“De la vida de Miguel de Cervantes Saavedra”

Aprovechando los últimos coletazos del año en curso coincidentes con el cuarto centenario de la muerte de Don Miguel de Cervantes y Saavedra, se hace necesario resaltar la vinculación de éste con la Ciudad Autónoma de Melilla; y es por ello, que recupero la investigación seguida de la mano de mi bisabuelo D. Rafael Fernández de Castro, que rezaba en los siguientes términos: Contribución al estudio de la personalidad del esclavo llamado <>, natural de Melilla, que, hallándose cautivo en Argel, traicionó al Príncipe de los Ingenios, también cautivo, y a quince caballeros mas, cuando, escondidos en la cueva del jardín de Hassán Bajá, aguardaban su liberación el 30 de septiembre de 1577.

En la instancia o pedimento que al verse liberado del cautiverio elevó en Argel el Príncipe de los Ingenios, Miguel de Cervantes y Saavedra, al ilustre Redentor de cautivos por la Corona de Castilla, Reverendo Padre Fray Juan Gil, de la Orden de la Santísima Trinidad, documento que lleva como fecha la del 10 de octubre de 1580, dice el recurrente <>.

Instaba el glorioso manco de Lepanto del bondadoso fraile, al que debía el éxito de las gestiones de rescate cuando estaba a punto de ser embarcado con su amo y señor Hassán Bajá rumbo a Constantinopla, que interpusiera su autoridad y buenos oficios para que Pedro de Ribera, escribano y notario apostólico, que por mandado de Su Majestad usaba de este cometido en Argel desde muchos años antes, tomase declaración a los testigos que presentaba, a fin de que pusiese librar a modo la información que sobre le extenso interrogatorio presentado le era necesaria.

En las preguntas séptima y octava del dicho cuestionario pedía que certificasen los testigos cómo era cierto que, mediado el año 1577 y debido a reservadísima gestión personal de Cervantes, Juan el <>, esclavo jardinero de Hassán Bajá, había acogido en una cueva oculta, sita a orillas del mar, en las afueras de Argel, a varios caballeros cristianos, en número de quince, a quienes Cervantes proporcionaba alimento, valiéndose para ello de otro esclavo llamado <>, natural de Melilla, dispuesto también a fugarse tan pronto como el mallorquín Viana, poco tiempo antes rescatado junto con Rodrigo Cervantes, llegase de noche en una embarcación de Valencia o Baleares para libertarles como habían convenido, afirmando también Cervantes que, próximo el momento de la fuga, se vieron traicionados por el dicho <>, que con promesa de renegar también la fe de Cristo les denunció ante el Rey de Argel, poniendo en el más grave de los peligros la vida del que había de ser inmortal autor del Quijote y la de sus nobles compañeros de la cueva, hasta la que, emulando Judas, llevó <> a los genízaros que habían de prenderles cargándolos de cadenas.

La rotunda afirmación de Cervantes de ser este <> nacido en Melilla, hecho que también aseveran el clérigo doctor Antonio de Sosa, cautivo en Argel por aquellos días, y el Padre Fray Diego de Aedo en su Topografía del Reino de Argel, escrita en 1581 y publicada por primera vez en Valladolid en 1612, nos llevaron a investigar la personalidad del que pudo, a consecuencia de su abominable traición, dar al traste con la preciosa vida del más famoso escrito de la lengua castellana, hurtando a las Letras españolas el mejor de sus ingenios.

Habiendo procedido al minucioso examen de antiquísimos libros parroquiales y otros documentos de mediados del siglo XVI, podemos afirmar categóricamente que en la ciudad y Plaza fuerte de Melilla sólo existió, antes de 1577 en que ocurrió el triste lance de la cueva de Argel, una sola persona del supradicho apellido: don Bartolomé Dorador, que ejerció el cargo de Veedor de Su Majestad, y más tarde el de Alcalde Mayor de la ciudad, hasta su fallecimiento, ocurrido en 1559.

Este personaje aparece bajo el cielo de Melilla el año de gracia 1542, cuando todavía corre a cargo de la Casa Ducal de Medina Sidonia la <> de la Plaza que a su costa y riesgo conquistara. Llega a ella, siendo Alcaide, Gobernador y Justicia Mayor por el dicho Duque, el famoso Capitán don Cristóbal de Abreu, para ejercer el delicado empleo de Veedor de Su Majestad o Ministro de la Real Hacienda, cuya función específica era la de velar por el exacto cumplimiento de las Capitulaciones signadas el año 1525 entre el Duque y el César Carlos V, según las cuales, la Corona se obliga a asistir a la Casa Ducal, por la tenencia y fortificación de la Plaza, con <>.

Las dichas Capitulaciones fueron ratificadas por el Príncipe su hijo (Felipe II) el año 1551, señalándose al Veedor catorce ducados de sueldo al mes ( cuatro más a los capitanes de jinetes y armas), con la expresa obligación de ver y tomar cuenta y razón de si se cumplía lo capitulado, vigilando especialmente <> de la gente de armas para ser útiles, según convenía a la guarda y seguridad de la Plaza.

Era, pues, aquel don Bartolomé Dorador la persona más significada de Melilla, luego del Gobernador, Alcaide y Justicia Mayor, que tales eran los títulos y preeminencias de la primera autoridad de la Plaza. Dice mucho de sus altos prestigios el haber permanecido en tan importante cargo con los sucesivos Alcaides don Hernando de Xerez, don Juan de Perea y don Francisco de Medina, permaneciendo en Melilla hasta finales de 1546, en que le sustituye, como Teniente Veedor de Su Majestad, don Francisco Sebastián.

Cuatro años más tarde, en Marzo de 1550, vuelve a Melilla con igual empleo don Bartolomé Dorador, siendo designado por la Corona, a principios de 1556, para estar atento a la inmediata sustitución y entrega de poderes, que habían de seguirse aquí, como resultado de las Capitulaciones que Felipe II mandó signar el 7 de junio de aquel año, por virtud de las cuales el Estado tomaba por entero, para sí la <> de la Ciudad y Plaza fuerte de Melilla, que desde su conquista, en 17 de septiembre de 1497, venía encomendada a la Casa Ducal de Medina Sidonia.

Nombrado por el Rey Felipe II para primer Capitán General de Melilla el magnífico señor don Alonso de Urrea, y llegadas que fueron a esta Plaza las tropas de la Real Casa que habían de relevar a los mesnaderos y gentes de oficio del dicho Duque, presidió Dorador las correspondientes entregas, siguiendo después en el desempeño de su muy importante cargo.

Era costumbre por aquellos tiempos en Melilla y demás Plazas de Africa – sancionada según consta por autoridades competentes – que cuantos niños de ambos sexos hacían cautivos en las frecuentes cabalgadas o salidas sobre el campo fronterizo, fuesen vendidos en almoneda, inscribiéndoseles en el correspondiente Libro de Presas; y separando el quinto del valor del remate como a regalía de la Corona, repartían la restante suma entre los cabalgadores a presencia del señor Veedor y de los cuadrilleros que a este solo efecto se nombraban en cada ocasión. Estos niños quedaban desde el primer momento bajo el amparo, protección y servicio de quienes públicamente los adquirirían.

De esta forma don Bartolomé Dorador – a quien presumimos soltero por no figurar el nombre de su esposa en ninguna de las Partidas de bautismo o matrimonio de la época, según ocurre con las de los restantes altos cargos de la Plaza – pudo tomar para sí una esclava negra, que se bautizó mas tarde, hallándose en cinta, con el nombre de Juana, según prueba la siguiente partida inscrita al fº 28 vto. del libro I de Bautismos de la desaparecida iglesia de San Miguel de Melilla:

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Nueve días después de este bautismo aparece, al fº 29 del antes citado libro, otra partida del siguiente tenor, que señala el primer futuro materno de la esclava Juana:

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El Bachiller Maese Agustín y Alonso Pérez, que figuran en las transcritas Partidas, pertenecían a la principalía de la Plaza, siendo el primero Notario y Escribano eclesiástico, y Tenedor de Bastimientos el segundo; y doña Juana de Perea, la esposa del Pagador de la gente de guerra, Juan Alvarez de Aguilar.

Hemos hallado también una curiosa partida de bautismo, según la cual, en 30 de enero de 1557, se bautizó a María, hija de Isabel y padre oculto, esclava del Capitán General don Alonso de Urrea, sirviendo en este acto de padrinos personas muy significadas de la población, lo que muestra que no debía ser mal visto, por entonces, intervenir y emparentar espiritualmente en esta clase de desvíos.

Nombrado Veedor de Su Majestad en 1557 don Hernando de Bustillo, pasó don Bartolomé Dorador a ejercer el cargo de primer Alcalde Mayor de la ciudad de Melilla, y en este mismo año vió la luz el desdichado que posiblemente pudo ser – juzgando por exclusión – autor de la nefanda traición que a poco cuesta la vida al glorioso Miguel de Cervantes, el más alto prestigio de las hispanas Letras.

La partida de bautismo de este sujeto aparece inscrita en el dicho libro I de bautismos, al fº 33, y es del tenor siguiente:

<>), esclava del S. Bartolomé Dorador. / Fueron sus padrinos el S. Juan Alvarez de Aguilar, pagador / , y Marya de Tejada, y Bernaldyno de Soto y su mujer. – Firmado: Florencio Segaz>>.

No consideramos aventurado suponer que Juana, la esclava negra de Dorador, debía ser soltera, en razón a que no figura constancia de su matrimonio en las partidas de aquella época, como sucede con otras muchas de su condición que contraían enlace bien con esclavos o con personas libres de la población, como igualmente es presumible que el dicho niño Miguel, fuese mestizo.

En otra partida de bautismo, sentada a poco del fallecimiento de Bartolomé Dorador, inscripción del folio 38 del Libro Bautismal, del que entresacamos las anteriores partidas, se da cuenta de un nuevo alumbramiento de la esclava Juana, bajo la siguiente consignación:

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La posible presencia de Miguel, hijo de Juana, de vente años de edad, en Argel – ciudad donde los moros solían concentrar los cautivos –, no ha de causar extrañeza si tenemos en cuenta la época en que ello ocurría, cuando las ligeras galeotas de los corsarios argelinos recorrían osadamente esta agua, interrumpiendo con sus ataques por sorpresa la navegación entre España y sus dominios africanos, pese a la vigilancia y arrojo de las galeras cristianas; y también a ser harto frecuente cayesen en poder de los moros cuantos por maternidad o descuido se alejaban de las defensas exteriores de Melilla, Orán y Mazalquivir, presas al estimárselas de algún valor, eran vendidas en Argel, donde estaba el principal mercado de cautivos del norte africano.

Si quién traicionó a Cervantes fue, como creemos, este Miguel, hijo de una esclava negra y de don Bartolomé Dorador, Alcalde Mayor de Melilla, cabe señalar como hecho curioso, no ya la identidad de nombres entre el traidor y su presunta víctima, sino la coincidencia de que la perversa acción perpetrase el día anterior al que celebraban su fiesta onomástica, así como el que a los tres años justos del vituperable suceso, pereciese el Dorador bajo el nombre de Aluch Mamí ( el renegado Mamí), con que le conocían en Argel desde que abjuró la fe de Cristo.

En la cédula que para unir a la información solicitada por Miguel de Cervantes escribió de su puño y letra el doctor Antonio de sosa – clérigo cautivo por entonces en las mazmorras de Argel –, documento cuya autenticidad rubrica el Reverendo Padre Redentor, Fray Juan Gil, el 22 de octubre de 1580, declara el dicho doctor Sosa que al mismo día en que el Dorador hizo su grande maldad de denunciar a los cristianos de la cueva, <>

Rescatado y libre Miguel de Cervantes, vivía en una posada en Argel junto con Don Diego Benavides, del mismo rescate, aguardando con indescriptible ansiedad la llegada del navío que había de conducirles a las veneradas tierras españolas. Así puedo conocer, antes de su partida, la muerte, en 30 de septiembre de 1580, del renegado Dorador, nacido en Melilla, torpe causa de que hubiera podida malograrse una vida que Dios, en sus altos designios, preservaba para el mayor brillo y gloria de las Letras de esta amada España…’’

PIES DE FOTO:

Estatua dedicada a Miguel de Cervantes en Melilla

Rafael Fernández de Castro, el que fuera Cronista Oficial de Melilla