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El torreón del vigía

Bienvenido turista

melillahoy.cibeles.net fotos 1661 A ngel Gil

A usted le necesitamos, siempre le perseguimos pero nunca le alcanzamos. Es el señor Marshall que cruza mientras nos quedamos dándole los buenos días. Inminente le anunciaron pero al final nos siguieron vendiendo humo. Los precios de los billetes aun están en riesgo de extinción turística pero esperamos sentados una negociación con las compañías para que a los residentes nos salga como coger el bus y a los que nunca son forasteros aquí, les resulte atractivo pisar Melilla. Turista en nuestro diccionario local se dice de aquel que abre su cartera pero no al que subvencionan o está aquí trabajando. Pero si me lee por web, blog, redes o papel tenemos todo aquello que buscan en la España interior, habitantes acogedores, playas cercanas y blancas donde no hay necesidad de poner la sombrilla a las diez de la mañana para marcar el territorio y mesas libres donde almorzar o cenar pescaíto. En otros lugares desean la soledad del asfalto, el hueco en la calle donde se habita para aparcar o no tener que hacer colas en los restaurantes. Aquí echamos de menos una Avenida llena, unos comercios que facturen en un centro más vivo o los veladores del Casino Militar que ocupaban la fachada principal y la de enfrente. Entonces había Juras que por error nos quitaron, hoy a los cruceros los llaman los salvavidas para la economía. Cuando quiero sondear el pálpito de la Ciudad nada mejor que hacer una parada en el Kiosko de Miguel en la Plaza de España y ¿de turistas? nada, y eso que el abre al rato de hacerlo las panaderías y cierra cuando en las barras empiezan a poner las segundas tapas. Sitúese en la Puerta de la Marina y cambie viajero su atavío, entre por Santa Ana y domine ante los aljibes los gritos de los canteros que firmaron sobre piedra su destierro. Asómese al vacío de la Parada, donde el Socorro, entre antorchas, registro su nombre. Calme su sed al repique de la Torre de la Vela y en las Cinco Palabras envuelva su mirada hacia Victoria Grande. Ahí el Caminante abrió ésta Melilla al mundo que sigue durmiendo en el Pueblo pero palpita en el Llano. Busque un rato para seguir sumergiéndose en la historia, la Ensenada de los Galápagos merece el reposo del visitante. En las horas de sol entre nubes del estío escuche el agua que cae por el Parque Hernández, ese jardín del sur o del levante como describía el corresponsal. Baje despacio donde Melilla ha alcanzado su kilómetro número 13 y respire en Horcas Coloradas el aire limpio de las noches junto al mar, allá de fondo un tridente por Cabo y a la derecha, en la lejanía, se dibuja las isla Chafarina del Congreso. Comprenda como el poeta pintaba en versos las religiones que aquí brindan dioses diferentes. Y vuelva para recordar cuando vestía de caqui o como se enamoró o a aquellos abuelos que emigraron y llenaron la calle principal de rótulos comerciales con los nombres de sus lugares de origen, o a los héroes que duermen bajo el Ángel del Camposanto y que hicieron, junto a tantos, grande a Melilla. Feliz Agosto.

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