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La prueba de ADN devuelve al pequeño de tres años a los brazos de sus padres

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Han pasado tres semanas desde que Hizia y su hijo fueron separados al llegar a Melilla. La mujer, que utilizó un pasaporte falso para acceder a la ciudad, ha estado 24 días sin ver al pequeño de tres años, que ha permanecido acogido en la Gota de Leche. Tras obtener el resultado de la prueba de ADN que ha confirmado el parentesco en un 99%, el niño por fin ha vuelto a los brazos de sus padres. Han tenido que pasar 24 días para que una prueba de ADN devuelva a su madre el niño con el que un día llegó a Melilla. La Ciudad recibió el lunes por la tarde los resultados que confirmaban en un 99% el parentesco de la mujer argelina y el menor de tres años, pero no fue hasta ayer martes cuando se avisó a los padres.
En cuanto recibieron la llamada, salieron a toda prisa para reencontrarse con su pequeño en Bienestar Social. Casi no se lo creían: «Cuando nos dijeron que podíamos ir a por nuestro hijo empezamos a temblar de la emoción. No podíamos controlarlo», rememora la madre.
Con cierta dificultad, Hizia consigue relatar cómo fue el momento en el que volvió a encontrarse con su pequeño. «Cuando le vimos tenía cara de asustado. Primero miró al padre, que no sabía que había llegado a España. Luego me vio a mí. Él empezó a llorar y nosotros también. Nos abrazamos muy fuerte mucho tiempo», revive la argelina con una amplia sonrisa, aunque todavía no se han desdibujado las ojeras de su rostro.

Estragos de la separación
El menor, que ayer fue trasladado al Centro de Estancia Temporal de Inmigrante (CETI) junto a sus padres, sonríe al posar a la cámara de MELILLA HOY en brazos de su madre, pero comienza a llorar y a patalear cuando Hizia lo devuelve al suelo. «Está muy nervioso, no ha podido dormir», cuenta ella sin dejar de mirarlo. «Han sido muchos días separados. Él no entiende qué ha pasado. Tiene miedo de que vuelva a ocurrir», añade la argelina, que aúpa de nuevo a su hijo para tratar de calmarlo.
Ahora que el sosiego ha vuelto, Hizia quiere cerrar con llave el recuerdo de estas tres semanas sin su hijo. «Estoy muy feliz, es como si hubiera vuelto a nacer. Pero hemos tenido mucho miedo, creíamos que no nos lo querían devolver. No comprendíamos por qué no nos dejaban verlo», relata la madre.
Según expone, ni ella ni su marido se explicaban por qué motivo no podían visitar a su hijo. Tampoco sabían por qué las autoridades no aceptaban como válido el certificado de nacimiento del menor de su país de origen, en el que ella y su marido figuran como los padres.
Sin apartar la mirada del menor, la mujer repite una y otra vez «insha-Allah». Besa a su hijo y vuelve a dar gracias a su dios por el feliz desenlace que ha tenido uno de los episodios más negros de su vida. A pesar de la miseria, las persecuciones y las agresiones que le hicieron huir de Argelia, Hizia afirma que ha vivido una de sus experiencias más amargas al llegar a Europa, la tierra en la que tenía depositada sus esperanzas.
Ya ha pasado lo peor. Hizia sólo desea jugar con su pequeño y recuperar poco a poco a la normalidad. Lo único que preocupa a esta madre es que su hijo de tres años y el bebé que está en camino obtengan la protección que vinieron buscando. Después de esta incansable espera, los padres anoche por fin pudieron dormir abrazados a su pequeño, como tantas noches anhelaron despiertos.

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Irene Quirante

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