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Un hostelero lleva la ilusión al CETI cada viernes con un cuscús para 150 comensales

El hostelero melillense Mohamed Azerar es el artífice del cuscús del viernes

Desde hace cuatro meses, cada viernes se vive una pequeña fiesta gastronómica en las inmediaciones del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Buena parte de quienes viven allí esperan con impaciencia a que llegue el quinto día de la semana para revivir los sabores de su tierra gracias al cuscús que les lleva el hostelero melillense Mohamed Azerar Ben Ali, el dueño de Celebraciones Al-Cazar, que prepara de forma voluntaria este emblemático plato de la gastronomía árabe para que unos 150 usuarios del CETI lo disfruten de manera gratuita. La ilusión con la que niños, mujeres, hombres y mayores del CETI esperan cada viernes el cuscús es palpable en sus rostros desde minutos antes de que llegue. Los ojos están clavados, sobre las dos menos diez del mediodía, en el puente de la carretera de circunvalación. Saben que por allí aparecerá antes o después la furgoneta blanca de Celebraciones Al-Cazar, cargada de diez grandes platos de cuscús para todos. O para el que pueda pillar algo, porque la comida vuela en cuestión de un par de minutos desde que los trabajadores voluntarios de Mohamed Azerar sirven los platos sobre las mesas que colocan en la explanada exterior. También ponen cubiertos, pero algunos inmigrantes, con picardía, cogen el cuscús con las manos “porque así pillan más que con la cuchara”.

La escena de los inmigrantes comiendo alrededor de las mesas lo dice todo: les gusta el cuscús y les ilusiona regresar a sus orígenes paladeando este plato tan típico de cada viernes en los países árabes. Y mientras los inmigrantes del CETI engullen los diminutos granos de sémola, guisados con abundante carne y verduras, el artífice del banquete los observa “con la piel de gallina” por el logro: devolver, aunque sea por un momento, la ilusión a estas personas que llevan la mochila cargada de nostalgia e incertidumbre.

Cuatro meses
Mohamed Azerar lleva cuatro meses viviendo ese momento cada viernes. Y como muchas de las grandes cosas, empezó por un pequeño gesto, llevando un par de platos de cuscús a inmigrantes del CETI, para unas 30 o 40 personas, como una pequeña ofrenda en recuerdo de sus familiares fallecidos en lugar de llevarlo a la mezquita, donde otras veces había llevado. Un día decidió cambiar de sitio al ver que en el templo terminaba sobrando buena parte del guiso, y pensó que en el centro migratorio podría tener más sentido, ya que allí viven quienes menos tienen, aunque sus necesidades básicas estén cubiertas.

Desde entonces, el cuscús del viernes se ha instaurado en las inmediaciones del CETI como todo un acontecimiento social. Incluso lloviendo, como ocurrió hace diez días, los usuarios del centro esperan con muchas ganas a que llegue la furgoneta. Los niños incluso aplauden y anuncian a gritos la llegada del cuscús que con mucho mimo y esfuerzo prepara Mohamed Azerar la noche antes. Lo hace en su restaurante con la ayuda de sus trabajadores, que también se implican en esta tarea como voluntarios. Ninguno cobra por ello, porque se lo han tomado, como su jefe, como una obra de caridad que se ha convertido en un momento muy especial para los usuarios del CETI.

Hasta tal punto, que ese día no comen en el centro. “Me dicen que prefieren comer poco y bueno a la comida normal que tienen cada día en el comedor”, apunta el hostelero artífice de esta iniciativa, que costea de su bolsillo los ingredientes y el gasto de cocinar el cuscús.

Y aunque llevar a cabo este gesto le supone cierto desembolso, Mohamed Azerar dice que mientras pueda, seguirá haciéndolo porque “la lección de vida” que recibe a cambio le compensa cualquier sacrificio. “Prefiero quitarme ese gasto de un viaje, de salir a comer con mi familia por ahí un día… Así me siento más feliz y me ayuda a darme cuenta de que no puedo quejarme por nada, porque el de enfrente está mucho peor”, afirma en declaraciones a MELILLA HOY.

“Como ir al psicólogo”
Además, para él hacer esto es “como ir al psicólogo”, porque llega a casa con fuerza, ilusión y alegría por salir adelante. “Dios te ayuda y te anima, esto no tiene precio”, asegura este hostelero melillense, que está decidido a ir más allá en esta iniciativa si alguien quiere hacer un donativo. “Que me traigan los alimentos, que yo los preparo y los sirvo allí en su nombre o en su presencia, no le voy a cobrar nada”, apunta.

De momento, seguirá llevando el cuscús cada viernes mientras pueda permitírselo, pues también tiene una familia que mantener. Ya se ha ganado otra, la que forman los usuarios del CETI, que cada semana se muestran agradecidos por poder volver a sus orígenes a través del paladar de la mano de Mohamed Azerar, el artífice del momento más esperado de la semana para muchos de quienes viven en el centro migratorio.

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Redacción

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