Después de pasar por varios hoteles y por el albergue, un matrimonio y sus cinco hijos han regresado a la vivienda que abandonaron hace un año por riesgo de derrumbe. «En el albergue lo pasamos tan mal que ya, amargados, decidimos volver a casa», afirma la madre. Según sostiene, hace dos meses tomaron la decisión de regresar a su antigua vivienda. No fue fácil, pero asegura que no tenían más opciones. «Era la única solución que teníamos», declara. Después de pasar por varios hoteles y por el albergue, un matrimonio y sus cinco hijos han regresado a la vivienda que abandonaron hace un año por riesgo de derrumbe. «En el albergue lo pasamos tan mal que ya, amargados, decidimos volver a casa», afirma la madre. Según sostiene, hace dos meses tomaron la decisión de regresar a su antigua vivienda. No fue fácil, pero asegura que no tenían más opciones. «Era la única solución que teníamos», declara.
«Cuando entré de nuevo me temblaba todo el cuerpo», rememora la mujer. Señala que la casa apenas quedó afectada por el seísmo, que al margen de un par de grietas que están arreglando, el problema se encuentra principalmente en las escaleras del portal, que permanecen apuntaladas. Sin embargo, el miedo se manifiesta en los miembros de esta familia cada vez que sienten el viento o las precipitaciones. «Son viviendas que no están para vivir y sabemos que podemos tener problemas. Pero, ¿qué hacemos?, ¿dónde está la ayuda?», explica la afectada por el seísmo.
En este sentido, lamenta que en los diez meses que pasaron fuera de casa perdió toda la esperanza de recibir una ayuda. Al contrario, describe este tiempo como «un desengaño» hacia el Gobierno de la ciudad. «No veo normal que se tenga a familias numerosas en los albergues mientras que hay muchas casa de Emvismesa que permanecen cerradas», censura esta madre.
