¡Qué pena! Tan cerca, a un paseo en barco o en avión. Eso ocurrió los días 3 y 4 de este septiembre tan caluroso y bochornoso. No recuerdo nada igual y los días 2, 5 y 6 en Dos Hermanas, el agua de la piscina la urbanización donde vive mi hija, sobre todo por la tarde «caldo de cocido» después de recibir todo el calor del día. Salir a la calle a pleno sol era considerado «de todo riesgo», 42º al medio día.
Málaga me recordó mucho Melilla, por el ambiente, su gente, muchos melillenses en Málaga o como bien decía hace poco en uno de sus maravillosos escrito el colaborador habitual Juan J. Aranda, «muchos mulilleros» para los malagueños, en Málaga, dicho de forma normal y cariñosa. Hablando de Aranda, al que considero amigo sin conocerlo en persona, la mañana del domingo 4 a las 8,30 con el Diario Málaga Hoy en las manos le llamo, pero sin respuesta. Algo más tarde, en pleno desayuno con mi hermano, cuñada, su hermana y mi esposa, en Avenida San Rafael sobre las 10,30 cafelito (o cafetito, nosotros siempre hemos dicho «cafelito») y unas porras o churros, le vuelvo a llamar. Resulta que el sábado estuvo de boda y yo a las 8,30 tocando «los colindrones» con el móvil. Además, después de leer ayer su escrito sobre ese «amigo paliza», me alegro que no se enterase de mi llamada tan temprana.
Lástima que por la escasez de tiempo no pudiéramos encontrarnos y lo que hablamos lo fue por el móvil. Otra vez con más tiempo que esté por Málaga la Bella, me gustaría verlo, así como a su concuñado Luís, el cuál trabajó conmigo en Kira y ya de paso, poder ver en Alhaurín a esa familia melillense de Kira. Todo lo que tengo de ellos son muchos recuerdos agradables de ese mi primer trabajo y único en Melilla, antes de aprobar como Cartero Urbano y mi marcha a Manresa (Barcelona).
Me recordó Melilla y mucho, el habla de mi hermano Rafa y de Juan, a pesar de sus años en Málaga mantiene las raíces de pronunciación de nuestra tierra, ese lenguaje tan autóctono nuestro (mío ya menos, 47 años entre Cataluña y Comunidad Valenciana). En Torre del Mar, a la sombra en una mesa degustamos sobre todo pescado, rosada a la plancha, que me recordó la del Bar Alhambra en calle Castellar años 60, chocos, puntillitas, boquerones, etc. todo una delicia, y al otro lado del «charco» Melilla. La feria ya acabada, en Melilla Hoy he recordado el Bar Aragón, a mi me encantaba aquella tapa de bravas con su par de anchoas (bravas de papas cocidas, no fritas), era mi preferida. Vi la foto de Juan Garcés que será de mi edad más o menos (65 años), pero me recordó en el físico a su padre en aquellos años. No recuerdo si él era el de Barça o Madrid y su hermano o padre al revés. Según leo, esa tradición continúa (y por muchos años que sea).
Me gustó mucho también el artículo de A. Hernández de la vuelta al cole, echando la vista atrás, ojalá fuese la nuestra otra vez y lo pasado, pasado. Aquella Enciclopedia que pasaba de hermano a hermanos, aquella cartera de material, aquel estuche, tintero en la mesa, el lápiz Fabe 1 o 2, los de colores Alpino y aquellos juegos populares en las calles, los que él muy bien describe y otros, como las cuatro esquinas, el pañuelo, las chapas, el trompo, el abejorro hostia va y hostia viene, las prendas, pico-zorro-tiene, el escondite y muchos etcs. Aquellos pitos con los huesos de los albaricoques, los realillos en las correas de material, los papeles de roscos y mantecados. Las películas del Goya y del Alhambra (allí era más barato el cine).
Ahora ya otra vez en Castellón, la rutina del jubilado, paseos, a pie o en bici, recoger nietos o cuidarlos, algún desayuno externo o el almuerzo sagrado entre unos cuantos colegas jubiletas como yo. Disfrutemos mientras podamos. Lo dicho, en Málaga, disfruté y recordé Melilla, familia y amigos.
