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El aplauso interno de Carmena

Aplaudir que haya saltos a la valla, como hizo Carmena el lunes y todos sus correligionarios, es dar alas a las mafias que mueven los hilos de la inmigración clandestina y echar por tierra la labor que realizan con enorme esfuerzo aquellos que cumplen con el deber encomendado de salvaguardar la soberanía nacional vigilando nuestras fronteras, tal y como establece la legislación vigente La celebración de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, por el último salto a la valla de Melilla y el hecho de que más de 100 consiguieran entrar a la ciudad, ha hecho correr ríos de tinta en los últimos días. «Sois los mejores, los más valientes. Queremos que vengan con nosotros y lo queremos de verdad», afirmaba la regidora. Muchos de los comentarios que ha generado el comentario de uno de los rostros más visibles de Podemos, como es la alcaldesa de la capital, van en el mismo sentido de reprochar ese «aplauso interno» con el que Manuela Carmena reaccionó al enterarse de la noticia. No es para menos, teniendo en cuenta la responsabilidad pública que tiene esta mujer, por mucho que intente que se la considere como una ciudadana de a pie normal y corriente, y el hecho de que haya sido juez. No se entiende que quien ha estado al cargo durante décadas de hacer guardar las leyes, ahora desde su nueva posición de política aplauda el incumplimiento de éstas.
Probablemente Carmena no se ha dado cuenta del daño que hacen sus palabras a todo el mundo, incluidos los inmigrantes a los que aplaude «internamente». Porque como todo el mundo sabe, los flujos migratorios están dominados por auténticas organizaciones criminales, las mafias, que comercian con la desgracia y la desesperación de estas personas, cuyas vidas manejan a su antojo y las exponen en infinidad de ocasiones a un enorme peligro. Ejemplos los tenemos a montones, por desgracia, a diario, y están en las hemerotecas y nuestras memorias. Cientos de inmigrantes que han perdido la vida por el camino y pasan auténticas calamidades, ya sea para llegar a la valla, a la costa española a bordo de una patera, o al otro lado de la frontera escondidos en dobles fondos infrahumanos. Aplaudir que haya saltos a la valla, como hizo Carmena el lunes y todos sus correligionarios, es dar alas a las mafias que mueven los hilos de la inmigración clandestina y echar por tierra la labor que realizan con enorme esfuerzo aquellos que cumplen con el deber encomendado de salvaguardar la soberanía nacional vigilando nuestras fronteras, tal y como establece la legislación vigente. Celebrar que haya saltos a la valla es condenar a los inmigrantes a que sigan pasando penurias para que lleguen hasta Europa sin opciones de poder buscar ese futuro mejor que buscan desesperadamente, porque la manera en la que llegan les sigue haciendo dependientes de esas mafias sin escrúpulos que buscan la forma de que la inmigración irregular no deje de ser un negocio rentable.
Es muy difícil, por no decir imposible, no empatizar con los inmigrantes, porque cualquiera en su pellejo haría probablemente lo mismo: luchar por conseguir un mejor porvenir para los suyos. Pero si Carmena de verdad quiere que los inmigrantes vengan para favorecer el emprendimiento social, lo que debe hacer es sumarse a quienes apuestan por fomentar la ayuda en origen para dar a estas personas oportunidades de desarrollo de verdad. Lo contrario, quedarse en su aplauso interno e invitarlos a que vengan llamándolos valientes, es limitarse a condenarlos a continuar sometidos a mafias a las que nada importa poner en riesgo sus vidas por dinero y que sigan repitiéndose imágenes dramáticas como las que vemos en la valla, en los dobles fondos y en las pateras.

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