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Continúa el reinado de Padilla en ‘La Mezquita del Toreo’

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Se trata de una simbiosis perfecta. El idilio que existe entre la afición melillense y el maestro Juan José Padilla es algo que traspasa el simple cariño entre público y torero tras una tarde de toros. La honradez y la verdad que atesora el 'Ciclón de Jerez' en la Fiesta se traduce en tardes como la de ayer en La Mezquita del Toreo. Podrá estar mejor o peor delante de la cara del toro, pero el público termina rindiéndose a sus pies. Lo quiere y lo hace suyo y es que Padilla ya es monarca del reino taurino de todo un continente, Melilla.

En su primero de la tarde, manso y descastado al que apenas pudo banderillear con brillo, sacó la raza que no tenía el astado. El toro se 'encogió' pero Padilla todo lo contrario. Cortó dos orejas. En el quinto, el menos malo de la descastada corrida de Manolo Blázquez al menos se movió -lo dejó crudito en el caballo- y Juan José hizo las delicias de los asistentes, que por cierto, casi llenaron los tendidos ¿No interesa la Fiesta?. Cuatro orejas y un rabo para el ídolo local Padilla.

Manuel Díaz 'El Cordobés' estuvo de paso. Al primero de la tarde no lo quiso ni ver. Cierto es que el toro cantó la gallina de la mansedumbre tras salir de los del castoreño, pero la actitud del veterano diestro no fue de recibo. Apático y sin sitio. Ya en el segundo, utilizó parte de 'su tauromaquia'. Mención especial para su subalterno Juan Contreras, que entró en el espectáculo de lleno y de forma negativa. Melilla será una plaza de 'tercera' pero no tonta. Lo de introducir la 'espadita' en el primero tras estoquearlo su matador fue lo más grave. Así se daña a la Fiesta y no estamos precisamente para ello. Ya en el cuarto, el 'show' continuó al intentar darle el estoque hasta en dos ocasiones a su maestro negándose éste en realizar dicha acción, pero señoras y señores, sean bienvenidos al espectáculo. La actuación de 'El Cordobés' y su cuadrilla, tristemente defraudó. Cortó una oreja y salió como tenía que hacerlo, a pié.

Lo de Rafael Tejada y la espada es una pena. Sin torear es muy difícil cogerle el sitio. La mansedumbre de sus oponentes también lo pusieron difícil. El primero metido en tablas y el segundo, lidiado de forma errónea desde el principio, hicieron que estuviera incómodo con el que cerró plaza. Pero es que Tejada apenas torea y así es muy difícil. La espada, de nuevo, le privó de tocar pelo.

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Ricardo Fernandez

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