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La cáscara yel fruto

Wahabismo sociológico en una “Vida líquida”

Razón y corazón, la conjunción en el Islam tradicional

Hace unas semanas falleció uno de los sociólogos más importantes de nuestros tiempos, el polaco Zygmunt Bauman. Pensador perspicaz y muy influyente. Con respecto a las redes sociales decía: “son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa”. Ya que todo el mundo difunde ideas y opiniones sobre lo divino y lo humano sin apenas rigor procedimental. Les llegan al cabo del día un sinfín de informaciones, ya sean comentarios, videos, audios, etc., y miméticamente los reenvían a sus contactos sin reparar en la veracidad y fundamento de lo recibido y transmitido.

Casi nunca se hace pedagogía ni se contrasta lo que se reenvía. Así vemos que las nuevas tecnologías se han transformado en el mejor cauce para introducir, expandir y afianzar ideas que están cambiando nuestras sociedades, especialmente los sectores más vulnerables. Y en ese sentido, también las ideas del salafismo wahabí, circula a sus anchas haciendo adeptos continuamente.

Con un discurso manifiestamente simple (blanco y negro, sin matices) y mercantilista, se venden doctrinas transformadoras y religiosas asegurando que con su obediencia se les garantiza el paraíso, aquí y en el más allá. A modo de pócima mágica se certifica que cumpliendo con unos “pequeños consejos” se alcanzará una “vida tranquila y sin preocupaciones”.

En el libro “Vida líquida”, (Editorial Paidós Iberica) insiste Zygmunt Bauman al referirse a la poca consistencia de nuestras sociedades, de que todo es evanescente, precario y está en una constante incertidumbre, de ahí el término “líquido”. Es una cultura “del olvido” dice Bauman, porque es una sociedad que no se educa en la reflexión ni en la búsqueda rigurosa, sino en ideas simples configuradas por meros vistazos. A veces ni eso, sino delegando en lo que dice y plantea el “sabio” predicador de turno tras padecer su asedio doctrinal.

Curiosamente son las consecuencias de una reforma modernizante del islam, cuya trivialidad degradante nos conduce a objetivos indefinidos. “Tiempos de oscuridad” cuya misión es ‘avanzar’, pero nadie sabe definir coherentemente cual es el objetivo.

Nos advertía otro insigne pensador, Herbert A. Simon, economista, politólogo y teórico de las ciencias sociales, premio Nobel en 1978: “Una abundancia de información crea una pobreza de atención”. Dicho de otro modo, vivimos en una dispersión total, en un caos, todo se mezcla y nada se clarifica. Y como diría el refranero popular “a río revuelto ganancia de pescadores”.

En este orden de cosas, conozco amigos y, buenos amigos, que claramente se definen contrarios al salafismo embaucador, en su expresión más evidente en nuestro entorno social, el wahabismo. Manifiestan ser oponentes a esas tendencias importadas, sin embargo no son conscientes, en absoluto, de que el virus de esa patología doctrinaria hace tiempo que intoxica su propio comportamiento islámico. Es lo que hemos dado en llamar ‘wahabismo sociológico’ una ‘epidemia’ que asola a grandes capas sociales del mundo musulmán de la que los musulmanes melillenses no sólo no han salido indemnes, sino que el virus ha cobrado carta de naturaleza. Y, como decíamos, lo curioso de esto es esa existencia salafí wahabí inconsciente, que a nuestro entender, puede ser igual de letal que la consciente o quizás peor, en el devenir.

Entonces, ¿cómo escapar a esta marea ideológica que todo lo tiñe cuando ni siquiera existe una alternativa claramente configurada? En verdad esta es la auténtica victoria de los salafíes/wahabíes, al haber sido capaces de, casi borrar, el islam tradicional, de la faz social y no existir de modo articulado, una expresión claramente especificada en su oposición al salafismo.

Los que no son salafíes/wahabíes y se oponen mentalmente a esta tendencia manipuladora ¿dónde se sitúan? ¿cuál es su referente? A nuestro leal entender, sólo retornando a los valores tradicionales de nuestro islam tradicional, estaremos verdaderamente encaminados a un rechazo sincero y real de estas patologías que desde hace tiempo ha secuestrado nuestras sociedades, y lo peor: el inconsciente de muchos musulmanes.

Cuanta sabiduría en la delicadeza espiritual de nuestros ascendentes, cercanos y alejados en él tiempo cuando, por ejemplo, decía sidi Sultan Valad, hijo de sidi Yalaluddín Rumí: “Existen muchos pecados benditos y muchos actos de sumisión a Dios que son nefastos. Porque como nos indicaba sidi Ahmad al-‘Alawî, más reciente en el tiempo, (que Allah los tenga a todos en su Rahma), “el conocimiento de sí mismo es de más importancia que el conocimiento de Dios”. Obviamente porque como dice la tradición profética “Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor”. Y quien se conoce a sí mismo, conocerá los rasgos y las características de su personalidad psíquica y prefabricada que le gobiernan. En definitiva, quien se conoce a sí mismo como la nada, conocerá a su Señor como el Todo. Allah (alabado sea) nos dice: “Quien sea ciego en este mundo, lo será en la Ultima Vida y estará más alejado aún del camino de la verdad”. (Corán, 17: 72).

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