchufismo no es exclusivo ni de Melilla ni del Gobierno local, es un mal generalizado en España y especialmente notorio en ciudades pequeñas, como la nuestra. Es un mal generalizado y grave que forma un círculo vicioso, que empieza en el que pide el enchufe y continúa con el que se lo concede, y así sucesivamente. Es un mal generalizado en instituciones extractivas, poco democráticas, no pluralistas, en las que el famoso equilibrio de poderes -el check and balance anglosajón- no existe o es débil.

En pleno verano, aunque el sopor nos asalte y las vacaciones nos absorban, conviene mantener un cierto pensamiento crítico. Sobre el asunto de la gobernabilidad/ingobernabilidad de nuestro país, por ejemplo. "De la teatralidad hemos pasado al autismo institucional, a una inexplicable superación de la angustia", escribe Raúl del Pozo, intentando sintetizar lo que pasa en nuestra alta política nacional, que más bien es baja, muy baja y muy lamentable política. Quizás la solución es que Mariano Rajoy, como Fausto, el del gran escritor alemán Goethe, llegue a un pacto con Mefistófeles, el demonio, e intercambie su alma por la ayuda diabólica que le permita lograr su objetivo de gobernar España con una cierta tranquilidad. El pacto Fausto-Mefistófeles tenía una cierta trampa: que si durante el tiempo que Mefistófeles estuviera sirviendo a Fausto este llegara a estar tan complacido con algo que aquel le diera, hasta el punto de querer prolongar ese momento eternamente, Fausto moriría en ese instante. No sé si Rajoy estaría dispuesto a arriesgar su vida por poder gobernar sin tener que aguantar a los Rivera, Sánchez, Iglesias y demás, pero me parece que el presidente en funciones está ya al borde de la desesperación y nosotros, ciudadanos españoles tratados de nuevo más como súbitos que como personas con derechos (y obligaciones), estamos al borde de una nueva repetición de las elecciones generales, y así hasta que todos los votantes, excepto los tres mencionados antes y algunos empecinados incombustibles, terminen votando mayoritariamente a Rajoy, a finales del año 2017, más o menos, cuando ya Ignacio Velázquez, resueltas ya algunas colocaciones en el sector público de algunos familiares y ciertos amigos, pueda presentarse a las elecciones y pudiera intentar sustituir a Rajoy como candidato presidencial, si no logra hacerlo antes con Imbroda en Melilla.

Mientras tanto, el Parlamento de Cataluña se ha puesto fuera de la Ley y continúa amenazando con romper la unidad de España, que se remonta a la época de los Reyes Católicos, más de 400 años atrás. Un nuevo y grave problema para un país, el nuestro, amenazado de ingobernabilidad casi permanente, a pesar de que Mariano Rajoy haya recibido el jueves un encargo, o lo que sea, del Jefe del Estado para intentar formar gobierno, que él ha considerado como una invitación para intentarlo sin la obligación de presentarse al debate de investidura en el Congreso en el caso de no lograr los apoyos necesarios de Ciudadanos, vía voto a favor, y del PSOE, vía abstención. Los de Pedro Sánchez han montado en una incomprensiblemente desaforada cólera, sin que se pueda entender porqué tienen tanto interés en zaherir a Rajoy en el Parlamento -en el improbable caso de que lo consiguieran- en vez de centrar sus esfuerzos en evitar lo que dicen que no se puede consentir, que haya terceras elecciones…. en las que, sin duda, saldrían aún peor parados que en las anteriores. Así las cosas, se admiten apuestas sobre si habrá o no otra repetición electoral y, por darle un toque local a la cosa, diré que Juan José Imbroda apuesta por el no, mientras Antonio Miranda apuesta por el sí, y éste se vuelve a apostar una comida conmigo, que también creo que, al final, a trancas y barrancas, no habrá repetición electoral, no porque los jefes de los partidos políticos estén pensando en el bien general, sino porque lo están haciendo para intentar evitar el mal propio, el de ellos, en general malos (algunos malísimos) representantes políticos de los españoles.

Posdata: Tres asuntos locales. Uno: Ha sido una pena que no se haya podido lograr que el Melilla Baloncesto milite en la primera división del baloncesto nacional, lo que hubiera sido un inmenso logro para nuestra ciudad; es justo animar y elogiar a todos los que han trabajando duro para conseguir esa proeza, empezando por Jaime Auday, el presidente del Club, y por Juan José Imbroda, presidente de la CAM, así como también es necesario insistir en que las condiciones económicas que la ACB exige son una barbaridad y desvirtúan la competición deportiva. Dos: No creo que haya borregos marroquíes este año; lo contrario sería una grave quiebra de nuestras normas españolas. Tres: La COA debería retornar el servicio de autobús a La Cañada, porque muchos ciudadanos padecen su falta, la Policía debería reforzar su vigilancia, para evitar atentados y los jueces su rigor para castigar a los culpables de esos atentados o a sus parientes.

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