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El nacimiento de un bebé colma de felicidad al seno familiar, pero a la vez se convierte en un enorme reto para los progenitores

¿Un bebé? ¡Todo un reto a superar!

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¿Todo era de color de rosa en la pareja hasta que llegó el bebé? No es extraño que esta situación aflore entre las parejas… El nacimiento de un bebé colma de felicidad al seno familiar, pero a la vez se convierte en un enorme reto para los progenitores. Aumentan los problemas económicos, la falta de intimidad, de sueño, el trabajo aumenta, las tareas de casa se amontonan, incluso se crean roces con el resto de familiares.
Todos estos problemas son comunes a todas las familias, sin excepciones.

Un hijo se convierte en el mayor proyecto común de una pareja, por lo que las decisiones deberán tomarse al unísono y de manera consensuada. Como todo proyecto a largo plazo, presentará una serie de dificultades. Además, hay que pensar que no solo lo difícil viene al principio, cuando es un bebé, sino que a medida que crezca los problemas continuando. Por ejemplo, la etapa adolescente suele ser una de las más conflictivas para las familias.

La vida moderna acelera el ritmo de vida y con ello no podemos olvidar la comunicación y la relación con la pareja. Es un aspecto fundamental que no podemos dejar atrás. Debemos de ser conscientes de que es importante hablar las cosas, explicar cómo nos sentimos ante las dificultades que van surgiendo. Muchas veces nos callamos lo que sentimos y damos por hecho que el otro va a saber lo que nos ocurre, generando un conflicto aún mayor. Hay que expresar. Que hablar no de miedo.

También para estar bien con la familia hay que estar bien con uno mismo. Cada uno tiene una necesidad específica de tiempo para sí mismo. Cada cual tiene necesidades distintas. Hablad y respetadlas. El tiempo cada uno lo distribuye como la necesidad se lo genere. Lo importante es compaginarse con la pareja.

Otro problema muy común se contempla en las rutinas familiares. Cada miembro de la pareja viene de una familia distinta y por lo tanto con rutinas y costumbres diferentes. No quiere decir que una sea mejor que otra. Debemos ser conscientes de que no tenemos la verdad absoluta y sobre todo, que lo mío no es lo único. El conflicto en las parejas, en relación a estos motivos, viene porque cada uno lleva una historia aprendida y se cree la mejor. Sin embargo, estáis creando una nueva familia por lo tanto unas nuevas rutinas consensuadas y comunes sería mejor.

Para esto y para muchas otras situaciones es recomendable llegar a acuerdos a través de negociaciones. Aspectos de todo tipo: tiempo de juego, si se come viendo la tele, el tiempo que pasará los peques con los abuelos… Las negociaciones requieren buenas dotes comunicativas y de respeto.

Cuidarse entre sí
Sin embargo, no hay que dejarse llevar por el pánico. Todas las familias pasan por estas situaciones y la mayoría son familias que superan los baches y anteponen los aspectos positivos. Para ello, es importante que la pareja se cuide entre sí. Hay que procurar ratos comunes en los que hablemos del día, de cómo ha ido la jornada laboral, qué tal nos encontramos con el recién llegado… Cualquier momento que estiméis oportuno es válido. Por ejemplo, cuando el peque se haya dormido. O cuando son más grandes que tengan edad de quedarse solos en casa podemos aprovechar para preparar una cena de dos o una escapada al cine. Lo importante es que tanto nosotros como nuestra pareja nos sintamos en sintonía y se tenga claro que se está construyendo un proyecto común en el que los dos tenemos mucho que decir y hacer.

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