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Al borde de la tragedia

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La Guardia Civil retira cada día a entre 7 y 8 personas de la zona de seguridad del puerto. Más de una vez el Instituto Armado ha alzado la voz para llamar la atención sobre este problema, que absorbe muchos esfuerzos diarios sin que al parecer nadie pueda encontrarle una solución que permita poner fin o, al menos, reducirlo para evitar que algún día ocurra una desgracia Cuando se habla del fenómeno de la inmigración irregular que sufre Melilla, la mayoría piensa en los saltos a la valla. Pero la realidad es que el problema cada vez es más acuciante en las inmediaciones del puerto comercial, donde la Guardia Civil tiene que hacer un enorme esfuerzo diario para contener la inmigración de salida hacia la península. Los números dan una idea de la dimensión de este problema, presente desde hace años, pero que va cada vez más en aumento, cual bola de nieve rodando cuesta abajo y sin frenos.
Sólo en los tres meses de la Operación Paso del Estrecho (OPE), en la que coinciden el mayor tránsito en el puerto y la denominada Operación Feriante, la Guardia Civil ha localizado en la zona de seguridad del puerto a más de 700 personas con intención de colarse en los barcos para llegar como polizones a Europa. Para ser más exactos, según datos oficiales, han sido 704 los inmigrantes de origen magrebí a los que la Benemérita ha cortado el paso en su intento de embarcar de forma clandestina. Esta práctica no es exclusiva de los menores extranjeros no acompañados, pues las cifras reflejan que 355 de esas personas interceptadas de forma irregular en la zona restringida del puerto eran mayores de edad. Las otras 349 sí eran menores, algo menos de la mitad.
Si se hace la media, se puede observar que la Guardia Civil retira cada día a entre 7 y 8 personas de esa zona donde, en teoría, sólo pueden estar los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, trabajadores del puerto y los propios pasajeros una vez que superan los controles. Más de una vez el Instituto Armado ha alzado la voz para llamar la atención sobre este problema, que absorbe muchos esfuerzos diarios sin que al parecer nadie pueda encontrarle una solución que permita poner fin o, al menos, reducirlo para evitar que un día ocurra una desgracia.
Porque con estos aspirantes a polizones, como ocurre con los subsaharianos en la valla, también hay mucha desesperación. Sólo así se explican los casos que se dan a conocer con cada vez más frecuencia, como los de inmigrantes que se esconden en las turbinas del barco y en las transmisiones de camiones. O en otros escondites muy peligrosos, como pasó en la noche del martes, cuando un joven fue localizado dentro del maletín cerrado de un camión, donde llevaba 24 horas oculto, contorsionado por falta de espacio, y en muy mal estado por no haber ingerido alimentos ni líquidos ni tener prácticamente aire para respirar. Lo que este chico no sabía antes de meterse allí es que al camión le quedaban otras 48 horas para embarcar hacia la península, por lo que su suerte ha sido que un guardia civil fuera de servicio y el infalible perro benemérito Tango estuvieran por allí cerca y, aun fuera de servicio, comenzaran a buscarlo tras oír un ruido que les hizo sospechar. Lo encontraron a tiempo, y no es exagerado afirmar que le salvaron la vida, como tantas otras veces ha hecho la Guardia Civil con cientos de aspirantes a polizones al cabo del año. Pero por desgracia este Cuerpo no siempre puede llegar a tiempo, y por eso han fallecido en los últimos meses al menos dos personas intentando alcanzar los barcos. Esta vez, Tango y su guía Gerardo han evitado la tragedia, pero es necesario establecer cuanto antes medidas que impidan que decenas de personas al cabo de la semana estén al borde de ella en la zona restringida el puerto.

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