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El CETI, una casa del terror para residentes homosexuales

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Los solicitantes de asilo homosexuales lamentan que las agresiones de las que pretendían huir al abandonar su país no han cesado al llegar a Melilla. Ser gay en el interior del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) implica soportar vejaciones y amenazas casi a diario por parte de otros residentes del centro. Según exponen, hay 45 gais marroquíes y otros cinco argelinos esperando a salir de Melilla para viajar a la Península. Algunos de ellos llevan más de un año y medio viviendo en el CETI. "Nos fuimos de nuestros países porque queríamos dejar de ser tratados como animales". Lo afirma Annouar, solicitante de asilo de origen argelino-marroquí. Su orientación sexual está haciendo que su estancia en Melilla resulte un infierno. El mismo que soñaba dejar atrás una vez cruzase la frontera con Marruecos.

Este joven de 24 años reside en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) desde hace un año. Según apunta, antes pasó nueve meses viviendo en las calles de Melilla. Denuncia que, para los homosexuales, el CETI es casi tan peligroso como "la cárcel". Un espacio entre rejas en el que no pueden escapar de las amenazas diarias y los desprecios de otros residentes.

A pesar de la persecución, Annouar decidió hace tiempo que no se iba a esconder más. Ir con las uñas pintadas o la cara maquillada supone un verdadero acto de valentía para cualquier hombre que resida en el CETI. Él lo hace diariamente, a pesar de las consecuencias que sabe que tendrá. "Me escupen, me dicen que me van a matar o a pegar, abusan de mí quitándome las cosas…" relata. Pero él no deja de defender sus ganas de ser libre.

Hace unos meses contrajo matrimonio con otro hombre marroquí. "Cuando llamé a mi madre para decirle que me había casado me dijo que no volviera a casa, que si volvía mis hermanos me matarían". Annouar no puede regresar a Marruecos, pero asegura que su futuro se tornará negro si no deja muy pronto Melilla.
"No existen las salidas para nosotros", sentencia con rabia. Asegura que en el CETI se alojan actualmente 45 homosexuales de origen marroquí y otros 5 de nacionalidad argelina. "Todos tienen mucho miedo. Es una pesadilla vivir así, siempre con miedo", comenta hastiado. Según apunta, algunos de ellos llevan más de un año y medio esperando salir a la Península.

Huir de la violencia extrema
Mohamed (nombre ficticio) no quiere salir en fotografías. Nos pide que le cambiemos el nombre y que, a ser posible, tampoco mencionemos su ciudad de origen. "Tengo mucho miedo, pueden asesinarme", explica. Este marroquí de 30 años huyó de su país para evitar que sus dos hermanos lo mataran en alguna de las palizas que recibía casi a diario.
"Ellos me encontraron practicando sexo con otro hombre en la casa", rememora sin levantar la vista del suelo. Desde entonces, pasó cerca de cuatro años sufriendo las humillaciones y la violencia de sus familiares. "Mis propios hermanos han intentado matarme con un cuchillo. Me han dado palizas hasta romperme el hombro. Yo sólo quería morirme". Pero un día dijo basta. Una noche, metió algunas de sus pertenencias en una bolsa y emprendió su camino hacia Melilla.

Según cuenta Mohamed, entró en el CETI en marzo de este año. "Sobre todo tenemos problemas con los subsaharianos. Ellos tienen pensamientos muy antiguos y no nos quieren ver bien porque saben que somos gais", expone. "Es como si nunca hubiera dejado mi casa".

Libertad de deambulación
"No es normal que haya esperas que lleguen al año, y menos para colectivos que han sido perseguidos en su país", así lo manifestó el abogado Antonio Zapata, representante de algunos de los solicitantes de asilo por su condición sexual.

Lo hizo en una concentración en la que se unieron varios residentes marroquíes del CETI para denunciar esperas que superaban el año para salir de Melilla. En el acto, el letrado afirmó que el hecho de que se les impida la salida de Melilla habiendo recibido la tarjeta roja "quiebra con la igualdad y con los derechos fundamentales". En concreto, entra en conflicto con la "libertad de deambulación".

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Irene Quirante

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