Cualquiera que justifique los graves hechos del pasado domingo no hace más que dar alas a quienes intentan imponerse con la violencia y hurtando la tranquilidad a todos los vecinos de la Cañada, la mayoría gente de bien que también sufre problemas sociales pero que no los intenta arreglar a base de pedradas, altercados o barricadas como hacen unos cuantos violentos que no buscan reivindicar nada con sus actos, sino sencillamente disfrutar haciendo el mal La violencia no está justificada, y la sociedad melillense en su conjunto debe tener tolerancia cero hacia ese tipo de comportamientos incívicos. El domingo por la tarde, la Cañada de Hidum fue escenario de una emboscada muy violenta que, si bien se saldó sin heridos, podría haber tenido muy graves consecuencias que hoy estaríamos lamentando. Dos policías que acudieron al barrio para prestar ayuda a un ciudadano que había llamado al 091 después de que le robaran la moto a punta de navaja salieron, milagrosamente, sin rasguños de la Cañada pese a que fueron recibidos a pedradas y con disparos. Si no hubieran sido rescatados por una patrulla de la Policía Local, que también fue blanco de la pedradas, seguramente estaríamos hablando de un final más trágico para este grave suceso. La violencia y ensañamiento empleados contra dos funcionarios que sólo estaban desarrollando su trabajo se pueden comprobar a simple vista por cómo quedó el coche patrulla, sin cristales, con las ruedas destrozadas y la carrocería totalmente dañada. Un vehículo policial que, además, fue desvalijado porque quienes tendieron la emboscada aprovecharon que los agentes salieron huyendo para robar de su interior una escopeta, un chaleco antibalas y un equipo GPS. Las intenciones de quienes organizaron este desorden público iban más allá, porque justo cuando la Policía antidisturbios regresó para recuperar el vehículo, los alborotadores estaban a punto de prender fuego al vehículo, quizá para borrar huellas o, simplemente, para su mayor regocijo ante los hechos que acababan de protagonizar.
Estos hechos no se pueden justificar como algunos, de manera muy desafortunada, han intentado hacer de soslayo a la hora de condenar lo ocurrido. «Lamentamos la falta de seguridad en los barrios periféricos, siendo responsable la estrategia política que no los trata a todos por igual», apuntaba Coalición por Melilla. Por su parte, una asociación de vecinos de la Cañada también incidía en la «ausencia total de ley y seguridad» que a su juicio sufre el barrio, diciendo que es «el resultado del fracaso escolar, la exclusión social, la marginación y la poca atención que tienen a los barrios periféricos». Ambos, el partido político y la asociación de vecinos, condenaron previamente lo ocurrido, pero sus condenas se vieron automáticamente diluidas al excusar la salvajada que unos cuantos cometieron el domingo por la noche.
Sorprende la postura de ambas organizaciones, sobre todo después de pedir que no se criminalice a toda la Cañada por lo sucedido, porque si tuvieran razón, lo que pasó el domingo habría sido obra de todo un vecindario pidiendo mejoras para su barrio y no como lo que fue en realidad: un grupo minoritario que con sus actos intentó hacer de la Cañada su territorio comanche, inaccesible a los Cuerpos de Seguridad. Exactamente igual que en otras ocasiones anteriores, con apedreamientos y disparos contra los Bomberos, las ambulancias, la COA y la Policía. Cualquiera que justifique los graves hechos del pasado domingo no hace más que dar alas a quienes intentan imponerse con la violencia y hurtando la tranquilidad a todos los vecinos de la Cañada, la mayoría gente de bien que también sufre problemas sociales pero que no los intenta arreglar a base de pedradas, altercados o barricadas como hacen unos cuantos violentos que no buscan reivindicar nada con sus actos, sino sencillamente disfrutar haciendo el mal.
