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El rincón de Aranda

Sobre el postigo de San Rafael en Málaga

melillahoy.cibeles.net fotos 1686 Juan Aranda web

En nuestra ciudad, como en cualquiera de la Península, siempre han existido dichos, o refranes, simpáticos, y otros menos graciosos. Uno de los simpáticos, dedicado a la persona que no tiene suerte en la vida, es el que dice: “Eres más desgraciao que el Postigo de San Rafael, donde cada día amanecía cagao”.

Como saben en Málaga, de cuando la ciudad era nazarí, y estaba amurallada, existieron Puertas y Postigos. Por nombrar algunas, todo el mundo conoce la “Puerta del Mar”, la “Oscura”, la de “Buenaventura”, y la de “Antequera”. Y los Postigos, entre otros, el de “Juan Boyero”, el de los “Abades”, y el de “San Rafael”. Referente a éste, existe una leyenda que dice, que en la primera mitad del siglo XX, en esa callejuela, junto a la otrora famosa “Bodega la Raya”, donde los vasos “bajitos y barrigones”, tenían dibujadas varias rayas, que los clientes solían pedir: “ponme una rayita, o que sean dos”, así el camarero trazaba, en el barril que servía de mesa, con una tiza, tantas líneas como rayas se había tomado el cliente. En aquéllos años ese callejón era lo que comúnmente podríamos llamar: una letrina pública, donde cada noche, mucha gente aliviaba sus intestinos al amparo de la oscuridad. Así que imagínense cómo amanecía el dichoso callejón, cosa que originó que ese refrán fuera famoso en la ciudad, y por ende también en Melilla. Pero claro, cuando vino la República, el Gobernador Civil, para que desapareciera esa insana costumbre de jiñar en la vía pública, aunque fuese con nocturnidad, no se le ocurrió otra cosa que colocar una farola en la esquina de la calle Goletera, con dicho callejón. Y entonces ocurrió que todos los cagones nocturnos habituales que depositaban sus “cargas” en el mismo lugar, al ver la luz tan hermosa que su Gobernador había colocado para que sintieran vergüenza o rubor al hacerlo, lo primero fue llevarse una hoja de periódico, para que les sirviera de lectura mientras jiñaban, y también, al final, como aseo, claro.

Y como la cosa va de escatología literaria, porque realmente lo es, hay que decir al respecto que Alfonso Sastre cuando estuvo encerrado por cuestiones políticas, en la Prisión de Alcalá de Henares, dedicado al retrete, escribió: “Tú, desnudo retrete, retreteas/ la poca habitación en la que ahora habito./ Por más que me separo no te evito/ y si yo en ti me cago, tú me meas/”.

Y también, yo creo que en vez de dibujar obscenidades en los retretes públicos, debieran escribir en murallas y derribos, lo mismo que observamos en las carreteras como eso “Si bebes no conduzcas”, que sea algo sobre el machismo, que diga: “Si sabes de algún cabrón que maltrata a su compañera dilo, que la sociedad te lo agradecerá, y ella aún más”.

El amigo de las agudezas del ingenio, como fue Francisco de Quevedo, al escribir las “Gracias y desgracias del ojo del culo”, culmen de su gusto por lo escatológico, fue maestro del conceptismo, dando una vuelta de tuerca en sus obras burlescas, al tomar la realidad y sumergirla en el sarcasmo más corrosivo, porque mientras otros tienden hacia el comedimiento, a él le importa un carajo todo, y busca lo más crudo de la realidad humana. Gustaba de reírse y ensalzar aquéllo de lo que los demás prefieren apartar la vista. Él, por el contrario, lo señala con el dedo, lo toma entre sus manos, lo palpa y lo pone ante los “ofendidos” ojos de los que pasan por ser bienpensantes, que no son. Tal vez por despecho, tal vez por poseer una mente más lúcida, incapaz de engañarse a sí mismo, él se obstina en recrearse en los detalles más sórdidos, pero retratándolos siempre con un humor vitriólico y mordaz.

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