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El espacio de Aranda

Carta desde La Purísima nº 95

Juan J. Aranda

A veces pienso que la ciudad donde vine a la vida, no tiene memoria, y le hace falta gente, aunque sea “aficionada” a la Historia, que le recuerde todo lo que hay guardado en los cajones de la desidia; por ejemplo donde se encuentran los Héroes que dieron su don más preciado: sus vidas por la Patria. Yo procuro al escribir estas “Cartas”, hacer lo que el poeta con los primeros versos de un poema, hilvanarlas para que el lector haga las costuras, y le quite los trozos de hilos sobrantes, y construya su propia visión de los textos; aunque les aseguro que cada escrito es una prosa donde narro sucesos que ocurrieron en lugares reales y con nombres verdaderos.
La “Carta” de hoy, la escribe un Soldado de Infantería, y dice así:
“Queridos melillenses: me llamo Ramón Vicente Ballester, y soy Soldado de Infantería de la 1ª Cía del Bon. Cazadores de Mérida nº 13. Tengo 25 años y estoy felizmente casado. Nací en Gallocanta, un pueblecito de la provincia de Zaragoza, de muy pocos habitantes; si les digo, que no llegábamos a los cien cuando yo era un zagal. El día 16.09.1909, fallecí a las 9 de la mañana en el Hospital Militar, a consecuencias de las heridas que sufrí en la 2ª Caseta. Como muchos otros compañeros, me encuentro enterrado en el Osario del Panteón de Margallo. Tengo a mi lado a Simeón Verdugo Merino, Soldado de Infantería, como yo, pero del Bon. de Arapiles nº 9. Simeón está soltero, y solo tiene 22 años. Murió el 27.07.1909, en el Barranco del Lobo. El pobrecito no habla nada, ni tampoco sabe decirnos donde nació; pero Juan Rodríguez Barreiro, un gallego de Souto, Orense, de la 4ª Batería del Rgto. Artillería de Montaña, cree que Simeón es de un pueblo de León. Este Artillero murió de tifus, el 2.01.1910, en el Hospital Militar, y cuenta que conoció a Simeón por medio de un amigo común. Como otros compañeros, esta carta la estoy escribiendo sentado junto a la tumba de una niña arrodillada en un cojín de mármol, en el patio bajo. Un oficial, que está enterrado en el Panteón de Héroes, me dijo una vez, que la mirada de esta niña, aunque sea de mármol, desprende un suave calor que siempre nos acompaña. Con su mirada de ángel, me despido de ustedes, en espera de que cada visita que hagan a sus deudos, se acerquen a nuestros Panteones; y si lo desean recen una pequeña oración por nuestras almas. Reciban un fuerte abrazo”.

La poetisa, Gertrudis Gómez de Avellaneda, “Tula” para los amigos, decía: “La Historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, y testigo de la antigüedad”. Por eso yo jamás he deseado enfrentamientos, ni porfías con los “estudiosos” de nuestra Historia; pero no obstante digo, que en cada artículo, como puedan ser estas humildes “Cartas”, procuro “bañarme” en la Gloria de nuestros Héroes. También creo que muchas personas cuando escriben, lo hacen pareciéndose a un pavo real, que casi todo es cola. Aunque hay que decir que sin su cola el pavo real perdería el equilibrio, y caería en su fatuidad y petulancia.

Para terminar, desde hace siete años, no me cansaré de recordar a las autoridades competentes, que la Purísima sea denominado: “Cementerio Nacional de Héroes de España”. Igualmente que el nombre de mi profesor de música, D. Julio Moreno figure en una calle de la ciudad; y que a Napoleón lo retiren de la Falda de Camellos.

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