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El Rincón de Aranda

Copiar es un verbo transitivo

melillahoy.cibeles.net fotos 1761 Juan Aranda web

En gramática, un verbo transitivo es escribir lo mismo que está escrito o impreso en otra parte, o lo que está dictando o diciendo alguien; o sea, que solo hay que pegarlo en el texto que has escrito, y ¡hoolalá!, ya es tuyo. Esto es lo que suelen hacer algunos «copiones», que conocemos, y lo hacen tan mal que después no repasan lo copiado, apareciendo algunas palabras unidas entre si, que estropean el texto. Pero claro, para desenmascararlos existe «san Google». Por pura chiripa yo me encontré con la página de «El Diario de Carmona», periódico de información local de ese pueblo sevillano de los Alcores. En julio de 2014 publicaba: «Así estaban las cosas en 1976», figurando algunas leyes del franquismo, que por su extensión no vamos a transcribirlas. Decía la noticia: «Todos los que tenemos más de 60 años vivimos esa época y nos tendremos que acordar de como se vivía entonces. Si nadie pagaba impuestos, ¿De dónde sacaba Franco el dinero para hacer todo lo que hizo?. ¿No se han hecho la misma pregunta?». En los comentarios que se leen más abajo los hay de toda índole, como el que pregunta: «¿Qué funcionaba?, en Andalucía la gente vivía literalmente en la miseria. Los trabajos eran al jornal, donde el patrón te elegía para ese día, trabajando de sol a sol en empleos, que pagaban pura ruina, con asistencia sanitaria lamentable, con mujeres obligadas a depender de sus maridos, y por si fuera poco con censura y manipulación por todas partes». Otro dice que «…Económicamente, España era el cortijo de unos pocos y la vergüenza de Europa, que crecía mientras aquí nos quedábamos parados». Otro: «En España, algunos vivían de puta madre, y muchos en la puta miseria, bajo un régimen fascista». Otro lo resume: «Antes de la democracia ni la sanidad, ni la enseñanza, ni la justicia estaban al alcance de quien no tuviera dinero. ¡Ay! de ti si eras pobre, o te ponías enfermo y no estabas cotizando: ibas derechito a la caridad-beneficencia». Otro se decanta por el «rojerío», diciendo que «…Funcionar funcionaba pero fatal, las cárceles llenas de presos políticos, y la estigmatización de cualquier persona que no se sometiera al nacionalcatolicismo. El índice de analfabetismo en los años 70, era el más alto de Europa. Discriminación por raza, por pensamiento, por religión, y homofobia latente. Las viviendas en chabolas para gran parte de la población de las grandes ciudades, salarios ridículos con largas jornadas laborales». Un jocoso dice que «…Lo único que funcionaba de puta madre era la Radio Pirenaica…». Y eso de que no había tanta corrupción no sé de donde lo saca este «copión», porque la única diferencia es que ahora hay más medios para trincar a los chorizos. «El gasto en sanidad era menor que el de ahora, las pensiones también menores, y no las cobraba todo el mundo. En 1965, en España, casi todo seguía igual aunque vino lo que comenzó a llamarse desarrollismo, con una presión fiscal del 15%. Muerto Franco, alcanzamos una inflación del 40%, engendrada por aquel sistema fiscal, y por la crisis del petróleo, firmándose los Pactos de la Moncloa para salvar la economía». En los sesenta, decíamos, se pagaban muy pocos tributos y hasta la aprobación de las leyes General Tributaria, y de Reforma del Sistema Tributario de 1964, no se sistematizaron los nuevos impuestos sobre la renta y tráfico de empresas. Es decir, que hasta entonces sólo había impuestos indirectos que gravaban todos los bolsillos por igual y, por lo tanto los ricos, con más jurdó (poder adquisitivo), pagaban lo mismo que los pobres, ya que no había baremos en función de los ingresos. Pero impuestos había de todo tipo, sobre todo al consumo (IVA actual), los impuestos de lujo de coches, televisores, las chapitas de las bicicletas, las pólizas para «mover» cualquier documento oficial, etc.. La idea, en principio, parecía buena, a imagen y semejanza de los gobiernos nazi y fascista, pero el hecho de ser un país donde los sectores productivos estaban destruidos por la Guerra Civil, y con los «4 Jinetes del Apocalípsis» dándose hostias en la II Guerra Mundial, que dejó con el culo al aire las simpatías filo-nazis del régimen de Franco, hizo que el país, aprovechando el bloqueo de los Aliados, que no se fiaban un pelo del Caudillo, se enquistara sobre sí mismo, sacrificando el comercio exterior en beneficio de una producción interna desfasada, subvencionada y no competitiva. Sin embargo, pronto se vio que la falta de todo tipo de materiales de consumo: alimentos, maquinaria, automóviles, no podía ser suplida por la producción interior, por lo que se tuvo que racionar todo de una forma salvaje, condenando a grandes capas de la sociedad a pasar más hambre que un caracol en un espejo (cartillas de racionamiento). Así las cosas, los años pasaban, y mientras que los países europeos rápidamente volvían a los niveles de vida y de producción anteriores a la guerra, en España, no se levantaba cabeza, tardando 15 años en hacerlo, debido a que las políticas de falsa autarquía lo impedían totalmente. La dictadura continuaba con toda su crudeza. «¿libertad, qué es eso?», se pregunta uno, pero la gente, casi 20 años después del final de la Guerra Civil, por fin podía prosperar mínimamente y, de pasar toda clase de penurias, pasaba a poderse comprar los primeros Seat 600 y a salir los fines de semana al cine, animando a su vez una economía que durante muchos años se mantuvo al borde de la bancarrota. Por eso a mi me parece aberrante que alguien defienda aquél régimen de subdesarrollo y de miseria.
Así que ya lo sabes: la próxima vez que rajes de las «coletas» y de tus antiguos «compis del rojerío», recuerda que hasta el mismísimo Generalísimo, con su retranca gallega, vio claro que por mucha gente, con banderitas, le llamara a grito pelado, por tres veces: «¡Franco, Franco, Franco!», un país encerrado en una autarquía tiene siempre un futuro mucho más negro que su pasado; y fíjate si fue negro, con la que lió en el 36. Y ahora: brazos en cruz, con la 1ª parte de «El Quijote», en la mano izquierda y la 2ª en la derecha, y castigado debajo de la fotografía del Caudillo, por «copión».

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