La participación logró superar las expectativas de la organización, según comunicó a este diario el director del Museo del Automóvil de Melilla, Federico Navaja. Los melillenses se echaron desde bien pronto a las calles para disfrutar con una treintena de coches y otra veintena de motocicletas clásicas. Los vehículos llamaron la atención de ciudadanos de todas las edades, que no quisieron irse sin fotografiarse con su modelo preferido. Entre otros automóviles, arrasaron el Mercedes del torero Manolete y el autobús Chevrolet, el más antiguo de la muestra. Los melillenses siguen siendo ‘muy fans’ de los clásicos del motor. Pocos minutos después de que la treintena de vehículos de la décima Jornada de Patrimonio de Automoción aparcasen en la zona peatonal de General O’Donnell y en la Plaza Héroes de España, el bullicio de gente ya se empezó a notar en estas calles y, desde entonces, no dejó de ir ‘in crescendo’.
La muestra de coches contó con verdaderas reliquias del motor. La más antigua de todas ellas databa de 1929. “Le llamamos ‘La Viajera’. Es un autobús Chevrolet de Melilla y a la gente le está encantando”, afirmó a este diario el director del Museo del Automóvil en Melilla, Federico Navaja. “Este año se han superado las expectativas con creces”, valoró el impulsor de la jornada.
Además de por la antigüedad y ese toque ‘vintage’ que tanto agrada a la vista y estimula a los recuerdos, la exposición contenía piezas que llamaron la atención por su historia o su peculiaridad. Por ejemplo, el despampanante Mercedes modelo 300, del año 1941. No sólo gustó por su elegancia, sino porque perteneció a Manolete, el famoso torero, que además lo matriculó tan sólo 15 días antes de su trágico fallecimiento.
Entre otros automóviles, tampoco pasó desapercibido el Citroën 2C modelo ‘Naranjito’, en honor a los Juegos Olímpicos de 1982. Sin embargo, los melillenses no sólo se fijaron en los vehículos más extraordinarios de la muestra, sino que se pararon para observar con detenimiento todo tipo de automóviles, a pesar de que pudieran ser más comunes, como el mítico Seat 600. La exposición, que también contó con una veintena de motocicletas del museo y aficionados, logró encandilar a los melillenses de todas las edades. Nadie quiso marcharse sin una foto con su clásico favorito.
