Uno de los problemas con los que ahora se enfrenta el ayuntamiento de Madrid es qué hacer con el Arco de la Victoria. Arco de estilo arquitectónico romano, por el cual el dictador Franco celebró la victoria sobre el ejército republicano, y que anualmente conmemoraba con un desfile militar… El llamado Desfile de la Victoria. Unos opinan que se debería derruir por completo, otros que se debería dejar como está por ser una arquitectura que embellece la ciudad y otros que se debería de dejar el monumento, pero cambiarle las insignias. Hay quien propone también que ese debería de ser el Arco cuyas insignias enseñasen a las generaciones venideras el dolor y retraso que supone para los pueblos la imposición de una dictadura.
Desde mi perspectiva, los monumentos que embellecen las ciudades, tengan las reminiscencias que tengan no deben de ser abolidos y el cambiarle las insignias sirve más bien de poco, debido a que son muy pocas las personas quienes miran primero las partes del todo para configurar en su mente la arquitectura completa. Los espectadores solemos mirar el monumento en su conjunto, y después, en el caso de que nos guste mucho, nos fijamos en el detalle.
Lo importante, según mi opinión, radica en los nombres. El nombre es el significado primigenio de todas las cosas, es lo primero de lo que nuestra mente se percata y luego vemos el monumento. Por ello, creo que el hecho de que el pueblo español, una vez muerto el dictador, haya optado por votación a tener una constitución. El nombre de ese arco victorioso debería de llamarse «Arco de la Constitución», y después poner insignias identificativas relativas al tema que dicha arquitectura representa… si hubiera algún curioso, entonces sí debería de haber un panel explicativo en un lugar estratégico del mismo, que explicase la historia de tal monumento.
Y vengo a referirme con esto al monumento tan bonito que hay en la Avenida Carlos I ubicado en Melilla, construido por la exaltación de la sublevación franquista contra el orden republicano establecido en España. En la actualidad, se ha embellecido con una glorieta, desde mi punto de vista, bastante original y que no desmerece de lo que es Melilla en sí: Una ciudad marítima… sus floreros en forma de olas, nos lo revelan. Las insignias falangistas y carlistas se han quitado, pero como decía, ese monumento es demasiado, valga la redundancia, monumental, para que en un contexto ciudadano tan pequeño como es el melillense, pierda su significado, por muchas insignias que se le quiten.
Pienso, que dada su forma, podría cubrir las necesidades que desde mucho tiempo esta ciudad no ha cubierto a un ámbito de la ciudadanía melillense que ha contribuido al mantenimiento económico de nuestra ciudad y a su estatus quo. Y con ello me refiero a nuestras Fuerzas Armadas en su conjunto. En un lugar donde no hay aviones, hay un homenaje a la aviación española, solo porque un melillense fue un buen aviador, en un rincón del Parque Hernández hay una escultura dedicada a la Legión… Lo veo muy bien, pero ¿es que en Melilla solo hay legionarios?… No, en Melilla, yo he visto de todo, o casi todo.
Melilla necesita un monumento a sus Fuerzas Armadas, dichas fuerzas desfilan frente al monumento del Alzamiento Nacional, y el citado documento tiene además una escultura de bronce que simboliza el poder y la fuerza del ejército con un soldado armado junto a un león: Símbolo de poder y seguridad.
Sugeriría desde mi humilde opinión, al gobierno de la Ciudad Autónoma, que en las cavidades ahora vacías, ocupadas con anterioridad por emblemas carlistas y falangistas, estuvieran los emblemas de todos los cuerpos militares ubicados en Melilla, Infantería, Artillería, Legión, Regulares, Caballería, Marina, etc, etc. Y a partir de ahora tenga un nombre y una inauguración. Sería el monumento de las «FUERZAS ARMADAS»… Se lo debemos.
Debemos de tener en cuenta de que no solo las botellas de plástico son reciclables, hay otras cosas que pueden serlo.
