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El mercadillo de Cabrelles, una actividad ilegal que mantiene con vida las calles del Rastro

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La barriada del Rastro recupera su pulso los sábados, cuando decenas de puestecillos en los que se pueden encontrar casi cualquier cosa, se despliegan en el mercadillo de Cabrelles. Los vendedores pasan parte de la semana buscando en otros rastrillos de la ciudad o de Marruecos todo lo que pueda ser susceptible de volver a venderse. Algunos de los comerciantes que ejercen su actividad de forma ilegal en este rastrillo defienden que se están “buscando la vida, como todos”. Por su parte, la Asociación de Comerciantes de Melilla (ACOME) pide un mayor control de las ventas ambulantes y productos falsificados para luchar contra la competencia desleal. El Rastro es uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad. Pero también es una de las zonas de Melilla que más atención necesita. Y con urgencia. Así lo indican los numerosos comercios que permanecen cerrados entre semana o la suciedad que se amontona en los bordillos de las aceras. No está en su mejor momento. Sin embargo, al llegar los sábados parece que el corazón de este barrio, como por arte de magia, empiece a latir más deprisa.
Según algunos vecinos de la zona y alrededores, el mercadillo es «una de las poquitas cosas» que consiguen reanimar durante unas horas las calles del Rastro. La actividad ambulante que se da cita en la calle García Cabrelles y en las vías colindantes devuelve cierto dinamismo a una barriada que, a pesar de estar prácticamente pegada al centro de la ciudad, parece que estuviera a kilómetros de distancia.
Algunos de los vendedores sin licencia, sin embargo, afirman que “esto ya no es lo que era”. Hubo una ‘época dorada’ en la que atraía a mucha más gente de Marruecos, según sostienen. Y también a vecinos de la ciudad. “Será la crisis, yo qué sé”, presupone uno de los comerciantes. Su puesto, como el de tantos otros, es una caja llena de sorpresas en la que existe la posibilidad de comprar casi cualquier cosa. Una radio antigua, un parchís, cucharillas para el café, un libro de Ana María Matute o cantidades ingentes de bombillas.
Así es el mercadillo del Rastro, un baúl desastre en el que lo mismo puedes encontrar sábanas, sartenes o un par de placas bases. El entretenimiento, al menos, está garantizado.

De rastrillo en rastrillo
Otros bazares, como el que tiene lugar en las inmediaciones de la frontera de Beni Enzar, se convierten en las principales fuentes de suministro para estos vendedores. “Yo me paso la vida buscando cosas que vender. Aquí y allá. En los rastros, en la calle, preguntando a la gente. Nos estamos buscando la vida, como todos”, sostiene sentado en la acera un comerciante del mercadillo.
“Mucha gente piensa que aquí se venden cosas robadas, pero qué va. Hay muchas familias honradas viviendo de esto”, comenta otro hombre al cargo de un puesto de ropa de segunda mano. Los vendedores, algunos residentes de Melilla y otros procedentes de la ciudad vecina, también suelen acudir a Marruecos en busca de artículos para vender en las calles del Rastro.
En muchos casos, las ganancias de los sábados se convierten en el principal sustento para las familias. Así lo asegura el responsable de un puesto de zapatillas, aunque explica que sus hijos ya son adultos. “Llevo cuarenta años en el mercadillo del Rastro”, sostiene. En una silla de playa estratégicamente posicionada a la sombra espera paciente la llegada de algún cliente. Según afirma, de cada par de zapatos obtiene un beneficio que suele ser de uno, dos o tres euros, en función del modelo. “No es mucho”, dice sin perder la sonrisa.

Competencia desleal
La vida de este mercadillo se desarrolla en una barriada en la que abundan las tiendas con las persianas bajadas. Por este motivo, el presidente de la Asociación de Comerciantes de Melilla (ACOME), Enrique Alcoba, pide a la Administración un mayor control de las personas que ejercen su actividad sin autorización en el Rastro. “Todos tenemos que jugar siguiendo las mismas reglas del juego”, argumenta. En este sentido, indica que son los mismos comerciantes de la zona los que más necesitan “que persigan la venta ilegal y también los artículos falsificados”.
Según sostiene Alcoba, uno de los principales “problemas” que encuentra en los mercadillos es que “no se sabe qué vendedor se encuentra trabajando estando en regla con las ordenanzas municipales, y quien no”. Al respecto, recuerda con cansancio que “hace años, en una de las numerosas reuniones que hemos tenido con políticos”, se habló de entregar una tarjeta identificativa a los comerciantes legalizados. “Pero no se llegó a hacer nada, por lo que difícilmente se puede combatir la competencia desleal”, censura.

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Irene Quirante

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